29.4.2013

Entrevista a Emiliano López – Mónica Rivera, arquitectos

La intención con que doy inicio a las entrevistas que se irán publicando regularmente en “La Viga en el Ojo” es la de aportar un lugar de intercambio de opiniones, ideas…tanto de acuerdos como de divergencias. Es necesario hablar, es necesario escuchar… Por ello, la voluntad de estas entrevistas es aportar contenidos y alentar el debate. Que éste no sea un espacio de soliloquios.

La primera de estas entrevistas, o diálogos, tiene como interlocutores a Mónica Rivera y Emiliano López (López Rivera Arquitectos), con quienes habitualmente acostumbro a compartir reflexiones. A continuación, pueden leer la primera parte de las tres que la componen.

Mónica Rivera y Emiliano López se presentan explicando que comenzaron a trabajar conjuntamente en Barcelona en el año 2001. «Desde entonces, hemos centrado nuestra práctica de arquitectura en obra pública a través de concursos, junto con encargos privados. Buscamos respuestas constructivas y conceptuales específicas para la realidad de cada proyecto, poniendo énfasis en el valor de lo cotidiano, la intervención discreta y arraigada al entorno y la claridad constructiva».

Destacan entre su obra el Hotel Aire de Bardenas (2007), edificios de vivienda de protección oficial en Sant Andreu (Barcelona, 2007) y Gavà (2008), y los institutos de Educación Superior en Tona (2008) y Beguès (2011). Las dos primeras les han hecho recibir distinciones nacionales e internacionales, como el premio FAD de arquitectura (2008), Premio VII Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo (2010).

En la pasada Bienal de Arquitectura de Venecia, su edificio de vivienda social para jóvenes en Sant Andreu formó parte de la exposición “Feeling at home. Finding common ground in six urban housing projects in Europe” curada por Sergison Bates Architects.

La reacción de muchos ante la crisis ha sido la de reivindicar una posición de antagonismo contra la arquitectura del despilfarro, los grandes proyectos estrella… Una reacción que cabe describir como un descarado y muy oportunista cambio de chaqueta por parte de muchos que ahora promueven conceptos como la austeridad, lo social, etcétera, a la vez que proclaman un «yo no estuve ahí» que los exculpe de haber formado parte de la fiesta.

Sin embargo, fueron pocos los que – en ese momento de auge- argumentaron la importancia y el sentido de una arquitectura propuesta desde una actitud más mesurada, más centrada en indagar y trabajar desde otros parámetros, otras ambiciones. Desde vuestros inicios, habéis mantenido el criterio de trabajar con un empeño de responsabilidad y sentido común que no son sino lógica y coherencia sobre el hacer arquitectónico pero que -como he dicho- ahora muchos, con una muy interesada corrección política, enarbolan como una especie de «nueva actitud».

Desde esa perspectiva estable que vuestro equipo ha mantenido, ¿cómo interpretáis el momento presente y vuestra posición?

Emiliano López (E.L). No considero que nos hayamos anticipado a nada, siempre hemos trabajado igual: tratando de no abarcar más de lo que podíamos hacer, con el objetivo de conseguir hacer bien el proyecto. Y al decir «hacer bien» nos referimos a asumir nuestras limitaciones. Cada proyecto exige una clara comprensión de lo que se demanda y nosotros confrontamos esa demanda con nuestras habilidades. Debido a esta prudencia y la voluntad de trabajar a fondo en las características particulares de cada propuesta siempre hemos tendido a llevar a cabo pocos proyectos. Quizá nos sirva de ejemplo para explicar nuestra actitud el tema de los concursos de vivienda pública, que tanto proliferó en los últimos años. La vivienda pública es un tema que nos interesa y al que dedicamos mucho tiempo; sin embargo, nos hemos presentado a pocos concursos de vivienda y sólo hemos construido dos pequeños edificios.

Nunca hemos desarrollado un modelo de vivienda que pudiera ser aplicable a cualquier concurso tipo para conseguir encargos valiéndonos siempre de la misma propuesta. Dábamos una visión particular en cada uno de ellos y, si lo ganábamos, nos manteníamos implicados a lo largo de todo el proceso de redacción y ejecución de la obra con la misma intensidad con que planteamos el concurso.

Mónica Rivera (M.R.). La reflexión pausada tiene que ver con disfrutar del privilegio de llevar a cabo una obra. Cuando comenzamos, hace once años, yo estaba recién llegada de Estados Unidos donde los estudios de arquitectura pequeños y/o jóvenes tienen muy difícil acceso a proyectos de media y gran escala, y más aún si se trata de obra pública. Encontrarme a cargo del proyecto de un edificio siendo tan jóvenes me pareció en su momento algo excepcional. Poder proponer y dar forma al entorno me parecía un privilegio y una enorme responsabilidad. Esta sensación persiste y hace que valoremos y encaremos cada encargo con un gran sentido de compromiso y entusiasmo, sea cual sea su escala.

