27.6.2012
«Fabricante de Imágenes», entrevista a Horacio Cóppola, por Fredy Massad
"Yo creo que el cine, en mi caso, fue una escuela de fotografía, una experiencia de enorme riqueza, mucho mayor de lo que puede determinar el cineasta. Porque apenas se pone en funcionamiento está documentando realidad; el conocimiento de la realidad es el fenómeno más esencial de la vida."
Nos encontrábamos en la sala sentados uno frente al otro, nuestra charla acababa de comenzar. Había atravesado el umbral de su departamento de la calle Fragata La Esmeralda 1386, como tantas otras veces. Siempre con la misma sensación de penetrar en otro tiempo, ese sentimiento de ingresar a una nueva dimensión, de perder contacto con la velocidad de fin de siglo. Suponer que estoy cruzando la puerta que me lleva hacia el pasado no sería correcto, esto podría entenderse como algo viejo; pero la sensación que me invade es distinta, como adentrarse en una película donde los tiempos cronológicos no importan, el antes y el después será lo mismo, sólo han cambiado las costumbres. Podía respirar en esos amplios ambientes la modernidad de otro Buenos Aires, pero tenía que volver a mí, Horacio Coppola me exigía atención para transcribir con exactitud sus palabras.
«Cuando llegué -creo que en enero del 34- a París unas personas amigas me presentaron a Christian Zervos, director de Cahiers d´Art, la revista más importante sobre arte que se editaba en esa ciudad, y que tenía distribución en Londres y en Nueva York, en cuyo próximo número, se iban a publicar las aguafuertes de Marc Chagall. También por intermedio de Zervos conocí a Joan Miró, que inauguraba una exposición por esos días. En el mismo lugar de la muestra lo senté y le tomé unos retratos.»
«Junto a las aguafuertes de Chagall, que iban a aparecer en su revista, él quería ilustrar la nota con unas fotografías del pintor ruso. Con ese motivo yo lo visité dos veces en su petit hôtel en las afueras de París. Seis fotos bastaron para retratar la sencillez de este hombre, en el cual podríamos decir que encontrábamos a un campesino muy dispuesto y que transmitía tranquilidad. En esas fotos quedó plasmado su espíritu.»
«Es necesario recordar que nos encontrábamos en el París de entreguerras. Grete (1) y yo estábamos recién llegados de Londres, la Bauhaus ya era historia, después de ser clausurada por las autoridades nazis. Berlín ya había quedado atrás, allí habíamos dejado a muchos amigos.»
«Mi experiencia en la escuela fue muy satisfactoria, pero es necesario aclarar algunas cosas: siempre se dice que yo fui a estudiar fotografía a la Bauhaus, pero esto no es cierto, ya que no podemos hablar de que exista una fotografía característica de esta escuela.»
«Cuando yo llegué a Berlín, en octubre del 32, mi intención era ir a estudiar a la universidad de Marburg. Allí dictaba su cátedra de Historia del Arte Richard Hamman, con un anexo Departamento de Fotografía. Éste sería mi primer destino. Allí mi amigo Fritz Haensler me informó “ Eso ya terminó,” y agregó que el arquitecto Ludwig Mies Van der Rohe estaba completando en Berlín la instalación de la Bauhaus. También me presentó a Grete Stern y a Walter Peterhans, en ese momento director del Departamento de Fotografía. A él me presenté con mis trabajos de cinco años de fotógrafo cabal, esto lo digo porque cuando citan que yo estuve en la Bauhaus, dicen que yo fui a estudiar fotografía allí y eso no es correcto. Yo me presenté ante Mies Van der Rohe y a Peterhans y ellos me aceptaron en la escuela después de haber visto mis trabajos realizados en el periodo entre los años 27 y 32.»
«En el Departamento de Fotografía, Peterhans no ejercía un profesorado, sino que era un consultor para los que asistimos al taller de ese semestre, y así era que cada uno de nosotros tenía la libertad de desarrollar lo que se le proponía.»
«Puedo afirmar entonces que no hubo una fotografía característica de la Bauhaus, sino que los fotógrafos que allí estuvimos tuvimos la posibilidad de plasmar nuestras inquietudes personales.»
«Lo esencial en la escuela fue el diseño en relación con la técnica industrial. La premisa para Gropius era hacer algo por la técnica que tenga valor estético. Si se hacía una lámpara, la intención era que no fuera nada más que para sostener una bombita eléctrica, sino un objeto con valores propios en la forma y en la función.»
«El que sí tuvo una importancia muy grande fue Lazlo Moholy-Nagy, él usaba la fotografía para lo que hoy llamaríamos instalaciones, es muy curioso ver que él figura en todas las antologías y tiene un prestigio extraordinario. Pero en la historia de la disciplina es un outsider, porque sólo fue original en la experimentación.»
«Yo no estudié fotografía, soy un autodidacta, aprendí viendo fotografiar a mi hermano Armando, él tenía veinte años más que yo y una formación cultural muy amplia. Pero principalmente empecé viendo cine, éste me interesó en una forma esencial. Lo descubrí con un ojo abierto, seguramente el ojo del corazón; y cerrando el otro y con él mi realidad: yo cosustanciado con el ser de la imagen. Así llegaron Chaplin el imaginero, Eisenstein con lo suyo y luego la caravana épica de Hollywood. Fue mi tema, tema que estudié con pasión tirando del hilo secreto de la trama.»
«Como fotógrafo, al igual que como cineasta, nunca parto de la cámara, siempre parto del mundo que me interesa. Lo observo y así creo las imágenes dentro mío. Luego la cámara se transforma en el elemento necesario para plasmar esas imágenes. Tanto desde el balcón de mi casa como recorriendo las ciudades, he sacado fotos de una forma natural, es como cuando uno aprende a leer y a escribir sin percatarse de ello.»
