4.2.2020
Entrevista al arquitecto español Juan Herreros
«Me preocupa que en España los encargos más ambiciosos se den a los arquitectos del ''star system"». Uno de los titulares de este 2020 será la inauguración del nuevo Museo Munch, en Oslo. Ambicioso proyecto que lleva la firma de un español, Juan Herreros. Un autor con los pies en la tierra que amplía el prestigio internacional de nuestra arquitectura.
El arquitecto Juan Herreros (El Escorial, 1958) necesita pocas presentaciones. La ruptura del estudio con Iñaki Ábalos al comienzo de la crisis dio pie a una de las carreras españolas más reconocidas internacionalmente, en ocasiones relacionada con equipamientos artísticos. En esta línea se sitúa su último hito, el futuro Museo Munch, en Oslo, que abrirá sus puertas este verano. Un proyecto que se ha dilatado en el tiempo y que ha dado pie a sus artífices a replantearse lo arquitectónico.
El Museo Munch tiene prevista su apertura antes del verano. Es un proyecto que se ha prolongado durante una década. ¿Cómo describiría esta experiencia tan dilatada?
Estos proyectos tan complejos se instalan en la dinámica del estudio y en tu cabeza de arquitecto como enormes centros de gravedad que todo lo impregnan. En su desarrollo se suceden las conquistas y las renuncias y, aunque pienso que hay aspectos que podrían haber salido mejor, siento que el resultado es un buen equilibrio entre ambición, calidad, economía e innovación.
En la cronología del proyecto hubo periodos de baja intensidad. ¿Temió que pudiera cancelarse?
Tras ganar el concurso, el proyecto fue sometido durante cuatro años a sucesivos procesos de información, discusión y votación en el parlamento de la ciudad, en cualquiera de los cuales podría haber sufrido un revés definitivo. De hecho, es la primera vez en la Historia de Noruega que un concurso internacional ganado por un extranjero atraviesa lo que allí se denomina «el proceso político». Tuvimos que trabajar intensamente para comunicarlo a muy diferentes audiencias y mantenernos plenamente dialogantes durante esos primeros años.
Un contexto muy distinto al de aquella España pre-crisis, en la que cualquier gran propuesta se llevaba adelante sin sopesar necesidades o consecuencias.
El componente fundamental de estos procesos es la información. Es muy diferente cuando debes atender a grupos que tienen conocimiento solvente sobre el mismo porque les concierne, que hacerlo frente a individuos que opinan intui- tivamente con irreflexiva vehemencia. Es básico establecer un diálogo muy sereno desde el que abordar la conversación, sabiendo que algunos de los participantes serán reticentes. Pronto aprendes que es más importante escuchar que convencer, y así pudimos pasar de una situación crítica a otra en la que los medios locales resaltaban nuestra voluntad dialogante que hemos mantenido durante la construcción.
Debe haber sido decisiva a la hora de ayudar al proyecto a superar ese proceso largo y delicado.
Absolutamente crucial. Las llamadas «grandes oficinas internacionales» no siempre tienen la flexibilidad y la calma necesarias para dedicar mucho tiempo al diálogo. La conclusión más gratificante es que, en un momento, el museo fue «adquirido» por los ciudadanos de Oslo, lo consideraron suyo, y, en ese punto, nosotros desaparecimos de los medios y de las conversaciones: nos convertimos en técnicos llevando adelante un trabajo eficiente.
Este diálogo constante y plural supuso introducir cambios notables en la que fue la primera idea?
Los cambios han afectado levemente a la volumetría, por un lado y, más notablemente, a los asuntos funcionales del interior. Se puede decir que han sido los propios del desarrollo de un proyecto de esta envergadura, con la particularidad de que los inputs de revisión vienen de muy diversos grupos de opinión. Aún así, el espíritu original y los argumentos que constituían su narrativa han permanecido, lo que demuestra que tanta participación ciudadana buscaba sobre todo entender las intenciones del proyecto con claridad. Por ejemplo, nosotros diseñamos el edificio para formar parte de un barrio que era solo un proyecto urbanístico. Los ciudadanos lo veían como un edificio exento, vertical y excesivamente presente. Fue necesario explicar lo que hoy es una evidencia: que es un edificio amable y muy urbano rodeado de edificios residenciales y de una intensa actividad comercial.