Nuestra tendencia hacia la reflexión, también tiene que ver con la voluntad de resolver no sólo con lo que sabemos sino también con lo que no sabemos, con lo que nos atrae investigar. No se trata simplemente de una búsqueda de nuevas formas o materiales, sino de nuevas preguntas. Frente a cada proyecto nos realizamos un exceso de preguntas que tal vez nos ralentice pero es el componente que nos hace trabajar con convicción y entusiasmo. La formulación constante de preguntas nos ha ido conduciendo a plantear resoluciones que, quizá, no eran las convencionales.

E.L. La actitud que escogimos nos hace ir más despacio, pero a cambio el alcance es más profundo. Sobre el momento general presente, en mi opinión, gran parte del problema que afecta ahora mismo a la arquitectura se ha debido al hecho de que muchos arquitectos cometieron el error de aceptar proyectos que posteriormente no pudieron abordar y a que se limitaron a repetir modelos únicamente con el objetivo de ganar dinero, sin efectuar ningún análisis ni reflexión sobre cada proyecto y su contexto social. Quizá muchos arquitectos sintieron que la velocidad no les dejaba reflexionar, y lo mismo le sucedió a la sociedad en general.

¿Estaríais de acuerdo en que subyace un espíritu tramposo en muchas de esas «conversiones» que ahora emergen, y que se adoptan meramente como tabla de supervivencia para mantener o conseguir poder y fuerte presencia?

E.L. Coincido en reconocer en algunas de esas posturas una actitud tramposa. No estoy en absoluto de acuerdo con esa actitud que proclama «ahora es el tiempo de pensar». No: siempre es tiempo de pensar. Y nosotros no vemos este momento tanto como un momento de crisis sino como otro tiempo, distinto al de la sobreabundancia, y que no quizá no tenga que implicar necesariamente una recesión en lo arquitectónico.

Sí que es cierto que esa sobreabundancia generó oportunidades, que nos permitieron a nosotros y otros muchos arquitectos acceder a encargos. El concurso de viviendas para jóvenes en Sant Andreu (Barcelona) que ganamos en 2003, era específicamente para arquitectos menores de 40 años. Esa sobreabundancia permitió un caso como éste, en el que se facilitaba a arquitectos jóvenes la posibilidad de construir, algo que ahora es casi imposible.

Lo que a mí me parece particularmente preocupante de ese discurso es que la adopción de esta postura no se debe a una autocrítica sincera, al reconocimiento convencido de una necesidad de cambios de fondo, sino que es como una especie de consuelo o auto-engaño en el anhelo de que, cuando esta recesión finalice, pueda volverse a aquel otro modelo de hacer arquitectura.

E.L.- Creo que ha quedado patente que esos arquitectos o marcas que aglutinaban muchísimos encargos han amasado quizá un beneficio económico notable pero sus edificios no han aportado ninguna reflexión destacable. El modelo anterior a la crisis tal vez no regrese y quizá eso permita que estudios pequeños puedan ir realizando diferentes encargos y puedan llevarlos adelante de manera más pausada y reflexiva. O bien puede suceder a la inversa: que en el futuro próximo toda la actividad arquitectónica se concentre en grandes despachos.

No me parece sin embargo que aquellos que construyeron mucho y ahora afirman que ha llegado el momento de pensar estén verdaderamente preparados para afrontar la realidad de la situación, ya ellos estaban inmersos en unas dinámicas e infraestructuras de las que ahora carecen o que se han visto obligados a reducir. Reducir esas infraestructuras significa que el esfuerzo para realizar cada proyecto de ahora en adelante será mayor.

Está por otro lado ese uso y abuso del concepto «austeridad». En mi opinión, es erróneo reivindicar, justificándose en el estado de crisis, la idea de lo simple, lo barato… Habría quizá que tomar distancia de esos romanticismos con los que se plantea la idea de «lo esencial, lo sensible» y aprovechar este momento de interés en la pequeña escala y el bajo coste para encarar un progreso en busca de experimentaciones que evidencien la posibilidad de una arquitectura de alta calidad, coste razonable, y que responda verdaderamente a parámetros de sostenibilidad además de seguir ahondando en otras cuestiones fundamentales, como la generación de condiciones de bienestar, de vinculación del edificio a todas las cuestiones físicas y subjetivas relativas al contexto…

E.L.- En general la sociedad ha aceptado la idea de que los edificios deben ser mucho más respetuosos con el medio. Ha calado de manera colectiva la noción de que no se debe desperdiciar energía ni recursos materiales. Claramente la sociedad demanda una mayor tecnificación y no se puede volver a los orígenes, pero tampoco se ha de incurrir en la domotización tirana de edificios que por norma deben estar enchufados continuamente y son incapaces de responder por sí mismos a sus necesidades de ventilación, soleamiento y confort de una manera más pasiva, aunque menos eficiente.

