6.2.2013

Sede Central de FEDA Confederación de Empresarios de Albacete, España

La Confederación de Empresarios de Albacete (FEDA) es una organización sin ánimo de lucro que representa y da soporte al tejido empresarial en su ámbito provincial. A raíz de la evolución de sus actividades, esta organización planteó aglutinar en un mismo edificio las instalaciones que poseía dispersas por toda la ciudad, lo que constituiría el germen de este proyecto.

Tanto por su nivel de representatividad como por su capacidad de ofrecer servicios a las empresas de Albacete, desde un principio quedó patente que esta iniciativa constituiría un hito en la ciudad, capaz de ser representativo y de erigirse en lugar de acontecimientos de la idiosincrasia de los negocios. Asimismo, por la ubicación del edificio en la prolongación del Paseo de la Cuba, aspira a dotar de intensidad a la vida urbana del nuevo barrio situado entre el potente centro industrial y de servicios que es el polígono de Campollano, y el núcleo urbano.

La arquitectura de límites difusos es desde donde nosotros hemos pensado este proyecto. Nuestra intención fue revestir el volumen del edificio con un velo capaz de difuminarlo y de hacerlo cambiar en función de la reacción en brillos y texturas ante las variaciones de la climatología, y el movimiento de los usuarios. En una visión de fuera a dentro, esta piel tenía que poder entenderse de forma carnosa, con espesor, y a la vez como un objeto distante con una indefinición tal que el observador no pudiese medirse respecto a ella, no pudiese generar un vinculo estático, sino que con su movimiento el edificio le respondiese con diferentes miradas y percepciones cambiantes.

En la visión contraria, esta veladura tenía que ser percibida desde el interior de forma constante y ‘aescalar’. Posiblemente la segunda capa que alberga los huecos desfragmenta el edificio de esta forma, siendo muy grandes respecto a la escala del usuario, y sin embargo por la textura polimérica del exterior con la pequeña dimensión del topeado, le permitiese tener una relación más próxima, y que, a su vez, era distorsionada por la separación entre ambas capas. La percepción del sistema de fachada desde dentro tenía que, de alguna manera, esponjar el límite del edificio.

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Arquitectónicamente el proyecto se resuelve entre dos polos: lo rotundo y claro frente a lo delicado y casi borroso. La contundencia sencilla y volumétrica de la propuesta es equilibrada por el efecto volátil y delicado que le aporta el sistema de placas de PMMA, así como la sensación de cierta extrañeza al percibir este hito difuso.

Uno de los parámetros más significativos a nivel arquitectónico ha sido la concreción del programa, su definición y caracterización, y de forma paralela, la oportunidad que supone que esta infraestructura no se traduzca sólo en un aglutinamiento de posibles usos y servicios, sino también ayude a la actualización de la propia organización. Junto a los diferentes responsables de área, trabajadores y usuarios de las instalaciones fuimos creando un mapa de necesidades, y realizamos una redisposición y reorganización de los procesos internos de trabajo. Lo que permitió pasar de un sistema de despachos inconexos a un sistema más abierto donde la horizontalidad entre equipos auto-gestionados es más patente, ayudados por la implementación de sistemas tecnológicos de información y documentación. Esta nueva ‘manera de hacer’ en la organización, hizo que el proyecto tuviese que resolver dos problemáticas: la primera es la generación de unas plantas flexibles y reprogramables, y la segunda la adecuación de la atmósfera de trabajo.

En cuanto a la primera, propusimos una estructura reticular con muy pocos apoyos y grandes luces, que posibilitara la redistribución del programa según las necesidades en un futuro gracias a la realización de un suelo y un techo técnico donde se conducen las instalaciones del edificio, con lo que poder dejar las plantas totalmente libres para ser usadas. Y en cuanto a la segunda, FEDA requirió desde un primer momento que las personas que trabajaran en el edificio disfrutaran de un alto nivel de confort, lo que enfrentado a nuestra manera de entender los espacios, como lugares ‘altamente emocionales’ lo hacía un reto.

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Desde el primer acercamiento al edificio hemos intentado generar una relación amable con el usuario. La vegetación de bajo porte es la que organiza el acceso. Las dimensiones del espacio de entrada, así como la secuencia de la dureza de los suelos que se pisan al entrar, su materialidad espacial, temperatura, sonoridad… incluso la velocidad de apertura de las puertas automáticas, hacen que el usuario perciba de forma sutil que ha entrado en un espacio atenuado, y es interesante destacar como las personas al entrar bajan la voz de forma natural, no podríamos decir porqué, pero es posiblemente por la iluminación y su capacidad de deslumbramiento, o por la absorción acústica con una sonoridad sin ecos, o por las proporciones del espacio.

Este espacio de entrada se extiende de parte a parte de la planta entre fachadas opuestas. Es la primera parte del ‘hueco interior’ que articula todo el edificio y que tiene relación directa en todo momento con el exterior, por él se realiza el acceso a todas las plantas, y es allí donde se desarrolla el programa más público del edificio como son los lugares de información, exposición, espera y encuentro.

Hemos intentado que este espacio tuviese una atmósfera muy controlada, donde la percepción de lo pesado se invirtiera hacia lo ligero, donde la iluminación fuese diferente, el sonido seco, donde siempre hubiese una relación interior-exterior directa, y sin embargo con una escala no amable a la persona, que tiene que ver más con otro tipo de espacios donde la relaciones entre los usuarios y sus límites físicos son más distantes; de alguna forma hemos intentado que lo difuso de la percepción exterior del edificio se introdujera hasta su núcleo.

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Y por último los espacios de trabajo abiertos con un alto acondicionamiento térmico y acústico, un espacio extremadamente neutro que invite, de alguna forma, a que los usuarios lo invadan con sus objetos y cuerpos; con los procesos y negociaciones que surgen del trabajo en grupo, haciendo extremadamente suyo estos lugares, lo que conforma un nuevo paisaje más interesante, menos anodino y más real. Un paisaje que se hace transparente para quien acude a este recinto y requiere el soporte colectivo de la organización.

Este proyecto trabaja la relación entre la persona y lo construido, intentando controlar la percepción sensorial y por tanto emocional del día a día de los trabajadores. Creemos que no hay otro camino para repensar los lugares de trabajo que no pase por asumir como punto de paso obligado la re-humanización arquitectura.

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