12.5.2006
Taiwan
por Fredy Massad y Alicia Guerrero Yeste, publicado en el suplemento ABC de las Artes y las Letras.
Reflexionando sobre la globalización en el período presente, el filósofo Peter Sloterdijk constata que el acto de describir la naturaleza de esta situación ha sustituido al de efectuar su crítica. Y la razón de este comportamiento se debe, posiblemente, a que a través de la observación y análisis de los procesos concretos que pertenecen a las formas contemporáneas de globalización, será posible plantear y comprender su dinámica y efectos sobre y para la construcción de relaciones y vínculos sobre el planisferio del territorio global. Durante la década de los noventa, proliferaron escritos teóricos donde arquitectos y urbanistas se esforzaron por ofrecer definiciones y predicciones (muchas de ellas, ya obsoletas por visionarias y autistas) acerca de las transformaciones que la globalización producida por la expansión de las tecnologías de la información impondrían a breve plazo sobre las ciudades y cómo, súbitamente, deberíamos acostumbrarnos a habitar una entidad global manejada por invisibles redes de comunicación.
Frente a esos discursos acerca de la irrefutable hegemonía de lo global, la naturaleza del concepto de «lo local» se ha revestido de una redefinición intensa de su significado y resistencia frente al avance de la homogenización que parecía consecuencia inherente a ese proceso globalizador. Como momento histórico, la época contemporánea posee sus propios fenómenos y procesos de globalización y a la hora de efectuar una descripción analítica concreta de sus rasgos es necesario reconocer la convivencia entre lo local y lo global en la articulación de los diferentes factores económicos, políticos, sociales y culturales que definen a un territorio y su posición específica dentro de ese planisferio global.
Local y global
Taiwán supone un ejemplo de cómo establecer una identidad consistente mediante la integración de una redefinición de los aspectos locales del país y la construcción de una posición en el contexto del mundo global. A lo largo de las últimas décadas, Taiwán ha atravesado un desarrollo profundo y muy complejo orientado hacia la modernización de sus estructuras. Taiwán era hasta hace treinta años una isla que se hallaba aislada diplomáticamente de la comunidad internacional y el bajo nivel económico interno imposibilitaba que sus ciudadanos pudieran viajar al exterior. Su sociedad se halla aún en el proceso de formación de una identidad plenamente situada en el zeitgeist contemporáneo. El paisaje urbano de su capital, Taipei, hace patente la coexistencia sin suturas entre la influencia de lo occidental y la pervivencia de las costumbres y modos de vivir y habitar tradicionales. Simultáneamente, la nueva arquitectura proyectada por sus arquitectos es reflejo de ese proyecto de construcción de una identidad fundamentada en la estabilidad democrática y el bienestar económico de los que Taiwán ha carecido en el pasado reciente.
Instrumento transmisor
Un vistazo a la historia pone de manifiesto el hecho que la arquitectura ha sido utilizada como instrumento transmisor y sustentador proselitista de ideologías. El predominio de un estilo arquitectónico orientado a reafirmar la política nacionalista del gobierno durante varias décadas imposibilitó a los arquitectos taiwaneses desarrollar un vocabulario de modernidad. Son las obras de profesionales japoneses de los años cincuenta y sesenta que introdujeron la arquitectura brutalista en Taiwán, así como los proyectos de puntuales arquitectos nacionales como Chi-Kwan Chen, Chao-Kang Chang, Frank Wu y de arquitectos como el japonés Kenzo Tange o el alemán Gottfried Böhm las que constituyen referentes de valor arquitectónico para la educación y formación de una conciencia arquitectónica en la generación de profesionales taiwaneses en activo, desvinculados asimismo del pintoresquismo del estilo inspirado en la arquitectura suntuaria china y del eclecticismo postmoderno de los años ochenta, que legó una serie de edificios caracterizados por una aberrante pomposidad formal basada en una hibridación de lo vernáculo con la influencia estadounidense.
El arquitecto Yu-Tung Liu efectúa un análisis en Glocalization: New Architecture in Taiwan 2000-2005 (Artist Publishing/First Page Publications, 2006) desde la pregunta de en qué parte del mapa hay que situar a la arquitectura de su país. Y examinar la arquitectura construida por arquitectos taiwaneses en los últimos cinco años permite constatar que las diferentes aproximaciones de los profesionales muchos de ellos con una formación académica desarrollada o complementada en Europa o EE.UU. a la práctica arquitectónica formulan unos planteamientos plenamente integrados en las experimentaciones y formulaciones vanguardistas que preocupan al arquitecto contemporáneo y que suponen rupturas drásticas con las tradiciones, simultaneándose con otras que exploran la creación de dialécticas surgidas de la combinación entre lo contemporáneo (global) y una idealización de lo tradicional (local) que apela a una esencialidad de lo propio con una naturaleza distinta a la de décadas precedentes.
Espacio intermedio
Globalización, glo-calización y localización son los tres estadios que Liu distingue en la activación de la arquitectura en Taiwán, constatando que su dinámica es reflejo de la existencia de la voluntad del país de tomar posición como una entidad integrante de lo global, bajo la influencia de lo global y articuladora de lo global, en coexistencia con una identidad local sólida. Lo que plantea la mirada sobre la diversidad de la nueva arquitectura taiwanesa es la intensidad del presente y cómo la coexistencia de las diferentes posiciones físicas y mentales inherentes al territorio global, al local y al glocal (como espacio intermedio entre ambos, tal vez el que corresponde a nuestra posición real en la concepción actual del mundo) fundamentan la coherencia de la naturaleza del individuo y el espíritu colectivo.
En la comprensión del statu quo contemporáneo, Taiwán expone la complejidad que radica en su caso en el esfuerzo de afrontar la construcción y síntesis sincrónica de esas dos identidades, y hacerlo desde las evidencias y conclusiones que arroja la operación constante y pragmática sobre la realidad y hace patente el papel de la arquitectura como reactor y catalizador para la transformación de los fundamentos estructurales de una sociedad, sin que sean considerados obligatorios los gestos grandilocuentes ni las piezas estrella para garantizar la solidez de la presencia deseada en los mapas globales y locales. Su positiva sinergia es hoy uno de los mejores productos de Taiwán.