Elsa Mahecha Parra | Un día, una arquitecta

Elsa Mahecha Parra ejerció la arquitectura por más de 30 años entre Colombia y Holanda como proyectista, docente e investigadora.

Elsa Mahecha Parra nació en 1940 en Bogotá, Colombia. Estudió en el Colegio Helvetia, una escuela privada y liberal donde las artes y la cultura fueron preponderantes. Mahecha recuerda cómo, además de su padre, su profesor de música, latín y francés moldeó su inquietud por la cultura, la poesía y la pintura europea. Su interés por la arquitectura surgió dibujando las casas de Teusaquillo –un tradicional barrio bogotano consolidado en los años 1930 y 1940.

En 1959 entra a estudiar arquitectura en la Universidad Nacional, donde aún había  pocas mujeres estudiando y donde fue la única alumna en todas las materias que cursó durante la carrera.

“Me casé al año siguiente de entrar con un estudiante de arquitectura mayor que yo, y el comentario siempre era que él me hacía los trabajos o por lo menos me ayudaba a hacerlos. Yo los ignoraba. En ese momento tuve el privilegio de tener como profesores a quienes fueron grandes referentes del arte y la arquitectura nacional, y cuyo legado fue el rigor en el oficio: Rogelio Salmona, Fernando Martínez Sanabria, Arturo Robledo y Juan Antonio Roda, entre otros. A pesar de que estuve embarazada gran parte del tiempo y tuve a dos de mis hijos, logré terminar la carrera en 1965”.[1]

En 1966, la recién graduada fue convocada para formar parte del equipo de la Oficina de Planeación de la Universidad Nacional de Colombia sede Bogotá, entonces dirigida por la arquitecta Luz Amorocho[2]. Allí tuvo tres encargos: el Museo de Ciencias Naturales (1968-69), las residencias estudiantiles Camilo Torres[3](1969-71)–en colaboración con el arquitecto Carlos Martínez Silva- y el Museo de Arte (1970-73) -a cuatro manos con el arquitecto Alberto Estrada-.

“Mi diseño más querido es el Museo de Ciencias Naturales, no sólo porque fue mi primer encargo, sino porque pude explorar un tema que me apasionaba desde estudiante: cómo tejer espacios. Es una pena que nunca armaron el dinosaurio en el hall principal de altura libre, que era el eje del proyecto. Del Museo de Arte rescato que fue un importante ejercicio para otro tema de interés: la preocupación por hacer estructuras abiertas a la interpretación de las personas, como lo hacía el arquitecto holandés Herman Hetzberger, a quien conocí posteriormente en Holanda[4]. La observación del comportamiento de los estudiantes nos dio pistas para reformular la experiencia en el museo: las arcadas al aire libre y la sala hundida eran para que los estudiantes, los usuarios, se sentaran y se reunieran a hablar de lo que estaban viendo. Recientemente me encontré con la sorpresa que el artista Nicolás Consuegra reprodujo esa sala en su obra El espacio del lugar. El lugar del espacio. (2017) en la galería NC-Arte[5]”.

En 1970, en un momento de conmoción en su vida personal, decidió buscar oportunidades de becas en el exterior. El destino decidió que fuera Holanda, dejó a sus hijos y se fue a estudiar por seis meses. La beca le permitió ver otros mundos y recorrer varias ciudades europeas. Cuando volvió a Colombia, se separó. “En ese entonces separarse no era bien visto, era como llevar la letra escarlata.” De 1971 a 1973 se vincula al Instituto de Crédito Territorial (ICT)[6]donde las directoras del taller de diseño eran Emesé Ijasz de Murcia y Cecilia Álvarez Pereira. Es allí donde tiene un primer contacto y se enamora del diseño urbano en proyectos de vivienda social. Tras la disolución del taller, trabaja brevemente en Ospinas y Cia. en los multifamiliares Castillo Camacho[7]y finalmente como profesora de taller en la Universidad Nacional. Abandona Colombia por cuestiones personales relacionadas a su separación, se casa por segunda vez en Venezuela y vuelve a Holanda.

Autora de la entrada: Ana María Pinzón

Leé la nota completa en el blog de Un día, una arquitecta > https://undiaunaarquitecta4.wordpress.com/2019/05/04/elsa-mahecha-parra-de-bisscheroux-1940/