2.12.2010
Restaurante Celler de Can Roca en Girona
El nuevo Restaurante Celler de Can Roca está ubicado en la antigua torre de Can Sunyer y las edificaciones adyacentes, donde hasta ahora se emplazaban los usos de banquetes y grandes celebraciones. A esta torre que data del año 1911, se le hicieron dos ampliaciones: una gran sala de planta triangular abierta con vistas a la calle y un porche de planta curvada en el jardín posterior. Una ampliación en el año 1994 y otra en el año 1999 respectivamente. Ambos volúmenes conectados a la torre original a través de su antiguo porche, dotaban al conjunto de más superficie para las celebraciones aunque funcionaban independientemente.
El encargo de crear un nuevo restaurante pensado para un número limitado de comensales, dado el carácter elaborado y exquisito de su cocina, y de crear una atmósfera relajada e intima, eran totalmente opuestos a las características del espacio ya existente.
El éxito del Restaurante del Celler de Can Roca a lo largo de los años se ha basado en la aportación de cada uno de los hermanos Roca, un trabajo a tres bandas que ha logrado la perfecta armonía entre la cocina, los postres y la bodega aparte de un buen servicio.
Este juego a tres bandas, ha sido el punto de partida para gestar el nuevo proyecto de arquitectura. El motivo por el cual se ha querido potenciar la planta triangular del comedor existente y trabajar con la idea de tres jardines de carácter totalmente diferente, pero que se complementan entre ellos.
La intervención arquitectónica ha intentado también conectar visualmente todos los espacios, abrirse al entorno inmediato de los jardines, el primero de acceso y el segundo donde encontramos el huerto escondido detrás de la torre, y así potenciarlos y al mismo tiempo crear nuevos espacios que organicen el interior.
El proyecto parte de un gran vacío que penetra sobre el tejido de la edificación existente de la sala principal. Con esta intervención, juntamente con la apertura de grandes ventanas y la ayuda de reflejos de los paramentos de espejos se han creado relaciones hasta ahora inexistentes, agrupando todos los espacios en un solo conjunto que se observa y dialoga entre todas las partes. Estas operaciones relacionan el exterior inmediato con el interior extendiendo los límites de las salas y ayudan a jerarquizar los espacios y a organizar sus usos.
En la planta triangular de la sala existente la propuesta perfora el volumen con una caja triangular de cristal que aporta luz y transparencia al interior. Este vacío en el medio, este nuevo elemento exterior en el interior, reorganiza las circulaciones y a los comensales alrededor. También aporta más fuerza y luz al comedor y equilibra la superficie restante en el espacio íntimo que requiere este tipo de cocina. Esta intervención crea un espacio de contemplación, intimista, de introspección de sí mismo, que se observa desde todos los rincones pero sin mostrarse totalmente, debido al reflejo del cristal y a la nueva vegetación que arranca hacia el cielo. Nace así el tercer jardín.
Desde la calle, una nueva fachada recubierta de madera esconde la puerta por donde se accede al jardín de acceso. A través de una rampa voluntariamente estrecha, oscura y abigarrada de vegetación se acentúa el paso dramático hacia el primero de los jardines; una vez allí, se descubre el efecto contrario de un espacio abierto y claro.
El jardín de acceso es una reinterpretación del patio existente, en el que un pavimento de piezas de hormigón prefabricado da un dinamismo delante de la hierática fachada principal de la Torre, y conducen al visitante al acceso principal. Este es un punto de bienvenida donde sólo se establece el dialogo entre la vegetación y el pavimento; y entre la fachada de la Torre existente y los nuevos recubrimientos nuevos y aperturas practicadas.
La fachada de la Torre, se ha mantenido igual, pero se ha cerrado por completo el porche anexo, por donde se produce el acceso al interior con un revestimiento de madera de teka recuperada y se ha abierto la edificación anexa de la sala principal con una gran caja de cristal que aporta transparencia a la sala de puros y favorece la comunicación visual hasta el comedor interior.
