30.6.2025
Bodegas LA HORRA
Una bodega comprometida con la sostenibilidad
La nueva bodega de Bodegas LA HORRA, situada en Ribera del Duero, ha sido diseñada bajo criterios de sostenibilidad, integrada en el paisaje e inspirada en la arquitectura tradicional de las bodegas de la zona. Carme Pinós, Premio Nacional de Arquitectura, y su estudio han trabajado junto a la propiedad, Vértice 21 Ingeniería y la constructora Inexo en el proyecto.
Esta bodega supone la consolidación del proyecto de Bodegas LA HORRA, que empezó su andadura en 2009. En una primera fase, se levantó la nave de elaboración para vinificar las primeras añadas de CORIMBO y CORIMBO I. En la segunda, finalizada en 2015, se construyó la zona de crianza y el botellero. En 2023, se inició la tercera fase junto con el Estudio Carme Pinós: la construcción de una bodega de alta eficiencia energética destinada a la elaboración de vinos de la más alta calidad.
Mario Rotllant, presidente del Grupo RODA, explica: “Tras 16 años desde que iniciáramos nuestra andadura en Ribera de Duero, encontrando una zona vitivinícola inigualable para la elaboración de tempranillo, hoy damos un gran paso al inaugurar la bodega definitiva, sostenible y de alta eficiencia energética y que nuestro equipo, junto a Carme Pinós y su estudio, han desarrollado a la perfección. La nueva bodega refuerza nuestra presencia en Ribera del Duero, con la que esperamos, además, contribuir al desarrollo económico en la zona”.
Agustín Santolaya, director general de Grupo RODA, declara: “CORIMBO y CORIMBO I recogen cada detalle de este magnífico entorno, un paisaje formado por lomas de suelos pobres y calizos, coronadas por pinares y llenas de plantas aromáticas. Expresan una nueva visión de la Ribera burgalesa en la que la elegancia y la frescura toman el papel protagonista”. Y continúa: “Carme Pinós captó de inmediato nuestra filosofía y ha diseñado una bodega que permite extraer cada matiz de este territorio con delicadeza: utilizando la gravedad, la temperatura natural del subsuelo y el movimiento del aire a través de zarceras que recuerdan a las antiguas bodegas de los pueblos de la zona. Todo esto, con una belleza increíble, en un conjunto arquitectónico que a veces parece que no existe y otras deja una impronta imposible de olvidar”.
Grupo RODA, fundadores de Bodegas RODA, la bodega del Barrio de la Estación de Haro (DOCaRioja), tras una exhaustiva búsqueda del mejor territorio para la uva tempranillo, y en una apuesta por la zona y el territorio de la Ribera del Duero, encontró en los viñedos de La Horra (Burgos) el lugar perfecto para realizar su proyecto. Con su nueva bodega, Bodegas LA HORRA plasma así toda su filosofía de preservación y respeto absoluto de la tierra, creando una bodega en la que la sostenibilidad se transmite de principio al fin, desde un viñedo que apuesta por la biodiversidad y el mínimo intervencionismo, hasta un proyecto arquitectónico en armonía con el paisaje de su bodega, pasando por todo el proceso de elaboración, pensando siempre en la búsqueda de la excelencia.
La finca en la que se encuentra Bodegas LA HORRA se ubica en la Ribera del Duero burgalesa, en el término municipal de La Horra, en el paraje de La Horca, al norte del camino de Anguix, y cuenta con 25 hectáreas, entre viñedos y bosque de pinos. La nueva bodega se ha construido al borde de un pinar, en la parte norte de la finca y ocupa 4.700 m2, que se destinan a la elaboración, la crianza en barrica y al botellero, así como a una zona de exposición y venta directa . Las naves existentes anteriormente sirven ahora como centro logístico y área de expedición.
La inversión total en la obra, instalaciones y equipamiento ha sido de 9,5 millones de euros. Bodegas LA HORRA refuerza su presencia en la Ribera del Duero y consolida su apuesta por la innovación respetuosa. Bodegas LA HORRA se posiciona, así, como referencia en la elaboración de vinos que son reflejo fiel de su territorio: CORIMBO y CORIMBO I, tintos de raíz ecológica, expresivos, frescos y profundamente ligados a su entorno.
