23.9.2016
Sant Mori Pérgola
La idea era revitalizar este espacio para convertirlo en el corazón exterior de la vivienda: un punto de encuentro, una sala exterior para la familia. Un lugar bajo la sombra de una pérgola, donde tres generaciones pudieran convivir, charlasen y compartiesen vivencias.
Una pareja, una casa tradicional en el Empordà y un deseo. Las casas deben evolucionar con quienes las habitan. Ana María y Manuel habían decidido vivir el máximo tiempo posible del año en su casa de veraneo en Sant Mori, un pueblo rural situado entre Figueres y Girona, emplazado entre bosques y prados, que permitía a todas las viviendas disfrutar del paisaje ampurdanés.
La familia Blasco-Nicolau ya disfrutaba intensamente de la vivienda en los meses calurosos. La piscina ha sido siempre un punto importante de la vida veraniega en la casa, pero su uso se limitaba a la zona de agua, ya que el espacio adyacente, a pesar de su atractivo, era poco cómodo.
La idea era revitalizar este espacio para convertirlo en el corazón exterior de la vivienda: un punto de encuentro, una sala exterior para la familia. Un lugar bajo la sombra de una pérgola, donde tres generaciones pudieran convivir, charlasen y compartiesen vivencias.
La zona de piscina solía ser el lugar de encuentro de toda la familia en verano pero, con el tiempo y debido a la falta de mantenimiento, acabó convirtiéndose en un lugar frío, incómodo y olvidado.
Descansar bajo el sol es uno de los placeres de los espacios abiertos, y una pérgola es un refugio por si se desea resguardarse del sol. Uno de nuestros objeticos era devolver a esta zona la entidad que tuvo en su día.
Orientada hacia el este, la piscina quedaba rodeada por la fachada de la sala principal de la casa y, por el otro lado, por el muro del vecino que aparecía de manera dura y fría. El resto estaba rodeado de vegetación con vistas a los bosques y prados de Sant Mori. La solución era clara: había que crear una nueva fachada con sentido de horizontalidad sobre la antigua medianera que abrazase y pudiese dar unidad a ese espacio.
El desafío del proyecto era alcanzar los objetivos utilizando todos los recursos ya al alcance y limitando el impacto al máximo. La necesidad de construir un gran almacén con fachada al recinto no debía ser un obstáculo, sino uno de los elementos integrados en la estrategia del proyecto. Incluso la reutilización de un conjunto de losetas de pavimento de otro proyecto realizado anteriormente por los propietarios debía ser un ingrediente que sumara. El proyecto pivotaba en torno a una mínima inversión en todos los recursos, pero de manera que pudieran llevarnos a una máxima transformación en la revitalización de los espacios. Arquitectura contenida para una vida más intensa.
La pieza existente de la que partía el proyecto (50×50 cm dejando juntas abiertas) ayudaba a ordenar el crecimiento de éste, ya que generaba una cuadrícula muy marcada y, alrededor de la cual debía alinearse toda la intervención y respetar esta modulación. Las zonas más nobles como el solarium y la unión con la sala de estar contrastaban con un pavimento de madera maciza que aportaba la calidez necesaria al lugar.
Pérgola y almacén convivían bajo un mismo manto de cubierta: un único elemento que reposaba sobre un muro de hormigón. Formado por dos rectángulos metálicos, la estructura seguía las máximas de todo el proyecto: el almacén de 8mx2m formado por UPN-240 y la pérgola de 12,5mx3m formada por UPN-300 quedaban unidos por uno de sus lados a través de una UPN-200. Esta línea de contacto se encargaba, pues, de asumir todas las demandas del proyecto: conformaba una viga compleja de canto sutil (formada por los tres perfiles que ayudan a reducir la flecha), recogía las correderas que configuran la fachada del almacén en su canto inferior y producía el canalón de evacuación de cubierta en su perfil superior. Un elemento que cumplía tres misiones.
Las correas esbeltas y ligeras de la pérgola proyectaban una secuencia de sombras que danzaban de forma cambiante sobre el pavimento, reflejando el paso de las horas.
Se trataba de una propuesta de mínimos: un simple elemento horizontal que generaba sombra, transformaba de manera radical la percepción de interior y exterior. No es bajo la luz cuando se experimenta la arquitectura, sino a cobijo de su sombra. Los muros o aberturas no son límites, sino una sutil y vibrante frontera creada por sus sombras arrojadas.
El proyecto Blasco-Nicolau es un ejemplo del trabajo de Mesura y de cómo mediante una pequeña acción se puede generar un enorme impacto en el uso y disfrute de la arquitectura. Es un esfuerzo por reducir a lo mínimo lo estrictamente funcional y estructural y así lograr la máxima calidad espacial.
El uso inteligente de los materiales disponibles, así como su cuidadosa puesta en escena, permite una acción transformadora pero, a su vez, tranquila y sobria.