14.11.2008

La arquitectura silenciosa

En un entorno urbano muy denso, entre edificaciones sin interés arquitectónico, el proyecto, sin oportunidad de miradas al exterior, se plantea como un pequeño cofre que guarda en su interior un espacio inundado por la luz.

El programa facilita esta decisión en tanto en cuanto las áreas de consultas médicas matizan su relación con el exterior quedando protegidas mediante densas lamas organizándose las circulaciones y zonas de espera en torno al espacio vaciado en su interior. Este espacio se hunde hasta la planta sótano para cualificar igualmente las áreas ahí dispuestas.Este ejercicio pretende ser fiel a los postulados de la modernidad y entiende el rigor como fuente de fecunda libertad creativa. Siguiendo los ecos de las palabras de Mies: «Satisfacer la ley para alcanzar la libertad». La economía de medios y la huida de gestos superfluos e ineficaces son características que amparan la propuesta. Así se pretende emular a aquellas arquitecturas modernas que basaron su interés en la consistencia del objeto entendida como suma de relaciones entre las partes derivadas, a su vez, de la ordenación del programa.

Este orden geométrico encuentra precisamente su dimensión modular en el tamaño de la pieza cerámica, de 22,50 x 90 cm., que envuelve el proyecto. Esta pieza es de Faveton Ceram SAH siendo Cerámicas Casao SA el titular del DAU. El sistema empleado por tanto es de placas cerámicas alveolares, formando una hoja exterior de fachada ventilada, tomadas con clips de acero inoxidable sobre una subestructura de anclaje. La caja así construida se posa sobre un zócalo de hormigón compuesto por la planta sótano y baja. Siendo la estructura porticada de hormigón los cerramientos de la planta baja se resuelven con paneles prefabricados de hormigón con celosías del mismo material.

La expresión del proyecto se confía por tanto a la tensión entre el terso volumen cerámico y el basamento de hormigón. La austeridad cromática del exterior, intensificada por la elección del color negro para la pieza, contrasta con la luminosidad coloreada del interior. De la misma manera que los buenos sastres saben que los colores oscuros estilizan la figura, el color negro elegido minimiza la escala del edificio, potenciando aquella idea de pequeño cofre entre la desproporcionada jungla de edificaciones residenciales.

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Acaso las intenciones y realidades del proyecto puedan resumirse siguiendo el acta del jurado del Premio García Mercadal 2008 del Colegio de Arquitectos de Aragón:
«El jurado aprecia en los autores que antes de provocar han preferido ordenar en beneficio de Zaragoza, que antes de intentar presumir de una arquitectura insólita o extravagante, su proyecto sea ejemplo de sosiego, urbanidad y modestia.
Así el Centro de Salud se supedita a la calle -al peatón- y no a la inversa, protegiendo con su sección en soportal a todos los ciudadanos. También al que accede a un interior que combina con maestría la claridad espacial y la ausencia de drama.
En otras palabras, hacer que cualquiera pueda estar alegre incluso cuando se va al médico, milagro sólo posible cuando la luz humaniza el espacio».

Para los arquitectos que entendemos la profesión como un servicio estas palabras alientan nuestro esfuerzo. Queda para la obra, siguiendo las enseñanzas de Rafael Moneo al asumir el decanato de Harvard en el ya lejano año 1985, su soledad, más allá de las intenciones de su autor.

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