12.8.2008

Casa Os – Laredo, Cantabria

Nota publicada en revista Ion+ La voluntad de interferir lo menos posible en la topografía visual del paisaje ha llevado a pegar la casa al terreno y establecer modalidades de cubierta y fachada que se relacionen de forma directa con el entorno. La idea de un "edificio agazapado" está detrás de las decisiones en cuanto a volumen, posición, ocupación, imagen exterior y acabados de fachada.

Se presenta un proyecto de arquitectura bajo las siguientes condiciones: una pareja ha comprado una de las contadas fincas urbanas con vistas al mar que quedan sin edificar en la costa del Cantábrico. Después de peinar cada pueblo costero desde Plentzia hasta San Vicente de la Barquera durante casi un año encontraron el lugar que buscaban en una urbanización creada en los años setenta junto a Loredo, un pueblo playero satélite de Santander en el municipio de Ribamontán al Mar. La parcela 21 de la Urbanización. El Bosque tiene una pronunciada pendiente hacia un acantilado de 30 metros donde rompe la mar. El viento del Noroeste es una presencia violenta casi constante que no deja crecer ningún árbol sin resguardo. Cuando un seco castellano llega allí se pregunta porqué todas las casas están construidas en las laderas sur, dando la espalda al mar. Lo que sucede es que el sol es lo más apreciado por los montañeses que se construyen una segunda casa por aquí, mientras que el mar es para ellos algo evidente. «Nosotros, sin embargo venimos de lejos buscando el mar, el viento, las olas y entonces, a pesar de ir contracorriente, decidimos quedarnos en la 21».