Por eso, éste también puede ser un buen momento para repensar sobre la tecnificación excesiva. Sobre las normativas, que se han planteado también de forma muy genérica y que quizá sería necesario flexibilizar más. Este momento brinda muchísimas posibilidades y hemos de tratar de trabajar con todas ellas. Nuestra arquitectura ha evolucionado volviéndose cada vez más sofisticada. Recientemente hemos terminado una casa en la costa de Gerona, con paredes dobles de ladrillo encalado de 36 centímetros de grosor y cubiertas catalanas ventiladas. Planteamos su construcción con técnicas y materiales tradicionales ya que queríamos que los espacios interiores tuvieran la calidad ambiental de las construcciones antiguas, y recurrimos a constructores locales de dilatada experiencia, que supieran más que nosotros y pudieran proponer aportaciones que mejoraran nuestra propuesta.

Hemos planteado uno de nuestros próximos proyectos, la rehabilitación de un edificio en el casco antiguo de Santiago de Compostela, conjugando nuevas tecnologías de la madera con las habilidades y tradición de los gremios locales, como carpinteros y canteros. Una artesanía a la que queremos recurrir y por la que apostaremos absolutamente pues entendemos que no debe desaparecer, y para ello ha de de ser cuidada. Estamos seguros que estas técnicas artesanales tradicionales pueden ser complementadas con técnicas constructivas y energéticas más contemporáneas y eficientes. Y no debe asumirse que esto constituya un factor necesariamente encarecedor, ni abaratador, sino más complejo.

Pero hay también otros proyectos para los que deben buscarse mecanismos de gestión más complejos que pueden combinarse con estos métodos tradicionales. Creo que son proyectos ricos y complejos, que plantean soluciones situadas absolutamente en lo contemporáneo, no considero que con ellos estemos retornando hacia alguna esencia que implique un retroceso conceptual ni tecnológico.

M.R. Recurrir a materiales baratos es tal vez una estrategia simplista. Puede sin duda ayudar a reducir costes pero creemos que una medida de ahorro de mayor impacto es invertir tiempo en la planificación y definición rigurosa del proyecto y mediciones antes de construir: ahorrar en procesos y no en los materiales ni la calidad. Esperamos coincidir con clientes y colaboradores que también entiendan la importancia de invertir en planificación, porque es algo que requiere complicidad. Poco a poco vamos acercándonos a este objetivo, encontrando personas afines y aprendiendo de ellas.

De todas maneras, sería necesario que, como sociedad, superáramos la mala costumbre de presionar, apresurar sin ser conscientes de los tiempos que requieren los procesos. Comprender que trabajar con rigor requiere tiempo. Muchos concursos públicos se contradicen cuando dan tres meses para diseñar y redactar el proyecto ejecutivo y una vez entregado éste, por fuerza apresuradamente, la administración o los operadores públicos tienen demoras injustificadas de hasta un año, como nos ha sucedido. Y, paradójicamente, son estos mismos operadores quienes luego conceden premios de innovación, excelencia o sostenibilidad…

Emiliano López (E.L).- Ante esa insistencia sobre la necesidad de pensar, hay que presentar dos preguntas fundamentales: ¿en qué se debe pensar?, y ¿en qué se está pensando? Para nosotros siempre ha supuesto un reto tratar de ver y entender toda la complejidad de un proceso arquitectónico. Entender cómo funcionan las constructoras, cómo funcionan todos los grandes operadores públicos, las obras privadas; entender las normativas y tratar de afrontar todo este entramado de una manera propia, específica.

Concretamente desde vuestra experiencia en el campo de la investigación sobre vivienda social, ¿cuál es vuestra impresión general sobre la actitud que ha predominado dentro del panorama de la construcción en los últimos años?

E.L.- Creo que todo lo que se ha venido haciendo es excesivamente llano y cartesiano, se ha planteado para evitar el conflicto. Nula complejidad: se ha propuesto una vivienda para un habitante estándar, de tres habitaciones, sin ningún tipo de alma, encasillando de manera idéntica a todo el mundo.

