12.6.2013

Entrevista a Plácido González: «Experimentos desde el exilio: Hilberseimer en Chicago»

La entrevista forma parte del Diario de la edición de "The New City, Ludwig Hilberseimer, 1944".

Ludwig Hilberseimer (con pipa) con sus estudiantes del IIT en 1950
Ludwig Hilberseimer (con pipa) con sus estudiantes del IIT en 1950.

Book-a: En las últimas décadas ha surgido un interés renovado por la misteriosa figura de Ludwig Hilberseimer, crucial para entender la Nueva Bauhaus de Chicago, levantada alrededor de toda una generación de arquitectos, artistas y científicos alemanes que, a raíz del ascenso de Hitler al poder en 1933, se vieron obligados a huir de su país, terminando la mayoría de ellos en los Estados Unidos. ¿Qué nos dirías de este exilio en Chicago y lo que supuso para el devenir de las vanguardias arquitectónicas y artísticas del s. XX?

Plácido González: Hilberseimer ha sido reconocido frecuentemente como una de las figuras grises y sombrías de la arquitectura moderna en Alemania. El título que se le dio a la publicación que dio a conocer su legado en 1988, In the Shadow of Mies, es particularmente explicativo. Y es que si se ha vuelto a hablar de Hilberseimer en los últimos tiempos, ha sido precisamente por tratarse de una presencia difusa, aunque no por ello menos ambiciosa y poderosa, que huía de afirmaciones rotundas como las que ofrecieron otros arquitectos coetáneos. Lo borroso de su presencia, sin embargo, es fundamental para entender su contribución como teórico y crítico para el impulso del movimiento moderno tras la Primera Guerra Mundial en Alemania, que le llevó a formar parte de los grupos de vanguardia que fomentaron la renovación de la cultura. Hilberseimer se vincula a movimientos expresionistas como el Novembergruppe y elArbeitsrat für Kunst, o a colectivos como Der Ring. Su paso por la Bauhaus, contratado inicialmente por Hannes Meyer, fue también fundamental para definir una actitud moderna ante el urbanismo.

Tratándose de una figura marcada por su compromiso, su marcha a Chicago por motivos políticos contribuyó decisivamente a consolidar la arquitectura moderna en un medio cultural muy marcado por la influencia alemana. Aunque la traza de la Bauhaus se deriva por Harvard, con Gropius dirigiendo la Graduate School of Design, o el Black Mountain College, es en Chicago donde se puede hablar de una verdadera refundación de esta escuela. La llegada de personajes como Ludwig Hilberseimer, Laszlo Moholy Nagy, Ludwig Mies van der Rohe, Georgy Kepes o Walter Peterhans fue fundamental en este sentido, con la fundación del Institute of Design por parte de Moholy Nagy, y el rumbo que tomó el Armour Institute, posteriormente el Illinois Institute of Technology, bajo la dirección de Mies van der Rohe.

La Ciudad de Chicago, tras el Gran Incendio de 1871.
La Ciudad de Chicago, tras el Gran Incendio de 1871.

Chicago era, por lo demás, un escenario vinculado históricamente a la experimentación en arquitectura: su historia está vinculada a la destrucción del Gran Incendio de 1871, y a la posterior reconstrucción con una tipología completamente novedosa, el rascacielos, que fascinó completamente a los arquitectos modernos en Europa. Se trataba de una ciudad con importantes vínculos simbólicos con el viejo continente, y no en vano, fue el origen de un movimiento, el City Beautiful, que significó una reacción conservadora a la supuesta fealdad de la ciudad americana que gozó de un predicamento enorme en los Estados Unidos a lo largo de todo el siglo XX. Dentro del nuevo curso de la arquitectura moderna europea en América, Chicago es más que un escenario, y cabría incluso pensar que juega un papel protagonista.

Aunque considerando que el medio ejerció una influencia notable, es necesario resaltar que en este renacimiento juega un papel crucial Paul Theobald, el editor de The New City. Theobald, también emigrante de origen alemán, trabajó como galerista de arte y empresario editorial, y en mi opinión tuvo un papel fundamental para el desembarco de las vanguardias en los Estados Unidos, un papel que es necesario continuar reconociendo a día de hoy. Su galería fue un auténtico hervidero creativo, y su editorial fue la plataforma de difusión de la obra americana de los antes mencionados: Hilberseimer con su trilogía urbana iniciada con The New City, Moholy Nagy con Vision in Motion, Kepes y su maravilloso The Language of Vision, Walter Gropius con Rebuilding our Communities, y Mies van der Rohe con la monografía que escribió el propio Hilberseimer, que sigue siendo una referencia ineludible para el estudio de su obra. Creo que no se ha reflexionado suficientemente sobre la figura de Theobald y su presencia en la vida cultural de la ciudad, y este será uno de los temas más apetitosos del libro que tenemos entre manos.

