5.10.2010

Charla con Alejandro Aravena, por Stepien & Barno (parte 1)

Entrevista realizada a Alejandro Aravena por Stepienybarno, manteniendo como tema principal el Grupo Elemental. A estas alturas cualquier presentación de Alejandro está de sobra, así que vamos directamente al grano con la primera parte de la entrevista.


– Se puede decir que Elemental es un estudio bastante particular. No son tantas las oficinas que buscan soluciones concretas a los problemas sociales desde la propia arquitectura. ¿Cómo ha surgido la idea de ir en esta dirección?

Todo ha empezado en el año 2000 cuando me han invitado para dar clases en Harvard donde los profesores eran Moneo, Koolhaas, Herzog, etc. Me parecía que única cosa en la cual yo podía tener algo de ventaja frente a ellos, era saber operar en un contexto de escasez. Por lo tanto, intenté enfocarlo como una ventaja competitiva o comparativa. En aquel momento no tenía ni idea de lo que es un subsidio, tampoco nos interesaba el componente social desde punto de vista teórico. Así que, durante un par de años de trabajo en la Universidad de Harvard y Universidad Católica estudiamos diferentes casos prácticos: las preguntas y las respuestas. “Nuestro trabajo consiste en buscar el valor más relevante, preciso e irreducible posible.”

– Al principio, Elemental habéis formado Andrés Iacobelli y tú. ¿Era importante el hecho de que él no fuese arquitecto sino ingeniero? ¿Una apuesta por la multidisciplinariedad?

Efectivamente, el proyecto Elemental empieza en el momento que estaba cursando un master en políticas públicas en Harvard y allí nos conocimos. Cuando empezó Elemental su presencia fue clave. Su formación como ingeniero traía dos componentes muy importantes. El primero es aprender a pensar con restricciones. Todas las restricciones del problema son los ingredientes que no quitan, sino, aportan a la ecuación. Él siempre decía que los arquitectos hacen lo siguiente: toman un problema complejo, le quitan variables, lo simplifican y, después, dan una respuesta complicada para enseñar a los demás que están trabajando con la complejidad. Los ingenieros parten de un extremo opuesto: toman un problema complejo y, como es complejo, tratan de dar la respuesta más simple posible. El segundo concepto es, que nosotros no partimos de nosotros mismos, incluso a nivel físico. Así que, en lugar de mirar hacía dentro y convertirnos en expertos, para un ingeniero es mucho más natural partir de fuera de sí mismo. Por ejemplo, preguntar al ministro de vivienda donde hay algún problema que nosotros pudiéramos resolver. Es decir, identificar alguien que tenga un problema en vez de nosotros inventar el problema. Hay tanta cantidad de problemas allí fuera que no hace falta poner una agenda creativa personal encima. El problema tiene que ser compartido. Por ejemplo, una nueva política de vivienda de 750 $ para cual el mercado no tiene solución y que corre riesgo de tener licitaciones desiertas, es un problema objetivo.

– Parece que de manera muy consecuente enfocáis vuestro trabajo en la dirección de buscar estos problemas reales. ¿Es esa la filosofía de Elemental?

Nuestro trabajo consiste en buscar el valor más relevante, preciso e irreducible posible. Por dar un ejemplo, en caso de Chairless, nuestra pregunta fue no cómo hacer una silla, sino, preguntamos sobre ¿cómo nos sentamos? o ¿qué significa sentarse? De alguna manera, intentamos tocar el límite justo antes de que el sustantivo “silla” desparezca. Los arquitectos trabajamos mucho con los sustantivos, sin embargo, el punto de partida que permite replantear el problema en términos distintos, es el verbo.
“Si uno no está obligado a jugar en el límite, en realidad, no tiene necesidad de ser creativo.” Chairless para Vitra.

– ¿Desde el principio tenías claro que queríais trabajar en el tema de la vivienda social?