En las viviendas de alquiler para jóvenes en Sant Andreu comenzasteis a indagar en la reivindicación de una concepción más sensible del espacio doméstico, a querer afirmar que era posible proponer vivienda social con valor arquitectónico. Una investigación que posteriormente habéis trasladado a vuestros proyectos de vivienda particular unifamiliar.

E.L.- Entendíamos que un proyecto como ése, que requería diseñar unas viviendas de superficie muy reducida, para un habitante de paso, implicaba dejar de plantear en un sentido convencional la idea de salón, cocina, baño… Se trataba de generar espacios capaces de posibilitar multiplicidad de usos y que fueran agregándose los unos a los otros, que fueran también espacios atentos a lo que sucede en sus adyacencias. Esta secuencia de diferentes espacios fue encadenando todo el programa y conformando el proyecto.

Mónica Rivera (M.R.).- Siempre nos interesa pensar cuáles van a ser las relaciones entre espacio y uso, plantear cómo hacer algo que sea amable para ser usado. Anticipar la actividad que se genera en torno a cada elemento doméstico y poder proporcionar respuestas físicas que se acomoden a cada posibilidad de situación; analizar cómo un mismo elemento puede dar pie a más de un uso, y que esos usos no estén contenidos de manera evidente en la forma física de ese objeto o ese espacio sino latentes, propiciadas por sus condiciones físicas.

Aludíais a cómo esa búsqueda de respuestas, también de preguntas, ralentiza la velocidad de vuestro trabajo pero resulta en una atención minuciosa no sólo a las cuestiones relativas al diseño del proyecto sino también a las que atañen al proceso. Hacéis que una parte fundamental de esta parte sea el diálogo y la implicación activa de todos los actores que intervienen en la realización del proyecto.

M.R.- Nuestro planteamiento es trabajar para un fin común. Buscar soluciones que sean satisfactorias tanto para los clientes como para nosotros. Es una posición que nos acaba resultando más laboriosa porque requiere mucho diálogo y dar muchas vueltas hasta darle forma a ese común denominador. Podríamos optar por escuchar superficialmente al cliente, hacer lo que quisiéramos y cuando el cliente nos dijera que algo no le convence o le funciona, negarnos a cambiarlo. Preferimos llevar a cabo todo un trabajo previo intenso de escuchar y hablar, para tener claros los parámetros, necesidades, deseos y restricciones antes de ofrecer una propuesta

E.L.- Todos nuestros proyectos son el resultado de las aportaciones de diferentes personas, del establecimiento de relaciones entre equipos multidisciplinares, basados en la eficiencia y sobretodo en el respeto y confianza mutua. Esto por nuestra parte nos lleva a que planteemos el proyecto claramente como una colaboración, en ningún caso como una imposición de nuestras ideas ni al promotor, ni al cliente…

Para nosotros siempre ha supuesto un reto tratar de ver y entender toda la complejidad de un proceso arquitectónico. Entender cómo funcionan las constructoras, todos los grandes operadores públicos, las obras privadas…Entender las normativas y tratar de afrontar todo este entramado de una manera propia, específica.

Supongo que eso libera de acabar cayendo aprisionados en las cuestiones formales.

E.L.- No hay voluntad formal, ni tampoco asumimos cada proyecto desde la intención de hacer de él “el proyecto de nuestra vida”. Lo que nos interesa es poder desarrollar una relación de complicidad, de claridad, donde el cliente comprenda que podemos errar pero que estamos totalmente comprometidos con el proyecto. El equipo humano siempre es decisivo y repercute en el nivel del resultado final de cada obra. Estamos abiertos a personas con buenas ideas. Sean clientes, promotores, constructora…Y creo que ése es un factor que ha hecho que ninguno de nuestros proyectos se parezca a otro, porque ninguno se trata de un guión exclusivamente nuestro.

¿Cómo ha ido definiéndose y consolidándose esa actitud a lo largo de vuestra trayectoria?

E.L.- Con la experiencia del Hotel Aire de Bardenas descubrimos otras maneras de hacer. En este proyecto, el principal promotor, Alejandro Ahedo, decidió no trabajar con una constructora al uso sino hacerse él mismo cargo de la gestión y coordinación de los distintos actores que intervenían en la obra. Por el contrario, en el caso de las viviendas para jóvenes promovidas por INCASOL, aprendimos mucho del trabajo con una constructora al uso. Una constructora, Constructora d’Aro, que en este caso estaba realmente empeñada tanto en realizar una buena arquitectura como en entendernos a nosotros y que actuó también desde una posición propositiva y paciente con nuestra inexperiencia. Y también nos hemos encontrado con el caso inverso: aprender qué es una mala constructora, con falta de comunicación entre sus miembros, falta de rigor a la hora de entender el proyecto e incapacidad para anticiparse a los problemas y evitar que la obra sufra.

