26.2.2016
Vivienda Roga_Za
El encargo, inicialmente, se presentaba sencillo. Una ampliación de cincuenta metros cuadrados, que posibilite las actividades colectivas de la familia; y, la reformulación de la vivienda pre-existente para las íntimas.
La complejidad se presentaba en su materialización, ante la limitación del recurso económico. El cual era escaso, si se pensaba la respuesta de manera “convencional”, no pudiendo resolver todos los requerimientos planteados.
Adosar el volumen de ampliación obligaba demoler construcción existente, ya sea para abrir patios que provean de iluminación y ventilación natural, o para hacer lugar para la superficie necesaria que demandaban las actividades. Aquí la respuesta a la pregunta más compleja del encargo: la materia. Reutilizando los escombros, producto de la necesaria demolición, como materia de construcción.
Pensar lo preexistente como cantera de materiales, que edificará lo nuevo, sirvió para optimizar el recurso económico y dar respuesta a toda la problemática planteada. Pensar los escombros como materia, permitió generar ciclópeos y ladrillos rotos seleccionados como materiales de cerramientos verticales; los restos de albañilería (revoques, mezcla de asiento, mampostería triturada, etc.), como materiales de contención de suelo del jardín y pisos. La misma acción se hizo extensiva a las aberturas, reacondicionadas y recuperadas.
En un mundo donde lo que abundan son las desigualdades socioeconómicas y el vox populi es la eficiencia energética (casi como slogan de marketing), esforzar la materia gris en las acciones sobre el territorio, posibilitará lograr la habitabilidad para todos.
“El ladrillo no desea nada, ¡es tonto!, es la acción del hombre la que puede transformar la materia en monumento”. (Paulo Mendes da Rocha)
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