30.1.2024

Casa de los nueve pórticos

Gemma y Álvaro deciden hacerse su primera casa tras décadas viviendo en Bélgica. Vuelven a Andalucía, donde él estudió, buscando la vida de un pueblo del sur, luminoso, apacible, donde reencontrarse con algún amigo común.

Adquieren un solar de 5×30 metros, resultado de las antiguas parcelaciones agrícolas que permitían la convivencia de la vivienda con alguna edificación destinada al acopio de aperos de labranza o corrales. El programa funcional es modesto, apenas un par de dormitorios y alguna particularidad, como un lugar donde Gemma pueda hacer grabados y donde tener una pequeña cocina exterior.

Las proporciones del solar y la memoria agrícola de estas parcelas sugieren generar un espacio por repetición de pórticos equidistantes, los cuales definen crujías que se construyen en una o dos plantas o se ahuecan para generar patios, proporcionando un espacio continuo que va matizando sus características ambientales y funcionales. Se crea una secuencia pautada por un primer patio que matiza las relaciones con la calle, a continuación tres crujías que albergan la vivienda, una crujía más de la que solo queda la estructura para formalizar un porche ensombrecido, dos crujías que constituyen el patio al sur con un caqui y una pequeña alberca cuyo vaciado procura el agua para el riego, y un último volumen que remata el solar como un pabellón donde pintar y cocinar con amigos.

La construcción metálica de esta estructura y el color almagra ritman el espacio y configuran una referencia continua. El pórtico tipo retranquea los apoyos respecto a las medianeras para evitar conflictos con las casas vecinas de muros de carga, y el espacio resultante entre esta línea estructural y las lindes longitudinales se ocupa con el equipamiento, los espacios técnicos y el almacenaje de la casa. Mediante la apertura de la casa en los extremos a sendos patios situados al norte y al sur, una serie de ventiladores instalados en cada crujía y una chimenea de ventilación natural situada en el lateral de la crujía intermedia, se procura una brisa cruzada en todas las estancias que, junto a la protección del alzado sur con bignonias, alivian el calor sureño. La casa se muestra a la calle como una construcción masiva y blanca, una cornisa-visera, un friso, un balcón que avanza sobre la calle, el muro calado y el postigo de la puerta desde el que atisbar el patio-zaguán establecen una sintaxis que remite a elementos de la arquitectura popular que facilitan el encuentro entre lo privado y lo público y ayudan a construir la calle.

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