14.6.2021

Marta Maccaglia y «Asociación Semillas Perú», arquitectura sostenible y cooperativa

Arquitecta y fundadora de Asociación Semillas Perú, Marta Maccaglia es una ciudadana italiana, radicada en Perú, que desde 2011 se dedica a fomentar y cultivar la arquitectura cooperativa, sustentable y de edificios educacionales en poblaciones originarias del Perú. A través de esta entrevista, te invitamos a conocer un poco más de su trayectoria, proyectos y motivaciones para desarrollar parte de su carrera en este rincón del planeta:


Marta Maccaglia – PH: Eleazar Cuadros

«Si la arquitectura es el arte de diseñar espacios y uno de los medios para mejorar las condiciones de vida de las personas, entonces para diseñar una escuela en comunidades originarias y en territorios rurales buscamos entender cómo ellos entienden el buen vivir.»

Marta es una arquitecta que ha quebrado esquemas y derribado prejuicios. Es una mujer europea trabajando en el Perú y es una arquitecta que, como integrante de Asociación Semillas Perú, ha dedicado los últimos años de su carrera a «construir educación» en la selva peruana, y, lo más importante, en conjunto con la comunidad que en un futuro utilizará estos centros del saber. Marta comprendió muy pronto, luego de un par de experiencias en tierras sudamericanas, que más allá del paradigma del dinero, hay otros elementos fundamentales que permiten construir con recursos acotados: participación ciudadana, recursos y saberes locales y trabajo en cooperación.

Marta nació en Italia en 1983 y se graduó de arquitecta por la Universidad La Sapienza de Roma. Inició su experiencia profesional en el 2009, colaborando con destacados estudios de arquitectura en Italia y España haciendo sus prácticas en la oficina de OAB – Carlos Ferrater.

Desde el 2011 trabaja en proyectos de cooperación internacional en Perú. En el 2014 funda la Asociación “Semillas”, de la cual es actualmente directora. Semillas para el Desarrollo Sostenible, nació por su iniciativa tras diversas experiencias de construcción en cooperación con las comunidades; ejemplos de esto son una escuela inicial en Huaycán, Ate (Lima 2011), lugar al que llegó cuando se trasladó al Perú, y una escuela secundaria en la comunidad nativa de Chuquibambilla que desarrolló junto a Paulo Afonso, Borja e Ignacio Bosch, gracias a la Fundación Costa y VSP. (Pangoa, 2013).

Semillas es una asociación sin fines de lucro formada por un equipo interdisciplinario de profesionales internacionales de arquitectos y especialistas en proyectos de cooperación. Recibe encargos por parte del sector público y privado para el desarrollo de proyectos dirigidos a poblaciones marginadas por el sistema.

En la siguiente entrevista Marta nos habla de su trayectoria como arquitecta, de Asociación Semillas, y de cómo es posible incidir y hacer un cambio en el sistema en el que vivimos si trabajamos en cooperación y con objetivos comunes:

Naciste en Italia, y te graduaste allá. ¿Cómo llegas a trabajar y a instalarte profesionalmente en Perú? ¿Hubo alguna motivación especial para venir a América del Sur o fue circunstancial?

Nací en Italia y viví en Italia hasta los 25 años. A los 25 fui de intercambio por estudios a Madrid, España y sucesivamente hice mis prácticas en Barcelona, en la oficina de Carlos Ferrater. Después de estas dos experiencias fuera de Italia sentí muchas ganas de seguir viajando y aprender más de distintas culturas y del mundo. En el 2011, a mis 27 años de edad, postulé a un programa del gobierno italiano que se llamaba servicio civil. Es así que llegué a Perú. El servicio civil ofrece la oportunidad a jóvenes italianos de participar en proyectos de cooperación internacional, integración entre pueblos y misiones de paz. Me interesaba bastante el tema aunque, en principio, no tenía vínculo directo con la arquitectura. La experiencia consistía en un proyecto de tutela a la infancia; tenía que trabajar en una guardería de niños de 3 a 6 años, en Huaycán, una comunidad urbana autogestionada que se ubica al este del centro de Lima.

Cuando llegué a Perú, en Huaycán no existía un lugar físico donde implementar la guardería y desarrollar las actividades, entonces terminé diseñando, gestionando y construyendo esta primera obra: El Wawa Wasi de Huaycán. Una guardería hecha realidad gracias al apoyo de la ONG CPS, la asociación Solidaridad Esperanza Anna Margottini y los vecinos y las vecinas del asentamiento de Huaycán. ¡Esta experiencia me cambió completamente la vida!