La recepción, ubicada en el antiguo acceso de la Torre, esconde cualquier vestigio de su fisonomía original, excepto por la bóveda catalana. A través de la puerta ciega de acceso, el visitante descubre dos parámetros blancos lacados a lado y lado, dos volúmenes intrusivos que enmarcan el paso y que con un ritmo marcado acentúan los accesos a los usos adyacentes y dramatizan los pasos intersticiales a estos mismos. Es un sitio donde contrasta la rugosidad del techo original con los nuevos paramentos lacados, la quietud inicial y el devenir de los camareros y comensales, la opacidad de la puerta y la luz del reflejo del jardín que anuncia el final. Es aquí donde el cliente empieza a descubrir las miradas cruzadas entre los espacios, los reflejos a través de los espejos….
La sala de la cava de puros se abre a la derecha del acceso. Es una sala rectangular, con la cava y las bodegas en los extremos y la transparencia en el comedor y jardín en las paredes longitudinales. Es un escaparate, una caja blanca, donde sólo el contrapunto del color vino del mobiliario rompe esta serenidad. Este espacio de reposo y contemplación, con una situación privilegiada, es el origen del juego de miradas cruzadas de la gente que llega y se va, de la gente que disfruta del comedor.
Al comedor se accede a través del volumen blanco de recepción por dos rampas estrechas y largas, hasta llegar a la gran sala presidida por el patio triangular central. La primera visión tangencial del patio, organiza los recorridos alrededor de éste, dejando las mesas solo en dos de los lados y alejadas hacia el perímetro de la sala, dejando discurrir así el trajín de camareros alrededor de esta caja de luz. Al igual que el follaje de los abedules plantados en el nuevo jardín, la sala juega con esta dualidad de tonos; en las paredes el revestimiento de madera de roble con lamas ligeramente inclinadas crea una doble visión blanco-roble dependiendo del sentido del recorrido. Esta combinación de blanco brillante y madera de roble viste toda la sala, techo, tierra y mobiliario….
Desde el vestíbulo otra vez, al fondo aparece la imagen del tercero de los jardines. El primero de bienvenida, el segundo de contemplación e introspección y el último de ensayo y creación. Allí, detrás de la cocina, se esconde el huerto y las plantas aromáticas, cómplices de la experimentación culinaria y de las esencias. Al principio del antiguo porche curvado, una superposición y sucesión de planos inclinados de espejos esconden los servicios y oficinas mostrándose en el reflejo del jardín posterior de la Torre. Y a medida que se avanza hacia ellos, mostrando la nueva bodega.
Cinco grandes cajas de madera desorganizadas sobre el jardín posterior penetran el cierre del antiguo porche curvado, simulando el baile de cajas de vinos esperando a ser abiertas para degustar su contenido. Desde fuera, estos volúmenes esconden bajo el revestimiento de antiguas cajas de vino recuperadas, el contenido de vinos de diferentes regiones muy especiales con una degustación donde se implica cada uno de los sentidos. El resto de la bodega, bajo el cobijo del antiguo porche, se distribuye en forma de abanico según la organización de las estanterías de vinos.
Y finalmente, y lo más importante, la cocina. Escondida dentro del corazón de la antigua Torre, centro de gestación culinaria y alrededor de donde gira el proyecto. Esta se muestra desde el inicio al visitante de manera franca y gentil, a través de la puerta principal de la Torre, y enseña a través de su recorrido longitudinal, la relación entre el jardín de acceso y el jardín posterior.
El contraste y la sorpresa acompañan en todo el recorrido del restaurante. La dualidad de conceptos opuestos, como la opacidad del acceso principal y la transparencia de la sala de puros, la luminosidad del jardín de acceso y la penumbra recogida del vestíbulo de recepción, los materiales calidos, mates y naturales sobre los fríos, blancos y brillantes en el comedor, serán recursos empleados en todo momento para mantener el diálogo y sorpresa buscados.
Se crea así la metáfora donde la arquitectura viste la gastronomía, no sólo epidérmicamente, sino que persigue crear la misma percepción de sorpresa inicial para finalmente recoger y acomodar al visitante. Un dulce equilibrio de sensaciones.
Así pues, podemos decir que el Celler de Can Roca se viste de nuevo espacio que tiene la voluntad de mantener y reforzar la expectación, sorpresa y calidad que siempre ha marcado el espíritu de este restaurante.