16.8.2013
Colegio Público de Educación Infantil y Primaria en Pamplona, España
Su única vecina, una vieja y ruidosa fábrica, dibuja el acceso de una larga calle todavía vacía. A su frente las colinas que ocultan los primeros barrios de Pamplona. Y entre ellas un extraño lugar. Un lugar que está ahí abajo. Bajaremos a buscarlo.
Dibujamos una planta de eficiencia docente. De ella resulta una secuencia de espacios abiertos y espacios cerrados, patios y alas docentes. Su ley concede la re-lectura de este lugar. El primer patio se abre y asoma a la calle, convirtiendo su recorrer en un espacio transformado en lugar interior. Y se abre para bajarnos, porque el lugar está ahí abajo. El recorrido de una inesperada rampa, que accidenta el volumen moderno, estira su ventana al cielo que anuncia el mejor paisaje escogido para la vida de patio de sus futuros habitantes.
Aquellas bellas colinas cuya geografía sólo ha sido nombrada por unos viejos silos que nunca pensaron ser ciudad. Los dos siguientes patios alumbran y recogen la vida escolar de las aulas. Finalmente, su salida a aquel jardín de delicias silvestres, umbral de las colinas limítrofes, se anuncia y define como la puerta que sólo se atreve a ser un biombo de ladrillo, porque sabe que la puerta ya se recorrió, y por tanto ya se cruzó.
Esta secuencia de espacios abiertos al mejor cielo empuja entonces al colegio, como un volumen que se engarza como accidente geográfico, otorgando a la nueva calle una nueva ambición urbana. El frente que resulta de tal accidente geográfico propone entonces como nueva topografía el nombramiento de la calle como un repliegue de planos de ladrillo que anuncian la mirada tangencial como propuesta de una futura estructura urbana.