Cubiertas de varios libros publicados por Paul Theobald durante las décadas de los 40-50 en Chicago.
Cubiertas de varios libros publicados por Paul Theobald durante las décadas de los 40-50 en Chicago.

Desde el comienzo de tu investigación has dedicado una atención muy cuidadosa a la experiencia del exilio como componente decisiva que pudo haber decantantado los intereses de Hilberseimer en una dirección determinada. Para contrastar esta hipótesis, has realizado una estancia de investigación en Chicago. Allí has buceado entre los documentos que la Ryerson & Burnham Libraries en el Art Institute of Chicago ofrece a la investigación académica., además de realizar numerosas entrevistas… ¿Podrías avanzarnos un poco tus indagaciones y hallazgos?

Estoy muy interesado en cómo el estudio reciente de la historia propone desplazar el enfoque hacia la comprensión de grandes procesos históricos del siglo XX, como son el exilio y la colonización territorial. Hilberseimer no es ajeno a ello: fue un exiliado que vivió la experiencia del desarraigo, y un arquitecto inmerso en la vorágine de construcción de nuevos asentamientos que acompañó la reconstrucción tras la Segunda Guerra Mundial, y la posterior explosión demográfica y económica a nivel global. Establecer una relación entre el exilio y la colonización a través de la figura de Hilberseimer resulta, en mi opinión, un reto interesante, que se enriquece por arraigar en un territorio mítico como es América, y un contexto privilegiado como son los Estados Unidos a lo largo del segundo tercio del siglo XX. Es para mí importante, no obstante, encontrar ciertas trazas que vinculan de forma clara la producción de americana de Hilberseimer con su última etapa en Alemania, especialmente desde 1929 en adelante, con la debacle económica del país y la ausencia de trabajo profesional, y a partir de 1933, cuando sufrió el ostracismo, ese cruel ‘exilio interior’ al que fue condenado desde la llegada de Hitler al poder. Ese desplazamiento constante me parece de un interés máximo para entender su producción arquitectónica, así como la particular visión que tuvo sobre la ciudad. En este sentido, la correspondencia entre Hilberseimer con su compañera y pareja Otti Berger, víctima del holocausto, así como con otros compañeros de la Bauhaus como Moholy Naggy —que pude consultar en mi estancia de investigación en el Art Institute de Chicago— me ha ofrecido datos muy reveladores para el desarrollo de esta hipótesis.

Meldensohn, Peterhans, Hilberseimer y Mies frente al auditorio de Chicago, 1940.
Meldensohn, Peterhans, Hilberseimer y Mies frente al auditorio de Chicago, 1940.

Como mencionas, otra de las influencias contextuales que identificas en relación con la evolución del pensamiento de Hilberseimer es el Crack de 1929. ¿Qué nos podrías decir de todo ello?

La crisis económica que sacudió el globo en 1929 afectó brutalmente a Alemania. En este contexto, fueron incontables las propuestas de arquitectos que imaginaban una nueva ciudad y una nueva arquitectura. No obstante, nos interesa localizar el germen: trazaremos los orígenes en las investigaciones de Hilberseimer sobre la baja densidad desde 1927, como interés aparentemente opuesto a la propuesta de la Ciudad de rascacielos (Hochchausstadt) que había publicado ese mismo año.

La imagen de la arquitectura de Hilberseimer se ha fijado, en mi opinión, en exceso en esas imágenes grises de la Ciudad de rascacielos, que él mismo terminó describiendo como más propias de una Necrópolis que de una Metrópolis. Por esa razón creo interesante prestar atención al carácter complementario, casi de antídoto, que representa lo que él llamaba la Construcción horizontal (Flachbau), frente al gigantismo de la Ciudad de rascacielos. Esta idea, que coincide con un paradigma de ‘zonificación sentimental’ de la ciudad que asume Hilberseimer, forma parte de una modernidad alternativa, basada en las afirmaciones más rotundas y sensibles de otros arquitectos alemanes contemporáneos, como Bruno Taut. En ella, creo necesario destacar la condición germinal que tiene un hito como La casa que crece (Das wachsende Haus), como propuesta aportada en 1930, en el momento más crudo de la crisis económica, y el inicio de la escritura de Principios del urbanismo (Grundlagen des Städtebaus), antecedente directo de The New City, en 1933, coincidiendo con su expulsión de la Bauhaus por las presiones del nazismo.

