6.8.2020

Carlos Martner, Premio América 2007: La arquitectura, el paisaje y sus metáforas

El pasado mes de julio y a los 93 años de edad murió el arquitecto chileno Carlos Martner, conocido por diseñar las piscinas Tupahue y Antilén y la Plaza Mirador Pablo Neruda del Parque Metropolitano de Santiago. A continuación les presentamos una aproximación a su obra de la mano de otro arquitecto referente de Chile y de América, Humberto Eliash Díaz.

El arquitecto Carlos Martner, chileno de 82 años fue galardonado con el Premio América en el seminario de arquitectura latinoamericana realizado el a 2007 en Concepción, Chile. Profesor de taller y de paisajismo en Chile y en México, es autor de una obra sencilla, serena y sensible que muestra en un periodo de 40 años, la evolución de los
temas de arquitectura paisajística que van desde las pioneras piscinas Tupahue y Antilén en el cerro San Cristóbal de Santiago en los años 70s hasta los embalses de agua en el desierto chileno en los 90s.

Carlos Martner se educó en la Universidad de Chile entre los años 1948 y 1954 bajo los principios de la arquitectura moderna que se habían consolidado después de la reforma de 1946. Dicha reforma de la Facultad de Arquitectura significó la salida de profesores y cátedras considerados “academicistas”y de paso dejó en su generación la huella de una visión renovada en lo temático y en lo ideológico. Sin embargo el aprecio por los jardines y el amor por el paisaje, que no vienen tanto de una cuestión académica sino del contacto personal con su profesor Ventura Galván, admirador de Wright y Mies, ya que en aquellos años no estaban incorporados a la enseñanza formal los contenidos referidos al diseño del paisaje.

Surge, de esta forma, un profesional atento a los problemas urbanos y consciente de la perspectiva social de la arquitectura.

Una de sus primeras obras es un estudio y biblioteca para su amigo el poeta Pablo Neruda en la casa a los pies del cerro San Cristóbal, llamada “La Chascona”. Es una obra pequeña, que sin embargo siembra con su geometría, con su materialidad y con su relación con el jardín, los elementos fundantes de su obra madura. Esa obra inspiró
en Neruda el poema “Para que traigan madera del sur” (2).

En 1964 comienza el proyecto de la Piscina Tupahue en el Cerro San Cristóbal, hoy Parque metropolitano de Santiago. Una intervención que convirtió una vieja cantera en una obra plena de atributos arquitectónicos, paisajísticos y también artísticos: el magnífico mural que preside el espacio fue diseñado por el mexicano Juan O Gorman y ejecutado en piedra por su hermana María Martner.

Casi diez años después realiza en otra cumbre del mismo cerroparque una nueva piscina “Antilén” convirtiendo una meseta seca en un generoso oasis y un privilegiado mirador del valle. Los muros de piedra formando terrazas verdes hasta llegar al plano de agua, aluden a las construcciones precolombinas.

En la ciudad de Chillán, 500 km. al sur de Santiago, cuna de Bernardo O Higgins, prócer de la Independencia de Chile, realiza en 1968 un parque urbano que lo conmemora. Se trata de un gran plano duro que remata en un mural de piedra que se “duplica” en un espejo de agua.

Su entorno está poblado de planos vegetales a distinto nivel que contienen árboles nativos e importados. Después de permanecer 15 años exiliado en México tras el golpe militar que derrocó al presidente Salvador Allende, regresa a Chile.

Entonces realiza los Parques Violeta Parra y Mapocho poniente para el programa de parques urbanos del Ministerio de vivienda y urbanismo en la ciudad de Santiago. También realiza la coronación de dos embalses de agua en el desértico norte de Chile donde se enfrenta airosamente al desafío de hacer paisajismo sin vegetación.

Martner es dueño de una visión transversal y universal, propia de la formación de aquella época, bastante diferente a la formación reduccionista de los años posteriores, lo cual le estructura un pensamiento integral donde concurren las preocupaciones por la ciudad, la arquitectura y el medio ambiente. De ahí surgen dos estrategias proyectuales que lo acompañarán siempre en todos sus diseños: naturalizar la arquitectura y arquitecturizar el paisaje.

a. naturalizar la arquitectura: se trata de incorporar las variables geográficas, de clima y de trabajar con los materiales que ofrece el lugar, haciendo de la “integración con el lugar”, no una metáfora sino una realidad tangible. Los mejores ejemplos son los parques urbanos y las piscinas del cerro San Cristóbal. En ellas la arquitectura aparece
y desaparece en función de un proyecto mayor que es la construcción de un trozo de paisaje.

