26.10.2011

Casa Muda II

A las Casas Mudas no les queda mucho por decir. Más que un tanteo positivo, su definición pasa probablemente por lo que no pretenden, casi como el silencio en la antesala del sonido.

A las Casas Mudas no les queda mucho por decir. Más que un tanteo positivo, su definición pasa probablemente por lo que no pretenden, casi como el silencio en la antesala del sonido. No les interesa mirar hacia afuera de su piel, aunque los paisajes sean bonitos. No les interesa reinventar su tipología elemental ni su tecnología berreta. No les interesa la arquitectura como Arquitectura. No les interesa el virtuosismo.  Aunque pretenden hacer uso del límite entre lo mío y lo de todos como recurso que habla por ellas, no emiten palabras. Quizás sean telones de fondo para una vida mínima, con paredes tocables y espacios manoseables que pretenden un diálogo incómodo con el usuario.

Quizás por querer decir algo no digan nada, o por no decir nada digan algo tan crudo como la arquitectura seca: sin complejidad, sin espacialidad, sin materialidad, sin chantilly, sin definiciones funcionales, sin precisión, sin eficiencia, sin situación de acceso, sin respeto por el contexto, sin Dios en los detalles, sin patetismo ególatra y sin nobleza.

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