14.5.2013
Casa Linik, en Salta, Argentina
La casa Linik representa una transición fundamental en las vidas de Ligia y Nicolás. Cuando deciden conformar una familia, empiezan a visualizar el hogar que debía contener sus destinos comunes.
Este “debía tener un tratamiento espacial de una sensibilidad más cercana a lo escultórico, que a lo estrictamente arquitectónico”. Y además, debía lograr un uso eficiente de la energía y un tratamiento responsable de las influencias para con el entorno. En las afueras de la ciudad de Salta, pasando la última zona urbanizada, encuentran el terreno en el que deciden se implantará su hogar. Atravesado por una cañada, a la que convergen las lluvias del cerro, y poblado de frondosos árboles nativos, se nos ofrece como un escenario sugerente, que impone sus propios condicionantes al diseño en gestación.
Luego de un detenido relevamiento de las pendientes, las rocas y los árboles, reconocimos tres sectores particulares del terreno, en el cual, debían sucederse las dinámicas protagónicas del futuro hogar. También se nos presenta con claridad cual de estos tres sectores iba a ser el “corazón” del proyecto. Cabe aclarar que los árboles permanecieron todos en su sitio original.
Se elaboran entonces tres anteproyectos que rotan respectivamente las funciones dominantes del programa sugerido, en esos tres sectores del terreno, llegando así al anteproyecto en el cual ese espacio “centro”, era la cocina-comedor. Desde el acceso, todos los gestos morfológicos de superficies y carpinterías, dirigen las atenciones, hacia la cocina, sobre la cual culminan estos gestos en un enérgico remolino, convergente en su claraboya central.
Ambos dormitorios, con ventilación cruzada abren sus visuales sobre los espacios inmediatos inferiores, vislumbrando los techos jardines y, más allá, el majestuoso valle. Inmediatamente debajo de los dormitorios, acompañando la pendiente del terreno, se sucede el resto de los espacios, respetando jerarquías y funciones. La materialidad dominante fue la piedra del lugar. Las envolventes están construidas con piedra bola, juntada en el arrollo, a 50 metros del terreno. Mientras que el paramento del acceso principal, al igual que las terrazas circundantes y escaleras, es levantado con la piedra misma del terreno.
Para lograr una efectiva aislación térmica, así como también completar la estética de mimesis que caracteriza a la obra, los techos se cubren con una capa de suelo fértil y vegetación espontánea (aún no concretadas). El proceso de diseño de las carpinterías fue acompañando la gestación de la obra y la madera de las mismas fue conseguida como sobrantes, en los aserraderos de la zona. De esta manera, con piezas de secciones atípicas, los maestros carpinteros, fueron componiendo cada ventana con los matices de las maderas disponibles. Los aleros y orientaciones, obedecen a privilegiar el asoleamiento interior en invierno, a resguardar en sombra la casa en los cálidos veranos y a proteger de los vientos fríos del sur.
Finalmente, concluida la obra gruesa y superada una etapa de arraigo en el sitio por parte de los usuarios, se decidió hacer un alto a la construcción y esperar tiempos de maduración mas orgánicos. Sabíamos que quizás el resultado final fuese un poco menos coherente en términos de lenguaje arquitectónico… Pero entendíamos que debía responder a las necesidades más íntimas de los habitantes que estaban empezando a crecer en este nuevo hábitat.