La arquitectura de la bodega
Con la construcción de la bodega LA HORRA, Carme Pinós y su estudio se estrenan en la tipología vitivinícola, y lo hacen con el rigor y la austeridad formal que les caracteriza. En estrecha colaboración con la propiedad de la bodega, con Agustín Santolaya y con el equipo del estudio —entre ellos el arquitecto Samuel Arriola—, han concebido una obra que trasciende lo arquitectónico para integrarse con naturalidad en el paisaje y en la filosofía de la casa.
Partiendo del esquema de bodega tradicional en Ribera del Duero, soterrada y ventilada por zarceras, han trazado una pieza arquitectónica de imagen contemporánea, opuesta a la apariencia ancestral de las antiguas bodegas que abundan en la comarca burgalesa. Se dispone semienterrada, en una oquedad excavada, semejante a un abrigo, con el doble fin de velarse a la vista y de servirse de la geotermia propia de las cuevas.
Viñedo y arquitectura comparten en La Horra un mismo emplazamiento, escogido, tanto por la calidad de la expresión de la tempranillo en este terruño, como por ser idóneo para que se creara un espacio singular arquitectónico: se trata de una ladera en pendiente orientada al sur, punto cardinal óptimo desde el que el sol baña los racimos y las estancias.
Poblada de viñas, esa ladera forma en su cumbre un otero con vistas espectaculares al viñedo y al pueblo de La Horra, asentado en un valle extenso que alcanza el horizonte, definido por las aguas del Duero. Grupo RODA reconoció en este singular mirador, en la finca vitivinícola de La Horra, el paraje natural en que levantar el edificio icono de la firma. Ahí mismo, plantados con la sencillez de lo cotidiano, resisten el paso de los días los emblemas sensibles de la historia familiar reciente: una casita de adobe y una encina majestuosa que extiende su techo de ramas y hojas sobre una larga mesa de piedra entre bancos corridos.
Para Bodegas LA HORRA, que considera fiel reflejo del paisaje los vinos que elabora, la elección de Carme Pinós y su estudio no pudo ser más acertada. La bodega resultante de este trabajo colectivo reitera el compromiso con el territorio que define tanto la arquitectura del estudio Carme Pinós como la visión de la bodega. El edificio surge del suelo con la naturalidad del crecimiento de las viñas en la tierra y el trabajo respetuoso de quien se preocupa por transmitir la esencia de un lugar en sus vinos.
Inspirada en las construcciones de la zona
Las bodegas enterradas de la zona suelen excavarse en las laderas de una mota aislada en el campo. Disponen de dos tipos de abertura: un hueco de paso en una brevísima fachada, recrecida en la pendiente, y una chimenea de ventilación que denominan zarcera.
En el edificio proyectado por el estudio de Carme Pinós existen dos tipos de zarcera: una doble, apropiada a la sala donde la uva fermenta, y otra, simple, en los espacios de crianza en barrica y en botella. Ambas se pueden clausurar o abrir a voluntad mediante compuertas, con el fin de regular la ventilación, la renovación del aire o el secado, en cada etapa del proceso de elaboración del vino.
La bodega funciona, por tanto, a la manera de un botijo que refresca su cavidad interior o, bien, al modo de un secadero que deshidrata productos del campo. El sistema de ventilación por zarceras es pasivo, sin máquinas ni motores. En consecuencia, resulta ecológico, sostenible, silencioso y carente de las vibraciones que afectan al correcto desarrollo del buen vino. Carme Pinós considera que una bodega con ventilación pasiva y enterrada mejora su rendimiento porque “reduce las diferencias térmicas entre las estaciones del año, refrescando en verano y templando el ambiente en invierno”. El edificio incorpora energía solar y lámparas LED de bajo consumo, y su diseño contempla las normas de reducción de la huella de carbono y el funcionamiento por gravedad.
Tanto el estudio como la propiedad de la bodega tenían claro que querían supeditar el proyecto a la conservación intacta del espacio al aire libre de la casita, la encina y la mesa de piedra, alejando al borde de la ladera la inserción de la bodega en el subsuelo. Invisible por estar cubierto de tierras, del edificio emergen tan solo las cabezas de las zarceras y una cubierta de escala colosal de hormigón visto en forma de teja megalítica. Aparece dispuesta en paralelo a las curvas de nivel, y en la posición invertida de un receptáculo que se llenará con las flores de un jardín espontáneo de plantas autóctonas.