Toda nuestra formulación de preguntas acerca de maneras alternativas de gestionar la construcción de nuestros proyectos, nos ha llevado recientemente a entrar en una fase en la que trabajamos directamente con el cliente para plantear la construcción de su casa, prescindiendo de constructora tradicional. Esto es algo que aprendimos a través de la colaboración con Ahedo y que nos ha sido posible implementar en otro proyecto antes de lo que esperábamos gracias a otro cliente también muy abierto, apasionado e implicado con el proceso de construir su casa y que, intuyendo que había otra manera posible de hacer las cosas, dedicó tiempo junto a nosotros para encontrarla.

Se trata de ahorrar costes evitando el exceso de intermediarios, un sistema en el que todos los involucrados −tanto en el proceso de redacción como en el proceso de construcción del proyecto− pueden trabajar muy de cerca y ordenadamente de manera que permita resolver y anticiparse a todo con mayor eficacia y precisión.

M.R.- Esto último nos devuelve quizá al tema de ese discurso actual sobre la austeridad y los riesgos que conlleva una mala comprensión de qué significa. No se trata de hacer, por ejemplo, cubos superindustrializados, planificados y baratos sino estudiar hasta dónde llega tu ambición y presupuesto para así poder ahorrar en el sistema y poder invertir mayor ambición en la complejidad de espacios, relaciones entre ellos…

La reacción a las circunstancias de crisis está pecando en muchos casos de simplismo, ya que se trata de proponer como respuestas planteamientos y argumentos de austeridad o, digamos, contención económica, que en realidad se basan en una pauperización material de la arquitectura. En vuestro caso, abogáis por aunar tecnologías y técnicas tradicionales y contemporáneas para procurar una arquitectura de calidad, bien construida, capaz de aportar elementos innovadores (aunque sin estridencias) a nivel de uso, de efecto estético…

E.L.- Creemos que debe trabajarse con todas las posibilidades que ofrece la industria. Los proyectos que ahora mismo estamos llevando adelante son mucho más ambiciosos técnicamente. Cada vez necesitan más planos para ser entendibles y ser construidos. Y creo que son proyectos ricos y complejos. Nuestra arquitectura ha evolucionado volviéndose cada vez más sofisticada desde, por ejemplo, el interés por cuestiones como el apego de las personas a la arquitectura. Observamos con atención las arquitecturas tradicionales pero no para recuperar la imagen vernácula de lo construido sino su esencia, y hacerlo aplicando sistemas constructivos equivalentes a los del pasado, pero mucho más industrializados, tecnificados, controlados.

En el proyecto para una cooperativa de vivienda que hemos planteado junto al constructor y promotor José Otero Pombo, a base de dialogar e investigar junto a él, hemos comprobado que mediante la previa industrialización de determinadas partes de la construcción, es posible reducir el tiempo de ejecución y, por consiguiente, ahorrar costes. Planteamos una industrialización previa de sistemas de maderas contralaminadas procedentes de Austria.

En este caso, y aunque se trata de una obra ubicada en Galicia, es totalmente viable económicamente el uso de sistemas procedentes de Austria. No obstante, paradójicamente, seguimos con la tradición de construcción en madera propia de Galicia, pero aplicando nuevas tecnologías que quizás puedan abrir futuras vías de producción locales.

En este proyecto, el ahorro resultado de una búsqueda de máxima eficiencia en la construcción, permite que el dinero de los cooperativistas pueda invertirse en componentes que redunden en una mejora del confort y la calidad de sus viviendas.

¿Con qué otros estudios reconocéis afinidades en este momento? 

Mónica Rivera (M.R.).- Hace pocos años tuvimos ocasión de conocer a Brendeland & Kristoffersen en un simposio sobre vivienda organizado por Stephen Bates y Bruno Krucker en la Universidad de Munich, con quienes luego compartimos participación en la exposición Feeling at Home en la última Bienal de Arquitectura de Venecia, una muestra curada por Sergison Bates architects. Ha sido muy enriquecedor conocerlos porque comparten inquietudes similares a las nuestras, un parecido concepto de trabajo…Optan por esa lentitud y en comprometerse con proyectos que verdaderamente les interesan. Manifiestan una preocupación por lo tecnológico, lo social, las dinámicas del cliente y la ciudad.

Emiliano López (E.L).- De Sergison Bates Architects nos interesan enormemente en concreto sus propuestas de vivienda social y cómo trabajan la inmersión del edificio en el contexto. Entendemos que consiguen que los habitantes puedan identificarse con sus edificios, no son edificios cualquiera, sino edificios que contribuyen a completar la ciudad y a dignificarla. Sus edificios se nutren del contexto y a la vez aportan algo nuevo.