El trasplante de esta semilla, concebida en el marco del decadente contexto alemán al despegue económico estadounidense en la década de los 40, resulta del máximo interés para este libro: será como leer un mensaje lanzado en una botella que atravesó el Atlántico, cuya apertura tuvo efectos que hasta ahora han sido explorados de manera intuitiva, y que deseamos señalar con precisión.

Ludwig Hilberseimer, Hochhausstadt (La Ciudad del Rascacielos), 1924.
Ludwig Hilberseimer, Hochhausstadt (La Ciudad del Rascacielos), 1924.

Es mi impresión de que en este trabajo, a pesar de que hablamos de un nuevo asentamiento, de una nueva ciudad, Hilberseimer parece que parte de una actitud más depuradora que demoledora. Existe además el deseo de dotar a la ciudad de un carácter más elevado y más humano. Creo que esto puede reflejarse en el interés de Hilberseimer, en el que tú me has insistido mucho, por la pequeña escala y por lo doméstico como fuerzas formativas o generadoras, que trabajan orgánicamente, como los procesos de la ‘naturaleza’. ¿Cómo se concreta este enfoque social en su producción, y en particular la New City? ¿Cómo enmarcas y evalúas el trabajo de Hilberseimer, desde este punto de vista, en las reflexiones urbanísticas del s. XX?

En efecto, pienso que la preocupación por lo pequeño es la expresión del interés de Hilberseimer por aspectos sociales que generalmente han sido obviados, y sobre los que propongo reflexionar en mi investigación. Personalmente me gusta diferenciar dos aproximaciones o escalas de intervención en las que Hilberseimer proyecta esta visión conciliadora de lo pequeño hacia un orden mayor. Quizás la más prominente haya sido la dimensión paisajística y territorial: el nombre de la New City está ligado a la imagen de las espinas de pez de los nuevos asentamientos, los new settlements, modelos que parten de la resolución de la pequeña escala del ámbito doméstico y que prevén la adaptación y particularización cultural en función de la topografía, las condiciones del suelo, la hidrología y más aun, la cultura.

Es un enfoque nos sitúa en la antesala del Environmental Planning, que a partir de los años 70 en adelante se instalaría en los Estados Unidos teniendo como principal referente a Ian McHargh. Pero también está la dimensión urbana, quizás menos atendida, y en la que enmarcaría el proceso de transformación metropolitana que Hilberseimer concibió para ciudades tan diversas como Chicago, Londres o Nueva York, a partir de la “inoculación” del modelo de la New City. En este sentido me han intrigado mucho las relaciones ideológicas entre Hilberseimer y las operaciones de renovación urbana (Urban Renewal) desarrolladas en los Estados Unidos a partir de los años 50, y que supusieron, en este país, el inicio del fin de la modernidad.

Hoy cabe evaluar la aportación de Hilberseimer a este debate más allá de lo limitado de su alcance, sino también por la ambición de sus visiones sobre cuestiones diversas que hoy día nos interesan, como son el patrimonio, la energía o la naturaleza. Esta manera de entender el hábitat está muy relacionada con la pasión con que Hilberseimer perseguía el desvelamiento de los procesos, antes que la consecución objetiva de resultados. Es ese lado genuinamente generoso, en el sentido de generar oportunidades, empoderar y abrir puertas, el que me interesa resaltar de su producción. Como cuentan quienes le conocieron en su etapa americana, su método docente era, ante todo, socrático, basado en el cuestionamiento agudo y constante, y le llevó a ser reconocido, con el tiempo, como la auténtica ‘alma’ del Illinois Institute of Technology.

Ludwig Hilberseimer, Traffic redevelopment plan for the south side of Chicago, c.1955.
Ludwig Hilberseimer, Traffic redevelopment plan for the south side of Chicago, c.1955.