¿Cómo nace «Asociación Semillas del Perú» y cuál es su directriz o directrices  principal/es?

En el 2013 tenía una oficina junto con Paulo Afonso (AMA). Ese mismo año se nos ofreció la oportunidad de postular a un fondo de financiación convocado por la Fundación Costa, a través de la empresa cafetalera “Volcafé”, para la construcción de una escuela en la selva central de Perú. Postulamos y ganamos, fue ahí que decidí mudarme a Pangoa, en la selva, donde en el año 2014 fundé la Asociación Semillas, que desde ese momento tiene un enfoque y unas directrices orientadas a la arquitectura de espacios educativos y públicos. De hecho, Semillas no es una oficina tradicional de arquitectura, es una asociación sin fines de lucro. Nuestro interés va en el diseño y más allá de ello. Nos interesa todo el proceso. Tras de la obra construida hay un largo proceso de participación comunitaria que alimenta a la arquitectura y viceversa. Creo que si el diseño de la propuesta arquitectónica no estuviese acompañado por un proceso social y participativo, no tendría ni tanto impacto ni sería tan bonito. Porque sí, creo que nuestros proyectos son preciosos y esa belleza es el reflejo del proceso, tiene una esencia.


Equipo Asociación Semillas – PH: Eleazar Cuadros

Tu trabajo arquitectónico tiene una marcada matriz enfocada a la sustentabilidad, ¿cómo ves el escenario en relación a la integración de lo sustentable como elemento trascendente a la hora de construir obras arquitectónicas en América Latina, y en particular en Perú, país donde trabajas y resides?

Nuestra matriz enfocada a la sustentabilidad tiene mucho que ver con la contextualización y la adaptación al lugar. Para proponer arquitecturas sustentables, coherentes con la ética y el espíritu de cada sociedad tenemos la responsabilidad de conocer los lugares y las personas donde trabajamos. Las zonas rurales en el Perú (71% del territorio), son territorios poco explorados por los arquitectos y se encuentran en estado de abandono por parte del Estado. Creemos que aplicar las fórmulas de sustentabilidad que se aplican a la ciudad no sirve de mucho (certificaciones, estándares etc.), más bien lo que buscamos hacer es potenciar las habilidades locales, usar materiales renovables, usarlos con respeto y responsabilidad y generar mecanismos multilaterales de gestión y cooperación.


Escuela inicial y primaria Unión Alto Sanibeni – PH: Eleazar Cuadros

Otro elemento interesante que hemos podido ver en tu trabajo, además del elemento sustentable, es el cooperativismo como herramienta eficaz para conseguir realizar proyectos que de otra manera serían muy costosos. ¿Cómo funciona esta estrategia, cuáles son, en general los grupos que deben formar parte de la cadena de cooperación y cómo se articulan entre sí?

Efectivamente el costo de construcción en las zonas rurales puede llegar a ser hasta 10 veces más que en las zonas urbanas. Esto es por la difícil geografía, la falta de accesos por carretera, la falta de proveedores, etc. Todo el proceso de construcción se complejiza si lo pensamos con los estándares de las ciudades. Tras 10 años de experiencia en el trabajo de arquitectura y cooperación hemos podido ver cómo con la participación comunitaria, recursos y saberes locales y el trabajo coordinado en cooperación entre instituciones, se pueden hacer grandes proyectos y de gran impacto con mucho menos dinero. Cabe recalcar, pero, que si tuviésemos que valorizar todo el trabajo de los voluntarios – aportes en materiales locales, aportes en jornadas de faenas[1] – que hay por detrás de nuestros proyectos, sería muy costoso también.

Por lo general los grupos que conforman la cadena de cooperación son instituciones nacionales como Ministerios, Municipios, Asociaciones indígenas, Institución de preservación ambiental, empresas privadas, e internacionales como entidades financiadoras y cooperantes, universidades, ONGs o fundaciones. Nuestro rol en este mecanismo de cooperación es la de acompañar a las comunidades en un proceso de gestión y estrategias de sostenibilidad económica, generar vínculos entre actores y definir objetivos comunes. Este modelo celebra el trabajo cooperativo, en el que cada institución aporta desde su ámbito en el respeto por el hábitat y las voces comunitarias.