M.R.- Nos interesa mucho también la atención que aplican al trabajo en planta para generar espacios ambiguos y ricos. Además de desarrollar cuidadosamente un diálogo entre la imagen y la tectónica de las fachadas, trabajan con la misma intensidad las distribuciones interiores.

E.L.- HArquitectes, cuya estructura de equipo es diferente a la nuestra, es uno de los estudios locales con los que compartimos afinidades ya que reconocemos claramente en cada nuevo proyecto que encaran esas búsquedas diversas que nosotros también estamos planteando. Recientemente, nos hemos presentado junto a ellos a un concurso de vivienda colectiva. El motivo de esta asociación no es sólo aunar fuerzas para acometer un proyecto que, de afrontarlo individualmente, tanto nosotros como ellos tendríamos menos opciones de poder llevar a término, sino también el de hacer de él un punto de encuentro para el debate y el aprendizaje recíproco.

¿Señalaríais en particular a arquitectos que estén incentivando ese intercambio, debate? 

E. L .-A nivel internacional, creo que puede destacarse a Sergison Bates Architects o Caruso St.John Architects que plantearon su invitación a participar en la última Bienal de Venecia como una ocasión para el encuentro. A diferencia de otros participaciones, que únicamente se preocuparon de desplegar y exhibir su propia musculatura, ellos convocaron a distintos colegas para mostrar su trabajo de manera conjunta, buscando sinergias e intercambio.

Algo semejante a lo planteado también desde el pabellón de Catalunya con Vogadors, que a mi entender fue una derivación comercial de lo que originalmente plantearon Pere Buil, Carlos Cámara y Joan Vitoria en Matèria Sensible. Matèria sensible fue y sigue siendo realmente un lugar de encuentro y discusión sobre arquitectura, donde Pere, Carlos y Joan no son sólo comisarios, sino parte integrante del grupo.

¿Hay riesgo entonces de que estas actitudes acaben tomando una deriva comercial, de tendencia? ¿Sería evitable? 

E.L.- En mi opinión, si se tomara una actitud de mostrar el respectivo trabajo entre arquitectos desde una voluntad de compartir, no tiene porqué caer en modas. Algo similar a los CIAM, Team 10… reuniones donde a través de sus propuestas cada uno transmite conceptos que generan debate. Mi tesis doctoral se centró en el estudio de un edificio de vivienda colectiva para estudiantes casados, construido por Sert, Jackson & Gourley en el campus de la Universidad de Harvard en 1964, durante una época de grandes cambios sociales donde se sentaron las bases de nuestra sociedad. Analizando esas obras y sus actores quizás podamos entender mejor su legado arquitectónico.

Pero insisto, ¿no está latente ese riesgo de adoptar la actitud desde una mera imitación superficial? ¿Cómo hacer que estas ideas, que son sujeto de debate y no sujeto de performance no acaben quedando en meras cuestiones vendibles?

M.R.- Creo que ese riesgo es inevitable. Ayudaría a minimizarlo el que se divulgaran de una manera más cuidadosa y profunda estas colaboraciones y obras, con reseñas y reflexiones que fueran más allá de publicarse en revistas o colgarse en una web con imágenes del proyecto y acompañadas por la memoria descriptiva del arquitecto/a sin más. Si a esto le agregas comentarios rápidos y hechos por encapuchados, pues ahí tienes performances en línea.

¿Reconoceríais entonces en estas nuevas motivaciones de diálogo, colaboración…una cierta voluntad de retomar ese espíritu de los 50 ó 60? 

E. L.- Por ejemplo, actualmente, Lacaton & Vassal con sus fotomontajes y las fotografías que toman de sus viviendas en uso, claramente se refieren a los Case Study Houses de California, a aquella manera de vivir y relacionarse con el paisaje. Examinan esa manera de vivir que, en teoría representaba el capitalismo americano más feroz y depredador, pero para incorporar, paradójicamente, esa manera de entender la relación con el paisaje en la vivienda social contemporánea. Lacaton & Vassal se muestran a favor de los edificios en altura, comprendiéndolos como medios que pueden ayudar a prevenir el sprawl mediante la definición de estrategias y proyectos de restauración y mejora de edificios en altura que a simple vista pueden parecer obsoletos, esos grandes bloques que rodean todas las ciudades europeas. No creo que se trate de retrotraernos o poner de moda los 50 o 60s, pero quizá si contagiarnos un poco de su optimismo.