En tu libro sitúas el trabajo urbanístico de Hilberseimer sobre la New City como una visión singular del destacado papel de la casa y la vivienda humana como preocupación característica de la arquitectura del s. XX. Este tratamiento de lo urbano y lo doméstico como asuntos estrechamente emparentados me resulta muy sugerente. Por otro lado, un cierto sentido trágico parece sobreponerse a la confianza en el efecto positivo que la ‘buena’ distribución del espacio puede llegar a tener en la calidad ambiental y el bienestar social. ¿Qué podrías contarnos de todo ello?

Hay en la historia de la arquitectura una reflexión utópica, basada en la creencia en el determinismo espacial que la arquitectura y el urbanismo pueden ejercer para la creación de una ‘buena’ sociedad, que me interesa especialmente. Y en la mayoría de los casos, estas reflexiones buscan partir de un origen plenamente identificable, como es la casa, el espacio doméstico, el lugar de la experiencia que de manera coherente pudiera trasladar sus certezas, sus seguridades, al espacio urbano, masa caótica y en constante transformación.

Del problema de la vivienda en el s. XX me interesa en particular su vínculo con una reflexión económica sobre el habitar. La casa es considerada como el germen donde reside el código genético de la civilización occidental y de su sustento ideológico positivista, receptáculo privilegiado para el ejercicio de la creatividad y la afirmación de la individualidad. Desde esta perspectiva podemos encontrar un precedente para la New City, en tanto entrelaza lo doméstico y lo urbano, lo paisajístico y lo territorial: me refiero al trabajo de Heinrich Tessenow, quien buscaba posicionar la actuación sobre el espacio doméstico como el primer paso para conseguir un desenlace urbano: el objetivo final y virtuoso de la pequeña ciudad.

Existen diversas complicidades entre esta visión y los diferentes modelos de vivienda unifamiliar que Hilberseimer desarrolló en su etapa alemana, complicidades que vamos a desentrañar en el libro. Desde las analogías compositivas con Tessenow más claras de sus primeros proyectos de vivienda, me interesan las afinidades conceptuales con laPequeña vivienda para la gran ciudad (Grossstadtische Kleinwohnung) de 1929, la Casa que crece (Das wachsende Haus) de 1930, así como las variaciones que fueron posteriormente publicadas en diferentes publicaciones de inicio de la década de los 30. En mi opinión no se trata de episodios aislados; prefiero verlos como experimentos encadenados, como una exploración progresiva que conduciría a la propuesta de La nueva ciudad (The New City) en 1944, y que no puede desligarse de las conexiones con una determinada situación cultural y las conflictivas relaciones del autor con la realidad.

Ludwig Hilberseimer, La Casa que crece (Das wachsende Haus), 1930.
Ludwig Hilberseimer, La Casa que crece (Das wachsende Haus), 1930.

También podríamos relacionar la búsqueda de Hilberseimer con la noción de lo plástico en la tradición germánica, como puente entre el individuo y la multiplicidad del mundo, y que también evoca la relación de correspondencia entre micro y macro-cosmos. ¿Puede la arquitectura y el nuevo plan, desde su pragmatismo, entroncar de alguna forma con esta preocupación más humanística y filosófica, incluso poética? 

Evidentemente, las raíces culturales de Hilberseimer se hunden en ese sustrato, que se nutre, entre otras fuentes, de las especulaciones filosóficas de Goethe y las investigaciones científicas de Humboldt en los siglos XVIII y XIX. También la particular concepción germánica sobre la naturaleza habla de una comunión absoluta entre el individuo y la naturaleza; a partir de la cual la segunda naturaleza creada por el ser humano, llamémosla arquitectura o ciudad, debe ser planteada en términos de continuidad con la experiencia del individuo. Esto es de aplicación para la arquitectura moderna, que se basa en una coherencia absoluta entre las necesidades más básicas del ser humano y la organización del territorio. El caso de Hilberseimer es particularmente interesante por su ortodoxia en este sentido, que vincula el soleamiento de una estancia con la organización productiva del territorio en absoluta solución de continuidad.