Sí, vimos, que había un nicho donde había una gran demanda con muy poca gente trabajando allí. Había preguntas con mérito intelectual que requerían calidad profesional. Había una pregunta difícil y, como era difícil, había que ser creativo. Si uno no está obligado a jugar en el límite, en realidad, no tiene necesidad de ser creativo. Estas tres componentes se juntaron con aceptar a trabajar en un nicho específico que, en este caso, era la vivienda social.

– Los problemas de este nivel de complejidad como los que tratáis resolver vosotros, exigen colaboración de numerosos grupos de personas. Esto convierte el papel de arquitecto más que en un diseñador, en un mediador. ¿Es así en vuestro caso?

Cuando partes de un problema que tiene muchos factores: políticos, las ordenanzas, los que construyen, las familias, finalmente alguien tiene que coger un papel y hacer una raya. Este acto es insuperable porque es sintético. Cuando un problema es complejo, alguien tiene que tomar las decisiones necesarias. Creo que los arquitectos tenemos en el núcleo de nuestra profesión un instrumento muy poderoso: el proyecto. Sintetiza y, además, es capaz de poner de acuerdo a la gente, ya que, les invita a trabajar en sus respectivos ámbitos. Es una irresponsabilidad restarle a los problemas complejos una herramienta tan potente. “Elemental es una compañía con fines de lucro, pero con interés social.”

– También la ciudad como manera de habitar el planeta juega papel importante a la hora de dar soluciones a los problemas de desigualdad y pobreza. La defines como un atajo hacia equidad, ¿podrías explicar este concepto?

La única solución, con la que se puede hacer frente a la desigualdad, es utilizando el modelo de la ciudad. Hoy en día, lo intentan conseguir por medio de la redistribución de ingresos, al cual se llega por ejemplo a través de la educación. Este es, probablemente, un camino muy largo. Pero la ciudad en sí misma, respecto a la calidad de vida, puede ser un atajo ya que en este modelo, sin tocar la redistribución de ingresos, las personas pueden cobrar la calidad de vida. Elemental es una compañía con fines de lucro, pero con interés social. Buscamos trabajar en proyectos de infraestructura, espacio público, transporte y vivienda para capitalizar la ciudad como este atajo hacia la equidad.

– Exactamente, todos los trabajos de Elemental están fuertemente anclados en el contexto social y económico. Te gusta hablar de la estrategia y de las leyes del mercado…

Es así, porque cada tema en el que trabajamos en Elemental, necesariamente, tiene que partir de la situación existente hoy, tanto en las políticas públicas, como en mercado. En la mayoría de los casos, no hay dinero, por lo tanto, hay que aceptar que no se puede tener excesiva calidad. El otro gran problema que tenemos cuando no hay dinero es que, no podemos entregar suficientes metros cuadrados, ni suficientes acabados. El promedio en el mundo, en general, con que se puede construir viviendas en políticas públicas, es en el orden de 10 000 $ por unidad, lo que permite construir entre 30 y 40 m2. Esto es la realidad para 2 000 millones de personas, que se van a mover en los próximos 15 años hacia las ciudades.

– Para estas personas están pensados vuestros proyectos de viviendas. ¿Cuáles eran las pautas que seguíais a la hora de plantear la vivienda “Elemental”?

Los puntos que queríamos identificar fueron dos. El primer punto es que cuando hay dinero, y esto es un dato en general para una familia de clase media, esta familia puede asumir, razonablemente bien, tener 80 m2. Pero cuando no hay dinero, la vivienda de 80 m2 se reduce hasta poder ser pagada por los subsidios y se convierte en una vivienda de 40m2. Además se sitúa lejos, donde el suelo cuesta poco. Estas son dos estrategias que se pueden observar en todos los mercados cuando no hay dinero. Pero producen un grave problema, que es la marginalización. Las enormes masas de gente que migran a las ciudades, lo hacen porque las ciudades generan oportunidades. Pero por cuestiones económicas pueden asentarse solo en el extrarradio y, al estar demasiado lejos de las redes de transporte, del trabajo, salud, educación, recreación, etc., no tienen acceso a estas oportunidades.