90 x 50. 4500 m2 con una edificabilidad del 8%, es decir, 360 m2 construibles. Los sótanos no computan. Altura máxima de 3 m al alero y 6 m a la cumbrera. Retranqueos de 10 m a linderos y 12 m al eje del vial trasero. 11 m de desnivel. 30 minutos andando a la Playa de Langre y 10 al extremo oriental de la Playa del Puntal que cierra en su otro extremo la bahía de Santander. Horizonte cantábrico desde Cabo Mayor, al oeste, hasta Cabo de Ajo, al este.
Se define un movimiento de tierras en la parcela con el propósito de generar un jardín protegido del viento marino. El edificio queda incluido dentro de un prisma de base cuadrada (22×22) y altura de tres metros y medio. La cubierta ecológica y transitable es la fachada más vista de la casa. El programa de la vivienda se desarrolla en planta primera, con una planta baja (o sótano, según a quién se lo cuentes) de garaje, instalaciones, almacén, porche y jardín de sotavento. Ningún elemento construido en cubierta (chimeneas, barandillas, etc…) supera la línea del horizonte de una persona situada en la cota de la calle.
La voluntad de interferir lo menos posible en la topografía visual del paisaje ha llevado a pegar la casa al terreno y establecer modalidades de cubierta y fachada que se relacionen de forma directa con el entorno. La idea de un «edificio agazapado» está detrás de las decisiones en cuanto a volumen, posición, ocupación, imagen exterior y acabados de fachada. La propiedad establece un programa de «segunda vivienda» (todos sabemos que algún día acabará siendo primera), condicionado por una variación en la intensidad de uso en cuanto al número de personas, el tiempo de estancia y la época del año. La complejidad programática (pareja, familia, amigos; verano, invierno; fin de semana, temporadas largas;) se resuelve atendiendo a valores de ahorro energético, simplicidad espacial y flexibilidad de uso. La distribución del programa de la vivienda en bandas perpendiculares al eje longitudinal de la parcela es la siguiente (en orden de cercanía al mar): salón/comedor/ biblioteca + despacho; habitación Santander + baño + aseo/almacén + cocina + baño doble + habitación multiorientada; patio vertical + zaguán norte + patio acceso; habitación introvertida + baño indiscreto + espacio breve + espacio flexible + baño abierto + habitación bañera; patio hueco + zaguán sur + patio helechos; habitación múltiple + baño + salón elevado sur + baño + habitación no vacancies. La casa OS está servida.
La experiencia de la complejidad sencilla. El encargo de la casa OS nos ha permitido llevar a la práctica un experimento de arquitectura. La propiedad nos desafió con un programa de una complejidad poco habitual en esta tipología que reflejaba necesidades de muy distinto orden. Por un lado el amplio espectro en el número de usuarios de la vivienda que debería variar de dos a treintaitantos, pasando por todas las posibles situaciones intermedias. Éstas recogían combinaciones tales como pareja + pareja amiga (4pax), familia y familia ampliada (6-10pax), amigos de paso, amigos gorrones o amigos de los amigos (10-20pax), por poner un ejemplo. Por otro lado, las habituales variaciones temporales de uso en una segunda vivienda, quedaban exacerbadas por la condición de número de usuarios mencionada arriba. Fines de semana, puentes, temporadas largas de varios meses, veranos, inviernos, cada uno de ellos con su combinación numérica asociada. Un último factor que se introdujo en este juego de posibilidades fue la incertidumbre sobre el futuro del programa descrito. La edad de los propietarios, el incierto desarrollo de las familias de los hijos de éstos o los posibles cambios de segunda a primera residencia terminaban por configurar un panorama al que había que responder con la precisión de un reloj y al mismo tiempo con la suficiente indeterminación como para acoger transformaciones del programa no controlables a priori. En seguida comprendimos que el experimento debía centrarse en la búsqueda de un modelo de planta que pudiera absorber los flujos del tiempo contemporáneo que se plasmaban en la exigencia programática y pudimos recitar nuestra hipótesis de trabajo: se exploraría la posibilidad de organizar un espacio doméstico complejo por adición simple de espacios básicos. Llevábamos tiempo queriendo constatar esta posibilidad, convencidos de la rigidez que reportan tanto la flexibilidad infinita de la planta libre en programas como el que nos ocupaba como el artificioso posibilismo de las organizaciones espaciales resultantes de dialécticas complicadas. Dispuestos a asumir el riesgo de adentrarnos en un camino compositivo que no sabíamos dónde nos llevaría, comenzamos nuestro experimento. Se planteó la definición de los límites de un plano de trabajo, atendiendo a las decisiones de escala y relación con el entorno, así como a las exigencias de la normativa vigente. Definido este plano se trabajó sobre la planta de tal modo que pudieran aparecer asociaciones espaciales desconocidas. Se hicieron varias series de modelos de organización, ajustando superficies, grosores de muros, sistemas de relación espacial y condiciones de uso, hasta llegar a congelar un momento del proceso del que se extrajo la solución definitiva. Hagamos recuento: la planta de la casa está formada por 30 espacios básicos asociados en 48 parejas simples y 132 relaciones complejas. Los llamados espacios básicos llevan asociado un fragmento del programa y un grado de incertidumbre. Tenemos por ejemplo el espacio «cocina» (7) que con toda seguridad seguirá siendo el espacio «cocina» por mucho tiempo. La incertidumbre en este caso es igual a cero. Pero también tenemos otros espacios como la «salón elevado sur» (27), que lleva asociado un grado de incertidumbre alto, ya que puede ser un dormitorio común, una sala de juegos para niños o un salón de invierno. Y estas posibilidades no sabemos cuando se concretarán, ni que estabilidad temporal tendrán. ¿Un día, una semana, un año? El caso más extremo de esta incertidumbre se produce en los «zaguanes» norte y sur (11 y 22), que todavía nadie sabe qué uso tendrán, aunque ya se han escuchado diferentes propuestas. Las parejas simples están formadas por dos espacios básicos unidos por un hueco de suelo a techo. Las relaciones complejas son las que definen un recorrido entre dos espacios básicos a través de un tercero. El sistema de adición ha producido unos reconfortantes efectos en la complejidad espacial de la vivienda. La planta de la casa OS ha quedado definida como un campo de posibilidades múltiples. Nuestro proceso de búsqueda ha cohabitado con otros en los que hemos encontrado compañía y ayuda. Hemos aprendido de aquellos proyectos que rezumaban complejidad sencilla, profunda, poco evidente. Su aparición en el lugar común de la arquitectura nos ha animado a seguir por el camino incierto que comenzamos, de modo que se han ido desvelando riquezas inesperadas y se han abierto nuevos apetitos.

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