El Grupo RODA desea que esta bodega se convierta en el emblema del vino que produce. Guiado por ese objetivo, el estudio de Carme Pinós ha trabajado en permanente diálogo con la propiedad para trazar un edificio-máquina que encadena un rosario de espacios identificados con cada estado del proceso de transformación de la uva en vino, desde la vendimia en viñedo hasta la crianza, el embotellado, el embalaje y su carga en camión. El espacio se organiza en tres niveles descendentes conectados por rampas y escaleras, ocupando una superficie de 4.700 metros cuadrados.
El acceso se sitúa junto a la casa de adobe y la encina centenaria. Desde aquí, el visitante inicia un recorrido por toda la bodega, descendiendo por rampas hasta las salas de fermentación y crianza, en un itinerario fluido que recorre cada etapa del proceso de elaboración del vino. Entre las estancias destaca la sala de barricas, de doble altura y cuidada acústica, que evoca la solemnidad de una nave catedralicia.
En la parte superior se extiende una galería principal, abierta y acristalada. Está delimitada por una fachada de adobes macizos y paneles Viroc en tono tinto. Se trata de un espacio polivalente que actúa como antesala a los espacios soterrados, que acoge la zona de exposición y venta directa.
El ala norte de la gran teja invita a acercarse al mirador para comprobar que la bodega se liga al territorio. Entre ellos, los muros y muretes que formalizan calles, puertas y pasos con gaviones y piezas ocasionales de piedra de Calatorao. Al respaldo de un extenso pinar, la arquitectura donde fermentará y criará la uva tinta del país en su camino hacia ser CORIMBO se derrama hacia el sur en largos estratos que guardan los espacios destinados a la producción de los vinos y al ocio sosegado de los visitantes.
“A mí me gusta expresar mi arquitectura con el diálogo de dos elementos, máximo tres. En la bodega son dos, el paisaje y la gran teja de cubierta. Y si pensamos en tres elementos, estaría bien incluir los muros exteriores de gaviones que anclan el edificio a su entorno inmediato”. Carme Pinós
Materiales y sistema estructural
El edificio se sustenta en una potente estructura de hormigón armado que combina pilares, muros y losas macizas con losas alveolares en algunos sectores. La fortaleza de estos elementos estructurales queda subrayada por la liviandad de los circuitos de pasarelas instalados a la mitad de las salas de doble altura destinadas a barricas. Las pasarelas están formadas por un pavimento de tablas de madera maciza instaladas en un armazón metálico que cuelga del techo mediante tirantes.
Tratándose de una construcción semienterrada, la mayor parte del contorno de la bodega está bordeado por muros de contención en hormigón armado y de espesor variable, entre 40 y 60 cm. La fachada sur, abierta al paisaje y a la luz natural bajo la visera de la gran teja de cubierta, se cierra con dos tipos de envolvente, transparente y opaca, alternando leves cristaleras en carpintería de aluminio y muros de ladrillo macizo de tejar, parecido al adobe empleado en la región, a cara vista y con trasdós de yeso laminado. Dispuestas en varias diagonales y sin tocar el techo, estas paredes semejan finas bambalinas aislantes del exterior. Pinós ha cuidado la elección del ladrillo y su color, del mismo tono rubio rojizo que en la finca tienen las tierras donde brotan las cepas.
Los aleros están prefabricados en hormigón, y protegidos por chapa de zinc. Alfeizares y cabezas de muros, muretes y bordillos se rematan, a su vez, con la oscura piedra zaragozana de Calatorao y su versión artificial en cemento. Se han elegido acabados naturales para la totalidad de los materiales empleados en la bodega, desde los hormigones estructurales, encofrados con paneles fenólicos y a veces con cañizo, a los pavimentos, que son flotantes en planta baja y de simple solera en la inferior. En la galería acristalada algunos parámetros se revisten con paneles Viroc que cumplen la misión de aislar térmica y acústicamente el espacio mientras aportan un acogedor acento de color en su tono vino tinto.
La bodega extiende al exterior diversos tentáculos arquitectónicos que cosen el edificio al emplazamiento. Muros de toda la gama de alturas posible, edificados con gaviones de piedra, formalizan huecos de paso y enmarcan las mejores vistas al paisaje y al edificio de la bodega. Parterres de plantas vivaces ante la puerta del edificio y un jardín en cubierta, con especies locales, funden la obra con el paisaje de viñedos