Su arquitectura le ha puesto en relación con el arte con frecuencia. El Museo Munch figura en su carrera junto al MALBA de Buenos Aires, la galería Carreras Mugica en Bilbao…
Nuestro vínculo con el arte es íntimo y mantenemos una conversación permanente con artistas, comisarios y críticos. No buscamos en el arte inspiración formal o mimética, sino pistas conceptuales y operativas anticipatorias que nos permitan abordar los temas del momento desde la lentitud y la complejidad de la arquitectura. Influidos por esta conversación, nuestros espacios expositivos nunca son impositivos y enten- demos que los displays del arte necesitan la máxima neutralidad. Estos trabajos, algunos muy pequeños, nos han facilitado reflexionar experimentalmente sobre asuntos arquitectónicos como la flexibilidad, ciertas secuencias espaciales o el valor escenográfico de la luz artificial. También nos ha llevado a plantearnos la evolución de los museos como lugares abiertos, inclusivos, de voluntad socializadora como antídoto contra el carácter selectivo que históricamente ha impregnado de falsa exquisitez cierta arquitectura que quiere ser dinámica, indeterminada, comprensible…
El inicio de su andadura en solitario y el estallido de la crisis marcan el comienzo de la internacionalización de su trabajo. ¿Cómo ha logrado globalizarse sin sacrificar su raíz local e individual?
La necesidad de reescribir mi práctica profesional desde la disolución de Ábalos y Herreros me obligó a pensar cómo ser entonces arquitecto. Mi conclusión fue que un estudio de tamaño medio, dirigido por un arquitecto con currículum inter- nacional, puede aportar como valor propio la capacidad de ser local en muchos lugares, entender idiosincrasias y ofrecer a sus habitantes una arquitectura en la que, aunque inesperada, pueden reconocerse como en un espejo. He escrito mucho sobre este perfil de arquitecto, que considero como una forma de aliento y de legado -si se me permite la vanidad- a la gente joven. Hoy ya no es preciso ser grande y construir enorme, se puede trabajar con equipos pequeños en todas las escalas a la vez. Sin duda, la conquista más pertinente es la simplicidad y la reinterpretación de la necesidad. No están los tiempos para realizar acciones superfluas o estúpidamente espectaculares.
¿Cómo ve el presente de la arquitectura en España?
La salida de la crisis no ha sido lo suficientemente reflexiva. Mientras estábamos en ella, todos decíamos que si había algo que rescatar de un periodo tan dramático era la corroboración de que determinados excesos no debían haberse cometido. Sin embargo, la llegada de la estabilidad se ha celebrado con una actitud poco comprometida. Me preocupa la imagen que damos si, olvidando lo que hizo valiosa la arquitectura española en el mundo, se entregan casi obsesivamente los encargos más ambiciosos a los arquitectos del star system, buscando una homologación pueril que construye una imagen de inferioridad de los estudios locales.
¿Y el presente de la enseñanza de la arquitectura?
Es una pregunta muy necesaria. La arquitectura está sufriendo una catarsis profunda con la incorporación de innumerables agendas -sociales, climáticas, políticas- a su práctica. Quiero pensar que en las escuelas se está haciendo el esfuerzo de dar cabida a esas inquietudes colectivas, manteniendo al tiempo la esencia de la disciplina como una práctica crítica, como un espejo del tiempo presente.
¿Cree que hay un deterioro cultural grave, en general?
Comparto esa sensación. No me gustaría pensar que pertenezco a la última generación que ha conocido y se ha servido de la Historia de la arquitectura, y que considera que no puede haber ningún buen futuro si renunciamos al pasado. Si bien debería haber muchas formas de ser arquitecto, no deberíamos caer en la trampa de renunciar al espacio compartido que nos permite cruzar posiciones, ser críticos, manejar léxicos y, sobre todo, no pensar que estamos inventando nada cuando estamos revisitando asuntos que tienen profundas raíces. El tema de la lectura es quizá el más complicado. Todavía no está claro cómo vamos a ser capaces de construir un cuerpo intelectual pertinente asentado sobre semejante fragmentación de la información. Quizás la durabilidad y penetración de los discursos deje de ser un valor crucial, pero la velocidad del tiempo presente obliga a que todo sea nuevo y efímero, con el riesgo de suponer poco poso para que otros puedan construir el mundo con su abono.
¿Hay algún libro, película, serie… que le tenga interesado ahora mismo?
En mi mesa veo desde aquí «El clamor de los bosques», de Richard Powers, «Malformalismo», de Txomin Badiola y el catálogo de la exposición «Genealogías del arte» (Fundación Juan March).
¿En qué proyectos trabaja asimismo en este momento?
Estamos muy ilusionados con dos proyectos que mezclan la vivienda social y la de mercado en Marsella y Barcelona. Es necesario demostrar que, además de un programa político y social, acabar con la expulsión de las clases modestas a los cinturones segregados de las ciudades es un asunto arquitectónico. Como extensión de esta exploración, estamos asimismo trabajando en el proyecto de un nuevo barrio en México que mezclará una cantidad notable de vivienda con un museo de arte contemporáneo.
Fuente: ABC Cultural
Leé la nota original > https://www.abc.es/cultura/cultural/abci-juan-herreros-preocupa-espana-encargos-mas-ambiciosos-arquitectos-star-system-202001190039_noticia_amp.html
Para más notas e información sobre Juan Herreros ingresá a > https://arqa.com/autores/juan-herreros