30.7.2007

Capilla Colegio Los Nogales

La pequeña capilla del Colegio Los Nogales parte de un prisma puro y elemental que escenifica la presencia de Dios, la armonía y lo esencial. Sin embargo la convivencia del hombre terreno esta asociada con lo complejo que resulta la vida y por lo tanto las cotidianas escenas de sufrimiento y felicidad que el hombre debe afrontar constantemente. Estas alteraciones de la armonía se escenifican en los elementos que laceran el volumen puro, reflejados en los vacíos y penetraciones que sufre el prisma. El orden del prisma se yuxtapone con unas cicatrices aleatorias de luz en todas las caras, inclusive en el cieloraso, son la alteración del orden de la naturaleza construido por el hombre y reflejan la individualidad en lo colectivo, cada una de ellas representa una oportunidad y una esperanza.

Al mismo tiempo el contraste de la luz hacia la penumbra estigmatiza el paso de la luz a la oscuridad, esa oscuridad que nos lleva a cuestionarnos en lo mas profundo de nuestro ser, por nuestra esencia y nuestro propósito; es decir, penumbra al interior convoca al recogimiento consigo mismo. La imagen contemporánea de la iglesia, que aunque en apariencia rompe con los cánones, en la realidad corresponde a la tradición aferrada de los mismos.
Sin embargo, la pluralidad para dar cabida a diversa cantidad de feligreses hace que un costado de la edificación se pueda abrir y pasar de una capilla axial para cien personas a un espacio para el culto que puede albergar dos mil personas.

Este cambio de enfoque, escala y axialidades en forma de cruz hace que los significados de los elementos particulares varíen; el púlpito se convierte en ambón, el espacio del altar en coro, el gran espacio en altar.

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Las dos grandes puertas permiten que en los rituales el misterio se asocie con su apertura, que por su impacto escenográfico y conmovedor hacen que el feligrés estimule su sensibilidad y por lo tanto sea más vulnerable y receptivo a la palabra. Para que lo anterior suceda de forma racional, la posición del edificio fue estudiada con severidad. De ella también se desprende la aparición de un campanil con un carilón que se convierte en el símbolo del colegio por su altura. Este campanil, al igual que la capilla, es un elemento prismático, pero en este caso se forzó a que sus caras y aristas se desfasaran dramáticamente convirtiéndolo en un elemento perspectivo en sí mismo que cambia constantemente desde donde se lo observe.

El concreto ocre y la madera proyectan una imagen de brillo y nobleza, de artificio y naturaleza enlazada, de textura y beta, nuevamente dualidades análogas del ser humano y de los recursos naturales que lo rodean.
El agua, símbolo de tranquilidad, ayuda también a que la imagen se repita y reitere, a que se distorsione, y a que su densidad se desvanezca.

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