«En 1936, el entonces intendente de Buenos Aires, Mariano de Vedia y Mitre, me convoca para realizar un libro de imágenes porteñas para festejar el nacimiento del Obelisco. Mis imágenes, del río a la pampa, recorren el tiempo de la ciudad. Esta visión de Buenos Aires es realmente un reflejo de mi intimidad. El Arquitecto Alberto Prebisch presenta Buenos Aires 1936 . Ése es mi homenaje a la ciudad.»
«La libertad de mi punto de vista en la composición, existe porque mi formación no es de fotógrafo ni de artista, sino que he intimado más con la lógica, la filosofía y la lingüística. Fue desde la primera clase de filosófía con Francisco Romero y Luís Juan Guerrero que empecé a interesarme por una visión acerca de lo que me rodeaba. En esos años empecé a seguir a los pintores argentinos de una manera íntima. Es decir, que yo no hago fotografía de fotógrafo. Otro de los acontecimientos importantes que viví en esos años y que contribuyeron a mi forma de comprender la ciudad y su arquitectura fue haber escuchado a Le Corbusier en el 28 y haberlo visitado en el 31, y la gran experiencia de haber recorrido Europa. Cuando hice ese largo viaje de Hamburgo a Suiza tuve la ocasión, en Friburgo, de escuchar la charla Heidegger. El tema de esa clase era la Verdad, fue interesante verle la cara y cómo caminaba frente al auditorio de la universidad. Ésa fue una guía muy exacta para documentar Buenos Aires de una forma no periodística. Digo todo esto sobretodo porque en mí hay una base emotiva importantísima, como una declaración de amor a la ciudad.»
«Mi pasión por retratar me lleva, en los años 40, a Brasil para así documentar la obra de Antonio Francisco Lisboa O Aleijadinho . Mi primer contacto fue a través del periodista Freitas, al cual conocí por esos años junto a su mujer, que era poetisa. Éste editó un libro sobre la obra del escultor. Fue así que tomé la decisión de trasladarme a Brasil. Programé mi viaje a principios del año 1945, teniendo la venia del ministro de educación. Mis anteriores trabajos me sirvieron como apoyo para realizar esta nueva producción. Una vez allí me organizaron los distintos viajes, me dieron hospedaje y toda clase de ayudas, por ejemplo, hicieron andamios para sacar los púlpitos en forma directa. La empresa más arriesgada que afronté fue sacar una escultura en la torre de catorce metros de altura. La experiencia me mantuvo apasionado, es la misma sensación que había vivido años atrás en mi contacto con el arte sumerio…Todo ese espíritu humano, universal y a la vez íntimo, muy cercano a la tierra.’
«Fue muy especial para mí cuando Henry Moore presentó el libro L´Art de la Mesopotamie en Londres, y el mismo Moore en un periódico le dedicó dos páginas al libro y un párrafo bastante interesante al fotógrafo. Luego yo lo visité y él me confirmó que en mis fotos encontraba detalles que él mismo no había visto antes.»
«La fotografía de hoy está invadida por lo que llamamos creatividad. Esto significa que alguien que toma una cámara, que toma los pinceles, que quiere hacer algo se siente creativo. Es una constante de estos tiempos, la palabra creatividad es utilizada para decir “yo soy capaz de hacer lo que me nace”, ya no es importante educarse, ilustrarse o formarse; se ha creado ese poder individual del aprendizaje para adquirir cultura. Entonces se dice creativo y lo que sale es arte o lo que sea eso. Esto ha hecho que el valor medio de lo que se hace sea problemático. Esto sucede en todos los campos de la cultura y en distinta medida atañe a todo el planeta. Nosotros estamos viviendo una decadencia, ésta es plural en todo lo que es cultura.»
Después de decir esto, Coppola levantó la vista, su mirada era extraña, sus ojos se encontraban perdidos en un horizonte lejano, la habitación ya estaba en penumbras. Con sorpresa observé cómo el ambiente se empezaba a llenar de imágenes que brotaban de sus ojos como de una linterna mágica. Éste misterioso espectáculo se desarrollaba ante mí sin solución de continuidad. Era ver ese millar de imágenes que había acumulado a lo largo de su vida salir de sus ojos, y yo como único observador. Él continuaba envuelto en una luz radiante y el ambiente estaba colmado de imágenes.
De repente la luz se encendió y la habitación, como un cine, se iluminó instantaneamente. Mis sentidos tardaron en acostumbrarse a ella. Raquel, su esposa, entró en la sala ; él amablemente dio por concluida nuestra conversación, al menos por esa noche. El tiempo había transcurrido con una velocidad inusitada. Las luces del Bajo ya se habían encendido. El sol, ya había desaparecido detrás de los galpones y los trenes partían repletos desde Retiro.
Tenía la certeza de que volvería a visitarlo muchas veces más. Pero aquel día fue distinto, había presenciado algo mágico; tenía en mi cuaderno de anotaciones una historia. Probablemente había traspasado por única vez en mi vida la barrera del tiempo y el espacio; penetrado en el mundo irreal de aquellos hombres que están más allá de lo cotidano.Todavía me encontraba ensimismado con esos pensamientos. Coppola se puso en pie. Caminó lentamiente hacia el ventanal, lo abrió y se reclinó con naturalidad sobre la baranda del balcón que miraba hacia la ciudad. Ya era de noche en Buenos Aires y por Libertador los autos volaban sin destino.
(1).Greter Stern, su esposa a la sazón.
Fuente > Por Fredy Massad, publicado originalmente en Summa+ 23, Buenos Aires, 1996