Esta es una apreciación cuantitativa, que me interesa especialmente por constituir un punto de partida, al contrario de cómo se interpretó en la crisis del movimiento moderno en los años 60 y 70, cuando se presentó como resultado final. El enlace de la producción de Hilberseimer con la figura de Heinrich Tessenow, o con la de Bruno Taut, me parece pertinente porque sitúa a la arquitectura moderna al inicio de un proceso evolutivo que necesariamente habrá de cambiar, experimentar ajustes, crecer y sufrir la decadencia. Esta idea de inicio me parece especialmente evocadora, de casas que huelen a pintura fresca, a calles pobladas de árboles de los que brotarán retoños. Hilberseimer consideraba el punto final del trabajo del arquitecto como el punto inicial de la vida autónoma, abierta a la experiencia, del habitante en la ciudad. Esta idea del nuevo comienzo, sin duda, tiene una relación con su experiencia personal del desarraigo, y en ese sentido, pienso que sus propuestas cobran una cierta legitimidad y coherencia.

Mies van der Rohe y Ludwig Hilberseimer con algunos estudiantes en el estudio del Art Institute de Chicago.
Mies van der Rohe y Ludwig Hilberseimer con algunos estudiantes en el estudio del Art Institute de Chicago.


Estamos dejando para el final uno de los puntos más fuertes de este libro, y es que te propones alterar el imaginario sobre Hilberseimer, explorando formas complejas y polivalentes de narrar su pensamiento y producción. ¿Adelantamos algo a los lectores?
 

Sí, vamos allá. Creo que uno de los aspectos más golosos de este libro es que se va a indagar con mayor profundidad en la proyección del carácter y la experiencia vital de Hilberseimer en su producción arquitectónica. Una de las premisas de mi trabajo es que toda producción arquitectónica resulta inseparable de lo personal, especialmente en una situación límite como la que vive Hilberseimer, entre el exilio y el desarraigo. Quizás no se haya prestado suficientemente atención a este hecho, y aunque no vamos a entrar en la elaboración de una biografía ni de un retrato psicológico, sí que vamos a abordar la influencia de aspectos biográficos en los productivos, desde el mayor de los respetos. Mi objetivo principal no es contar algo nuevo o que no haya sido dicho —que también lo voy a hacer— sino explorar de qué modo se pueden narrar las relaciones entre la producción arquitectónica de Hilberseimer y su experiencia honda vivida para comprender las fuerzas complejas que están implícitas en la primera. La mayor dificultad está en conseguir desvelar cómo asuntos que en principio podrían ser considerados ajenos a nuestros principales intereses, están en realidad íntimamente enlazados.

Se ha hablado recientemente sobre la condición seminal de la obra de Hilberseimer, si bien de manera atenta a la implicación social de cuestiones morfológicas, como por ejemplo resaltó Albert Pope a finales de los noventa, en su influyente Ladders. Precisar en el efecto directo de su experiencia, presente en los reconocidos ejemplos de la Ordenación del campus del Illinois Institute of Technology (IIT) en Chicago y del Conjunto Lafayette Park en Detroit, de los que el propio Hilberseimer fue autor, pero también en la obra desarrollada por discípulos de Hilberseimer a partir de los métodos docentes desarrollados en el IIT, puede llevar a generar un nuevo debate acerca de la ‘puesta en forma’ del urbanismo. Me interesa demostrar que la propuesta de Hilberseimer es más plástica de lo que se le supone, menos estereotipada y rígida de lo que pueda presentirse en un primer acercamiento.

Por otro lado, aunque la aportación de The New City a la historia del urbanismo del siglo XX es mucho más leve e imperceptible que la de un personaje como Le Corbusier, tanto por el medio en el que desarrolló la etapa final de la carrera de Hilberseimer, como por la ausencia de pretensiones mediáticas, considero imprescindible realizar una valoración crítica y objetiva de su obra. Una valoración que tome en cuenta no sólo la investigación teórica en sí, sino además el contexto en que fue generada, cómo fue recibida entre los medios especializados, y hacer incluso una recopilación sumaria de su difusión y su puesta en práctica, fundamentalmente a nivel académico. Estoy convencido de que este libro planteará nuevas cuestiones que nos ayuden avanzar en este sentido.

Ludwig Hilberseimer. Entfaltung einer Planungsidee. Berlin: Ullstein, 1963. / Grossstadt Architektur. Stuttgart: J. Hoffmann, [1978?], c1927. / Internationale Neue Baukunst. Stuttgart: J. Hoffmann, 1928.
Ludwig Hilberseimer. Entfaltung einer Planungsidee. Berlin: Ullstein, 1963. / Grossstadt Architektur. Stuttgart: J. Hoffmann, [1978?], c1927. / Internationale Neue Baukunst. Stuttgart: J. Hoffmann, 1928.

Más información > http://book-a.net/booka/newcity

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