25.1.2010
Ampliación de colegio público en Oteiza de la Solana, Navarra (España)
Se plantea la ampliación del colegio existente para la pequeña localidad de Oteiza de la Solana. Para ello se estudia la necesidad de ampliar con más superficie el actual colegio, así como la previsión de nuevas aulas para niños de 0 - 3 años, que en breve necesitará el pueblo.
El edificio se asienta en el terreno retranqueándose del límite de la plaza que forman la iglesia y el colegio actual. La intervención desaparece bajo el terreno, quedando adaptado a la propia topografía del solar, para que la cota superior de cubierta quede al mismo nivel que la actual plaza. Esta superficie queda destinada a pista de juego para los niños del colegio. De esta forma el edificio no interfiere visualmente en la relación con el paisaje, y tampoco compite con la presencia de la fachada de la iglesia. Para garantizar la comunicación de la ampliación con lo existente, surge un paso con el semisótano del actual colegio.
Buscando la rotundidad conceptual, la intervención juega a ser extrovertida e introvertida, según las necesidades. Se muestra contundente y con carácter cerrado, en la fachada oeste, que linda con la calle de acceso, donde para marcar el mismo aparece un importante hueco en el muro de hormigón. En la orientación sur, se ubicarán grandes superficies vidriadas para atrapar y dibujar el paisaje a modo de lienzos, mientras que hacia el norte las superficies acristaladas inundan de una apacible luz neutra el corredor.
Desde las zonas principales de la ampliación surgen elementos de transición con el paisaje. Así se crean espacios donde se puede estar dentro del edificio, con la sensación de estar fuera, y se realiza la transición entre el edificio y el terreno. Todo ello, potencia la relación de lo construido con la naturaleza, como era requisito de partida. Nos gusta pensar que en estos espacios se respirará serenidad, silencio e intimidad.
El proyecto adopta una tipología con clara distinción entre zonas servidas y zonas servidoras. Las aulas quedan totalmente orientadas al paisaje y a orientación sur. Por otro lado a zona servidora queda entre ellas y el corredor (que no pasillo) que discurre en sentido longitudinal dando acceso a cada estancia, y siendo totalmente permeable a los patios que quedan a contraterreno.
La zona de circulación pierde su condición habitual de ser un mero elemento de distribución. Para ello adquiere una dimensión más generosa de lo habitual, quedando inundada por la luz natural pasando a ser partícipe del engranaje espacial entre interior y exterior. En ella se ha jugado con el ritmo de los pilares metálicos para crear una secuencia dinámica de paso, dando especial importancia a la relación de este espacio con los dos patios del edificio.
Estos dos «cortiles» se disponen uno a continuación del otro separados por el espacio que une el nuevo colegio con el antiguo. Este paso está totalmente acristalado, con lo cual visualmente siempre se percibe un espacio respecto del otro. De esta forma, se busca una continuidad entre ellos que se ve delimitada por los propios muros de hormigón. Es importante señalar que se ha buscado una proporción amable entre la altura de estos muros y las dimensiones de ambos patios.
Tanto, estos paramentos verticales, como el suelo y el propio techo del edificio se hacen con un solo material. Se elige el hormigón visto para dar continuidad a toda la intervención, garantizar su durabilidad y agilizar el proceso constructivo. Se busca un carácter de veracidad y funcionalidad, a la vez que aseguramos que el espacio quede perfectamente acotado. Para domesticar aún más la presencia de estos muros, se realizaron múltiples referencias entre las distintas partes del edificio. Se jugó con la altura y poción de los berenjenos y apostamos por a irrupción en uno de los patios de la escalera (también de hormigón visto) que comunica el nivel del suelo de nuestro edificio con la pista deportiva de la cubierta.
Con todo ello se van surgiendo espacios de transición, umbrales, Y recorridos. Se ha querido crear una suerte de planteamiento escenográfico, controlando la secuencia de aparición tanto de elementos artificiales (escenarios construidos) como de elementos naturales. Se intenta echar un lazo a la escala lejana, sin olvidarnos de crear un universo particular cuando nos enfrentamos a la escala cercana. Se cuida especialmente que las estancias queden inundadas de luz. Esta luminosidad se matizada en función de las necesidades de cada espacio, buscando construir un caparazón que atrapa tanto la luz como la penumbra.