Como hablábamos anteriormente, se adopta ahora el discurso demonizador de la arquitectura estrella y el «nuevo arquitecto» ahora quiere exhibir cercanía al usuario, pero convendría aclarar si todo el mundo tiene claro por qué aproximarse al usuario, conversar sus necesidades para tratar de atenderlas con soluciones adecuadas o utiliza esto como mera pose.

M.R.- Cierto. Regresa una cierta tendencia a validar y exhibir esta cercanía al usuario sobre todo valiéndose de fotografías de los habitantes usando felizmente el espacio. Desde luego, es muy interesante ver los espacios con vida, donde los habitantes no quedan relegados al papel de cliente-que-hizo-concesiones, sino que al aparecer en las fotos parecen anunciar su conformidad con los resultados y su participación en la toma de decisiones, además de evidenciar que han sobrevivido el proceso de construcción y han mantenido buenas relaciones cliente-arquitecto/a como para posar.

Entraríamos aquí en el campo de la construcción dialéctica de la arquitectura a través de la fotografía, o también la recreación digital previa al proyecto. ¿Cómo opináis que debe abordar el arquitecto esta dimensión en la que lo estético conlleva significados, connotaciones, implicaciones que definen su trabajo?

M.R.- Personalmente no me interesa este tipo de fotografía que realiza o dirige el arquitecto queriendo presentarla ante todo como una evidencia del éxito espacial-emocional: no puedo evitar asociarlas a un premeditado lenguaje publicitario-televisivo. En cambio, me resultan de mayor interés las fotografías sobre las que el arquitecto no ha tenido control y que responden a la visión de otra persona ajena al proyecto, ya que desaparece la preocupación por mostrar el lado fotogénico del espacio y afloran preocupaciones e intereses que suelen estar en otra parte.

En ese sentido, tres de nuestros proyectos han sido fotografiados por el fotógrafo y artista Román Yñán, sin ninguna indicación por nuestra parte. Uno de estos proyectos es su apartamento en Barcelona, que reformamos en 2008, y que ha sido el escenario donde él ha ido fotografiando a su familia a lo largo de varios años en un proyecto muy personal titulado diariosfotográficos. Son fotografías que narran un habitar auténtico y una exhibición voluntaria de la vida en ese espacio. De hecho hemos hablado con él sobre la posibilidad de “documentar” el espacio de manera más descriptiva pero, otras veces, dudamos y pensamos que tal vez sea más penetrante que ese espacio tan personal sólo exista para nosotros a través de la libertad de sus fotografías.

No obstante, en vuestro trabajo con José Hevia sí intervenís y creáis una aproximación a vuestra arquitectura distinta a la que plantea y resulta del proyecto fotográfico de Yñán.

M.R..- Con José Hevia mantenemos una colaboración muy estrecha e intensa. Junto a él documentamos nuestros proyectos de forma muy premeditada ya que ahí nos interesa crear una narrativa de las intenciones del proyecto en términos espaciales, tectónicos, de uso imaginado y relación del programa. Nos gusta reflexionar sobre lo que es el hecho de tomar una fotografía de arquitectura e investigar sobre los diferentes modos complementarios de fotografiarla.

¿La fotografía forma entonces parte del proceso de trabajo de López-Rivera Arquitectos, ese proceso que describíais como a la búsqueda constante de nuevas preguntas?

M.R.. En las fotografías de nuestras obras tratamos siempre de construir una imagen de la domesticidad que nos hemos imaginado, de una manera neutra y con pocos elementos que den escala y sugieran los modos en que nosotros consideramos que esos espacios pueden ser interpretados, utilizados. Después, es interesante observar cómo el habitante ha hecho suyo ese espacio para seguir reflexionando en cómo nosotros, como arquitectos, proponemos y después el habitante dispone. En el caso de viviendas privadas, no sentimos la necesidad de documentarlas en uso porque el trato con los propietarios y la visita frecuente nos permiten ir viendo como se produce ese uso.

Otro de los proyectos que Román Yñán fotografió fueron las viviendas para jóvenes en Sant Adreu. Sus fotografías documentan qué es hoy una vivienda social de alquiler y que rostro tienen sus ocupantes. Propusimos esa colaboración con Román en las viviendas sociales ya que, como diseñábamos para un usuario desconocido, sentíamos curiosidad por saber quién viviría ahí y cómo había interpretado nuestra propuesta.

¿Rechazáis entonces la estilización deliberada, la presentación de la arquitectura como alienada del contexto, del uso, del habitante? ¿Buscáis una construcción dialéctica de una posibilidad de la realidad de vuestra arquitectura?

