8.5.2017
Zona Gastronómica Plaza Orellana
Dieciséis años después de la regeneración del borde fluvial de ciudad, este espacio público se ha convertido en el principal referente de la identidad guayaquileña, modificando positivamente la percepción de los ciudadanos de su rol con lo urbano y el rol entre lo político, privado y espacio público.
Dieciséis años después de la regeneración del borde fluvial de ciudad, este espacio público se ha convertido en el principal referente de la identidad guayaquileña, modificando positivamente la percepción de los ciudadanos de su rol con lo urbano y el rol entre lo político, privado y espacio público.
La recuperación del malecón se ha considerado, más que como un proyecto arquitectónico, un modelo de gestión exitoso, donde las alianzas entre lo público y lo privado han sido su mayor fortaleza para lograr una sostenibilidad económica a través del tiempo.
Desde el punto de vista de gestión, los espacios públicos deben ser considerados como organismos vivos, en constante evolución, que de manera orgánica se van adaptando a las variables físico-sociales que se van presentando en este proceso.
Es así que estando próximos a cumplir dos décadas de su apertura ha sido imperativo emprender una evaluación del proceso evolutivo de los espacios, de cómo ha sido la apropiciación por parte de los ciudadanos, de cuáles son las nuevas necesidades y expectativas, para así poder iniciar una reedición tanto física como conceptual. Actualmente, se está llevando a cabo la rehabilitación integral de las infraestructuras y la reconceptualización de los espacios considerados de poca funcionalidad, es ahí donde surge la idea de crear el proyecto en la Plaza Orellana.
El proyecto decantó en el diseño de dos restaurantes en un solo cuerpo, pero que, a la vez, sean autónomos. Está orientado en el eje longitudinal (norte-sur) del malecón, de forma que encaje armónicamente dentro de un área arbolada preexistente a la altura del portón Orellana.
En el desarrollo conceptual, el espacio correspondiente al área de mesas, fue concebido como una caja de cristal, estructurada por unos pórticos metálicos externos y separados de ésta. La transparencia del vidrio permite integrar el lugar con el paisaje que lo circunda.
En la parte externa de cada caja de cristal se diseñó una composición de tres cuerpos laminares con diferentes formas y alturas a manera de una piel que sirve para minimizar el impacto del asoleamiento. Las formas deconstruidas de estas láminas metálicas perforadas contrastan con la rigidez formal de la caja y permiten mantener la transparencia del interior hacia el exterior.
El volumen correspondiente al área de las cocinas actúa como enlace entre ambas cajas de cristal y se relaciona estrechamente con los cuerpos de piel laminar tanto en la altura como por su forma origámica.