Ahora…¿cómo se articulan entre sí estos actores? Accedemos a fondos a través de postulaciones a concursos de financiación por parte de entidades públicas o privadas. Por ejemplo, en la escuela primaria de Jerusalén de Miñaro, luego de un trabajo de investigación e identificación de la comunidad, postulamos a los fondos de financiación de la fundación Costa, juntos con la asociación sin fines de lucro Volcafé Speciality Perú (VSP). En las etapas de diagnóstico rural participativo y diseño participativo, a través de talleres juntos con la comunidad y autoridades locales llegamos a identificar y entender las necesidades comunitarias, identificar actores aliados, elaborar acuerdos y compromisos para la construcción de la escuela. En el territorio de Pangoa (en la selva central), nuestros principales aliados son: la municipalidad distrital, para garantizar el mantenimiento de carretera para el transporte de materiales; la asociación de pueblos originarios KANUJA (Unión Indígena Asháninka Nomatsiguenga del Valle Pangoa), que vela por los derecho de su comunidad; SERFOR  (Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre) que vela y nos acompaña en la gestión y uso de recursos forestales como la madera, el Ministerio de educación que acompaña en todas las tareas y garantiza gestión y mantenimiento de la infraestructura una vez terminada. En la etapa de construcción, los maestros locales de construcción y carpintería apoyan en la capacitación de los trabajadores, generando así capacidades y puestos de trabajo in situ. Todos estamos comprometidos por un mismo fin.


Escuela secundaria Chuquibambilla – PH: Paulo Afonso

¿Cómo surge tu interés particular por desarrollar proyectos de espacios educativos?

El primer amor con la arquitectura de espacios educativos fue en Huaycán, como les contaba en principio, y el segundo fue la selva y su gente.

El Perú es un país riquísimo social y culturalmente, pero muchas áreas del Perú se encuentran en total estado de abandono. La región Amazónica, por ejemplo, tiene altos niveles de discriminación, pobreza y corrupción, hay una gran falta de infraestructura y de una arquitectura con identidad propia. Este aspecto se hace más visible en el ámbito de la arquitectura educativa siguiendo, en la mayoría de los casos, modelos arquitectónicos de la ciudad que no están adaptados a las condiciones climáticas y culturales del lugar.

Frente a este escenario, cuestionamos el rol que tenemos como ciudadanos y como arquitectos y nos interesamos, principalmente, por la arquitectura educativa. En las comunidades rurales ¡la escuela tiene un rol importantísimo! En muchos casos es la única infraestructura pública ¡y es un lugar de vida comunitaria! Además pensamos que uno de los aspectos fundamentales hacia la justicia social es el acceso igualitario a la educación, entendiéndola como una práctica democrática, emancipadora y liberadora y el Perú tiene un déficit de acceso a la educación elevadísimo. En Pangoa, distrito donde nace Semillas, solo el 6,4% de la población llega a terminar los estudios de nivel secundario. Lo que más nos motiva es desarrollar proyectos de carácter público y que sean significativos para las comunidades.

Desde ARQA hemos venido desarrollando fuertemente la temática de arquitectura y niñez a través de nuestra sección ANIDAR, en este sentido ¿cuál crees que es la importancia de la participación de niños y niñas en la elaboración de este tipo de proyectos arquitectónicos? ¿cómo incluirlos en el proceso?

La relación de la arquitectura con la niñez es un mundo interesantísimo, esto ¡porque los niños tienen el imaginario más poderoso! ¡En nuestros proyectos las personas están en el centro del discurso y en las escuelas los niños, los profesores y la comunidad en general son participantes!

La arquitectura a través de la mirada de los niños se presenta como un complejo tejido de espacios, relaciones, mundos imaginarios, para la mayoría de los casos, sin filtros ni prejuicios. Además, el concepto del “buen vivir” en las comunidades originarias tiene otro sentido y otros estándares – “El territorio es sagrado para nosotros, ahí están nuestros espíritus…los colonos[2] piensan diferente a nosotros…”- así Italo, líder indígena de la comunidad de Jerusalén de Miñaro nos ayudaba a reflexionar sobre el profundo vínculo del indígena con la naturaleza.

Entonces, lo que hacemos es hacernos muchas preguntas y empezamos cuestionando nuestras  “verdades preconcebidas”, desde la posición de actores externos y de adultos. Por ejemplo, nos preguntamos si la forma de aprender para los niños indígenas es igual a la de los niños de las ciudades. Francesco Tonucci, psicopedagogo italiano dice que el aprendizaje está vinculado a la emoción y la emoción al juego y el juego al riesgo. Entonces, imaginando los niños y niñas indígenas que crecen y juegan libremente en la naturaleza, buscamos proponer espacios híbridos, espacios de juego inductivo y libre que permitan la apropiación y creación de mundos imaginarios por parte de los niños.