M.R.- Considero la fotografía de la arquitectura vacía también es muy importante. En una conferencia que ofreció recientemente en Harvard, la fotógrafa Hélène Binet, respondiendo a una pregunta del público, explicó que evita introducir figuras humanas en sus fotografías de arquitectura porque las personas y sus detalles distraen de las cualidades espaciales de la arquitectura y que no considera necesario incluirlos para comunicar el uso social del edificio, ya que es obvio que la arquitectura está hecha para la gente.

Un lugar puede cambiar de habitantes, de muebles, de época. Es interesante fotografiar a la arquitectura con sus habitantes si hay de fondo una voluntad consciente de reflexión, pero fotografiarlas por el mero intento de anular la imagen de la arquitectura vacía carece para mí de cualquier sentido. No obstante, las fotografías de arquitectura vacía tienen mucho valor también porque, como arquitectos, somos capaces de imaginar una pluralidad de formas de habitar una determinada arquitectura y de juzgar sus cualidades como soporte que es para la vida.

¿Se trata entonces de desarrollar una comprensión de lo cotidiano que quiere ir más allá del mero detalle, tal vez sólo anecdótico, de la foto de la señora ama de casa en su cocina, por ejemplo? ¿Tener una trascendencia, la voluntad de explicar la propuesta de algo distinto, renovador?

E.L.- Cuando presentamos las viviendas sociales para jóvenes al premio FAD presentamos en los paneles una foto de gran tamaño, realizada con José Hevia, de un detalle concreto de la ventana que comunica el interior de la vivienda con la pasarela comunitaria de acceso. Esa imagen era prácticamente un bodegón de una posible escena doméstica de desayuno en la pasarela comunitaria. Acompañamos esta imagen de otras, mostrando interiores de los apartamentos amueblados y con plantas.

Ese tipo de imágenes para presentar una vivienda social no eran muy comunes. La vivienda social era un producto que los arquitectos distribuían como los operadores les indicaban, no creían en lo que estaban distribuyendo y se dedicaban a hacer una composición de fachada y una composición de volúmenes que les resultara más o menos interesante.

M.R.- De igual manera, cuando en aquella época, se buscaban imágenes de vivienda social en revistas especializadas, jamás aparecían fotografías de interiores, sino únicamente de fachada. Cabe pensar también que el motivo fuera que los arquitectos proporcionaran fotografías interiores, y que el criterio editorial fuese el de priorizar la publicación de fotografías de fachada. Lo desconozco, pero lo dudo porque todo el discurso arquitectónico se enfocaba en la piel y no había un análisis del interior, de su distribución, de los porqués que subyacían a cada decisión…

Esa selección de fotografías que presentamos al FAD fue como una reacción contra la situación que estábamos constatando. Decidimos hacer un énfasis absoluto en el interior. Dar a entender que el lujo era el espacio, cómo se producía la penetración de la luz, la relación entre uno y otro espacio y, sobre todo, la relación entre lo privado y lo comunitario.

E.L.- Y en este punto es donde se produce la crítica hacia ese arquitecto que trabajó indiscriminadamente, acatando sin cuestionamientos las normas que le imponían los operadores.

M.R.- Y, paradójicamente, sobre aquellas fotos que en su momento planteamos como una crítica, algunos colegas nos dicen ahora que resultan «demasiado bonitas, demasiado propias de revista de decoración». La crítica ha dado la vuelta y ahora esas imágenes se entienden justo de la manera opuesta. Pero no: esas fotografías están hechas justamente en un momento en que percibíamos que no había ningún interés en la calidad del espacio interior.

¿Cómo percibís que debería producirse la transformación de la figura y función del arquitecto dentro de esta sociedad cambiante? Dentro de una sociedad que debe fundamentarse desde otros valores y capacidades críticas.

E.L.- Creo que si de alguna manera debe cambiar el arquitecto su tarea hoy es convirtiéndose en una figura que contribuya a hacer replantear las dinámicas que la sociedad da por establecidas. Quizá el futuro inmediato del trabajo del arquitecto sea colaborar en la formación de la sociedad a otros niveles: plantearle cuestiones, demostrarle si precisa realmente un edificio o no.

Fuente > http://abcblogs.abc.es/fredy-massad/2013/04/22/entrevista-a-lopez-rivera-arquitectos-1a-parte/

Para poder subir obras es necesario acceder con una cuenta ARQA

Para poder solicitar la creación de un grupo es necesario acceder con una cuenta ARQA

Para poder guardar en favoritos es necesario acceder con una cuenta ARQA

Para poder valorar obras es necesario acceder con una cuenta ARQA

Para poder agregar a este usuario a tu red de contactos es necesario que acceder con una cuenta ARQA

Para poder enviarle un mensaje a este usuario es necesario que acceder con una cuenta ARQA

Ir a la barra de herramientas