13.7.2015

El Papagayo

La intención fue crear un sitio bañado de luz natural por lo cual el techo de hormigón se reemplazó por uno de vidrio, enfatizando así la gran altura del interior.

Aproximadamente 32 años atrás, en una visita a mi país y mi familia y hablando con el distinguido arquitecto cordobés Togo Díaz es que descubrí que se vendía un pasillo que era originalmente una servidumbre de paso para las casonas de la manzana. Él lo había usado como depósito para una de sus obras con vista al palacio de justicia y el paseo Sobremonte.

Para ese entonces yo vivía en Hong Kong y había visitado en varias ocasiones Japón, en donde descubrí el valor que los Asiáticos le dan a todos los espacios, pero en particular al «pequeño espacio” y como de ello logran algo «mágico».

Con gran entusiasmo, una vez comprado, se lo mostré a mi padre quien, cuando lo vió por primera vez, pensó que su hijo estaba loco. Por suerte el viejo llegó a vivir para ver la transformación que sufrió ese pasillo para convertirse en un hermoso loft. Siempre recuerdo su gran asombro y el orgullo con el que se lo mostraba a todos sus amigos: ”ojalá él pudiera hoy ver El Papagayo”.

Los años transcurrieron y el loft fue deteriorándose y se transformaba en algo cada vez menos rentable. A través de amigos conocí al chef Javier Rodriguez quien vivió y disfrutó varios años de Singapur, mi adoptado país. Entre vinos y charlas fue como la idea del actual Papagayo se formalizó.

El “Hueco”, como yo le llamo, sólo tiene 2.40 metros de ancho por 32 metros de largo y una altura de casi 7 metros. Originalmente tenía una losa de hormigón, muy poca luz y sus dos paredes eran de ladrillo visto que datan del 1870. La intención fue crear un sitio bañado de luz natural por lo cual el techo de hormigón se reemplazó por uno de vidrio, enfatizando así la gran altura del interior. Los espacios físicos requeridos eran los baños, la cocina (el espacio principal), la sala y arriba un privado y la oficina pensante de Javier. Todo esto requería la introducción de varios elementos técnicos como cables, caños, desagües, ventilación, etc… Para todo ello fue nuestra decisión utilizar sólo una pared, la que hoy vemos terminada en hormigón y así dejar intacta pared original de ladrillo. De esta forma creamos un contraste entre lo contemporáneo y lo antiguo. Esto estableció la posición de la cava y los baños, los cuales fueron cubiertos con madera, sin llegar a la losa y así crear un pequeño edificio dentro de otro.

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La fachada fue concebida de manera muy simple enfatizando la altura del sitio. Mi colaborador de siempre y director técnico de mis obras en Argentina es el arquitecto Roberto Mansilla, quien hizo, de un sueño una realidad.

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