En esta visión está presente el organicismo de Wright, Aalto y la primera etapa de Niemeyer. Aquí no trata de imponer una naturaleza abstracta o idealizada, sino de armonizarla con una arquitectura concreta y real.

b. arquitecturizar el paisaje: complementariamente a la estrategia anterior, su mano sensible busca dotar de atributos arquitectónicos a todo lugar donde prime la fuerza de la naturaleza. Es el caso de los embalses Puclaro y Vallenar, donde sus intervenciones aspiran a marcar la presencia del hombre a través de alusiones precolombinas o
elementos que enmarcan el paisaje. También ocurre en el elemento central de la piscina Antilén, en las escalinatas de la piscina Tupahue o en los muros laterales del monumento a Bernardo O’ Higgins en Chillán.

Siguiendo la huella de los paisajes creados por Burle Marx o Barragán, su posición es la creación de entornos absolutamente culturales, donde la mano del hombre denota una intención manifiesta que no admite copia o imitación de la naturaleza.

Es también una alusión a los grafismos precolombinos que marcan la presencia humana como una forma de delimitar el vasto territorio americano.

Su lenguaje formal ha tenido una evolución cíclica. Comenzó ligado a las composiciones más ortodoxas de la modernidad de los años 50 y 60, lo que rindió sus mejores resultados en sus obras de los años 60 y 70. Luego se dejó influir por el postmodernismo en los años 80 a través de composiciones simétricas y referencias históricas.
En México vivió experiencias que lo marcaron en sus modos proyectuales. Por una parte le tocó vivir el  postmodernismo que, si bien en México no tuvo la fuerza que tuvo en Chile o en Brasil, igual dejó sus huellas.

Simultáneamente recibía las vibraciones de Barragán y de toda la tradición mexicana precolombina. Aunque vivió
intensamente su experiencia en ese país, adoptando incluso técnicas constructivas desconocidas en Chile, su mente y su sensibilidad siempre estuvieron conectadas con el paisaje chileno. La conocida frase de Borges, diciendo que “Los años que he vivido en Europa son ilusorios: yo estaba siempre en Buenos Aires….” es aplicable a Martner: los 15 años que vivió en México fueron ilusorios…siempre vivió en Chile.

En los años 90 regresa a los temas y composiciones modernas, aunque permanece la incorporación de alusiones al pasado a través de elementos de la figuración precolombina, tanto de origen mapuche (Parque Violeta Parra, Mapocho Poniente) como incásico (Embalse Puclaro). Martner coincide con el arquitecto y paisajista mexicano
Mario Schjetnan cuando éste señala: “Pienso que en las buenas obras del paisaje los conceptos deben estar desde el inicio como unasemilla. La arquitectura del paisaje debe ser una oportunidad funcional para la incorporación de nuevas tecnologías, si no terminaría siendo meramente decorativa.” (3)

En sus obras, así como en las de este mexicano contemporáneo suyo, el tiempo fluye de forma que las obras van creciendo y evolucionando como si fuera un ser vivo. ¡Qué diferencia con muchas obras de arquitectura contemporáneas que sólo brillan cuando se les inaugura y luego empieza su decadencia!

Es posible que el equilibrio que surge de estas obras sea fruto de esta sofisticada combinación de estrategias proyectuales, pero es también posible que sea el fruto de una persistente labor que combina, sabiamente, el oficio del arquitecto con el oficio del pintor que practica en forma paralela a su oficio de arquitecto y profesor.

El arquitecto mexicano Carlos González Lobo ha llamado a Martner “solitario humanizador de naturalezas” y lo destaca a nivel latinoamericano como “un constructor de ámbitos de habitabilidad amable y generosa, sobria y magnífica como ejemplo de un modo chileno de ser y hacer ciudad….” (1)

NOTAS

(1) Eliash, Humberto y Laborde Miguel, Carlos Martner, arquitectura y paisaje, Editorial Facultad de arquitectura y urbanismo Universidad de Chile Santiago 2003.
(2) Neruda, Pablo Obras completas ,poema “Para que traigan madera” 1958.
(3) Schetnan, Mario entrevista diario El Mercurio , 3 de noviembre de 2002.

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