Ahora, ¿cómo incluimos a los niños? Desarrollamos talleres participativos con ellos, exploramos juntos la comunidad, la estudiamos desde su perspectiva, observamos a través del método etnográfico la acción de los niños en su hábitat y su relación con el entorno, los observamos en la escuela, en la casa, en el bosque, jugamos y aprendemos de su cultura y de su forma de habitar.


Escuela inicial y primaria Union Alto Sanibeni – PH: Eleazar Cuadros

Sé que la mayor parte de tu trabajo la has realizado en contexto de comunidades indígenas. ¿Cómo ha sido el vínculo con ellos y cómo has sido capaz de superar y sobrellevar la desconfianza que muchas veces y por experiencias pasadas, frustrantes, tienen los pueblos originarios hacia los proyectos e inserción del «mundo blanco» en sus territorios?

Las comunidades indígenas han sufrido discriminación, violencia política, violación de derechos humanos si ningún resguardo por parte del Estado. Además han sido silenciadas y marginadas. Esto tiene un origen antiguo, desde la evangelización, la colonia, el conflicto armado interno… Las comunidades nativas desconfían del actor externo que quiere actuar en su territorio, por las dificultades en la comunicación, creencias culturales y experiencias pasadas. Principalmente las comunidades rurales, reciben visitas en momentos de campaña electoral, escenario de promesas políticas que en la mayoría de los casos no se llegan a concretar, y es  por esto que los comuneros[3] desconfían.

Por otro lado hay leyendas como la del “saca ojos” y  “pishtaco” que son seres legendarios blancos que roban y matan a los indígenas. Estas leyendas provienen de traumas verdaderos: en su historia ha habido violaciones, tráfico de órganos, trata de niños. La gente está con miedo.

Cuando, uno entiende esto, entonces va con otra actitud y es deber de uno ganarse la confianza de la población. Pero, soy sincera, no creo que dependa del color de la piel, los indígenas ven también al Limeño como a un extranjero; es una cuestión de heridas históricas y violaciones de derechos humanos que siguen persistiendo, que hace que las personas desconfíen las unas de las otras.

En nuestro caso, al principio fue muy difícil, pero, año tras año hemos ido consolidando la confianza haciendo realidad muchos proyectos con participación ciudadana. Logramos acompañar todos los procesos de cerca, generando proyectos participativos ricos en intercambios y aprendizajes. Siéndote sincera, hemos compartido tanto con los hermanos indígenas, que no creo que debamos hablar de raza, si no de valores éticos y humanos.


Casa grande Otica – PH: Eleazar Cuadros

¿Cuáles piensas que son los desafíos más importantes que tienes aún pendientes para lograr acceder a una arquitectura más consciente, sostenible, cooperativa y contextualizada? ¿Crees que hay manera de hacerlo desde una vía gubernamental o solo es posible en agrupaciones independientes? 

Sería deber de los gobiernos desarrollar arquitecturas sostenibles, cooperativas y contextualizadas, sin embargo el sistema tiene mecanismos y burocracias que hacen que esto se vuelva una utopía. Desde nuestra experiencia, lo que pensamos que se puede lograr hacer, es generar mecanismos de trabajo cooperativo entre instituciones gubernamentales y no gubernamentales, actuando cada quien desde su rol e interés. Esto permite mayor flexibilidad y la única manera para que sea consciente, sostenible, cooperativo y contextualizado es hacerlo con participación ciudadana.


Escuela Secundaria Santa Elena – PH: Marta Maccaglia

Uno de los desafíos más importantes que tenemos es el de fortalecer la relaciones inter-institucionales, divulgar el método y aplicarlos a proyectos de distintas escalas y contextos.

[1] Faena – término que se usa en Perú para un trabajo comunitario.
[2] Colonos – las comunidades indigenas nombran a las personas que provienen de otras ciudades del Perú y que no pertenecen a su etnia, colonos.
[3] Comunero – los pobladores de las comunidades indigenas se suelen llamar en el Perú comuneros.
[4] Italo Cherense Leguía – líder indígena Nomatchiguenga, comunidad nativa de Jerusalén de Miñaro.
[5] “Hacia una educación intercultural bilingüe” propuesta pedagógica, documento de trabajo de Ministerio de Educación.

Conoce más acerca de Semillas Perú: https://arqa.com/actualidad/noticias/asociacion-semillas-peru-arquitectura-sostenible-y-cooperativa.html

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