17.2.2017

Plaza Huerto San Agustín

El proyecto de la Plaza Huerto San Agustín se caracteriza por dos premisas principales: la puesta en valor de la memoria urbana del lugar y la incorporación de nuevas áreas verdes y espacios públicos de escala doméstica que favorezcan la apropiación y la integración de los usuarios del Centro Histórico de Quito.

La puesta en valor de la memoria urbana del lugar se realiza mediante la incorporación de elementos didácticos, como las placas rediseñadas sobre planos urbanos de los últimos cuatro siglos que cuentan las transformaciones que sufrió el tramo de la calle Mejía, entre las calles Guayaquil y Flores; los juegos de equilibrio para niños que hacen alusión a la crónica urbana sobre “la lagartija que abrió la Calle Mejía” en el siglo XIX, la escultura humanizada de San Agustín que camina como uno más entre los usuarios de la plaza y los apliques en bronce que marcan la línea de fábrica en memoria al edificio que fuera del Registro Civil, que ocupó el lote del proyecto entre los años de 1964 y 2015, ocultando por completo la vista posterior del edificio patrimonial monumental del Convento de San Agustín.

Además de estos elementos, se reinterpretan en el diseño de piso de la plaza los grafismos para zonas de huertos de los planos históricos de la ciudad, rememorando el antiguo huerto de los agustinos que unía las dos manzanas a norte y sur del eje de la calle. El mismo diseño de piso se encuentra en el atrio exterior de la iglesia de los agustinos en la entrada de la calle Chile.

La incorporación de las zonas verdes, que proporcionan sombra, y fuentes de agua se integraron por completo al diseño de piso en piedra volcánica negra y andesita en dos tonos de grises. Y la pacificación de este tramo de la calle permitió que la plaza se extienda de paramento a paramento, mejorando significativamente el ancho de la acera en el lado norte y reduciendo la velocidad de circulación de los vehículos.

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Con la liberación del ex edificio del Registro Civil quedó expuesto el muro de contención del convento, realizado en los años 60, revestido en piedra y de casi 8 metros de altura. Para realizar la transición de escala entre el muro y la cota principal de la plaza de uso peatonal, se incorpora una pérgola metálica que además permite alojar el programa de actividades que garanticen el uso en planta baja.

En la pérgola de 4,50 m de altura se marca el ritmo dado por la repetición de los pórticos metálicos a cada 1,50 m y se ubican dos locales destinados al uso gastronómico, una zona de pérgola al aire libre, baños públicos, dos parqueaderos de uso de los agustinos, además del acceso a la circulación vertical del convento (también construida en los años 60).

De hecho, la gran celosía metálica se incorpora al proyecto con el fin de dar una fachada al volumen de la escalera y salas de apoyo adosadas al lado izquierdo de la sacristía. El ángulo de las lamas de metal permiten ver, al peatón que desciende el eje de la Mejía, la fachada posterior del convento. Sin embargo, en sentido ascendiente ocultan la pieza edificada de circulación vertical.

Por último, uno de los mayores desafíos del proyecto fue la compleja resolución de los niveles existentes, solucionada mediante una acera continua de acuerdo a la pendiente existente de la calle Mejía y el desarrollo de cuatro plataformas que vencen el desnivel de casi cinco metros entre la cota más alta y la más baja de la plaza.

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