– ¿Qué proponéis vosotros ante esta situación?

En nuestra búsqueda de la solución, partimos del tener que redefinir la pregunta, lo cual nos llevó no hacer la casa más grande, ni la casa mejor construida. Pensar que los 40m2 que podíamos construir eran la mitad de una casa buena dio la solución al problema. Ahora la pregunta era: ¿qué mitad hacemos? Nos pareció que con el dinero público, había que hacer aquella mitad que el usuario, por cuenta propia, nunca va a poder hacer. Respecto a la localización, nuestra conclusión era que la cercanía de la red de oportunidades es más importante que el tamaño y los acabados de una vivienda, porque permite a sus habitantes salir de la extrema pobreza. Todos nosotros, cuando compramos una casa, esperamos que aumente su valor en el tiempo. De hecho, es casi la definición de inversión. En cambio, en la mayoría de los casos de la vivienda social, la vivienda se parece más a un coche: disminuye su valor en el tiempo.

Vuestra idea ha sido desarrollada en un conjunto de viviendas en Iquique. Era vuestro proyecto piloto. ¿Cuál fue la peculiaridad de este caso?

En aquel campamento vivían 100 familias, que desde hace 30 años ocupaban ilegalmente un terreno. A nosotros se nos pedía dar una solución con un subsidio de 7500 $, que en el mejor de los casos permitía construir 30 m2, en el mismo terreno de 5000 m2, donde estaban viviendo 100 familias. Las condiciones de vida de este conjunto eran muy malas: los problemas ambientales y de tráfico de droga muy complejos. Pero, a pesar de estas condiciones de vida, la ciudad se desarrolló en torno a este conjunto de viviendas, que era conveniente conservar en el mismo sitio. Pues allí cerca estaban los trabajos de estas familias, los colegios de los niños, los centros de salud, la educación, el transporte, la playa, de hecho, a cuatro manzanas. La alternativa de estas familias era irse donde se acumulan todos los pobres, a una especie de comuna-satélite-dormitorio a unos 45 minutos de una ciudad que tiene 150 000 habitantes. Por lo tanto, era deseable conservar la localización de las familias. Pero el terreno costaba 3 veces más que lo que la vivienda social normalmente puede pagar. De hecho, este precio de mercado identifica, que allí había condiciones de calidad de vida y la concentración de oportunidades.

– En este proyecto habéis desarrollado un trabajo de campo muy completo. ¿Cómo fue la experiencia de colaborar con los vecinos?

De lo que partimos fue de un proceso de trabajo con las familias, una secuencia de talleres donde les explicamos las soluciones que había en mercado y con ellos escogimos la tipología definitiva. Usamos todas las herramientas disponibles de la arquitectura: el proceso de comunicación y socialización del problema por medio de talleres, trabajando con maquetas o dibujos para verificar que todos estuviéramos entendiendo lo mismo. Lo hacíamos con los representantes de las familias, a veces, con todas las familias. De esta manera pudimos saber cómo esperaban que fueran los patios comunes, las fachadas, las distribuciones o cualquier otro tipo de crecimiento futuro que ellos iban a hacer. Y así, imaginábamos con las familias como iban a ser sus viviendas.

– ¿Así se os ocurrió la solución tipológica definitiva: la tipología Iquique?

Lo que hicimos fue de nuevo replantear la pregunta. Había que dar posibilidad a las viviendas que crezcan. Para esto, proyectamos un edificio que tenga solamente la planta baja y la planta superior. Las dos plantas las distribuimos en el lote de tal forma, que cubran por lo menos 50 % de frente urbano buscando cuidar algo de esa calidad del barrio, del cual, depende el valor de la vivienda. Con esta cinta constituimos la configuración urbana que correspondiera y los vacíos que nos iba dejando. Por lo tanto, con la estructura hecha por nosotros para el estado final de crecimiento, nos quedaba solamente esperar que ocurrieran las intervenciones informales individuales de casas, lo que ocurrió justo después de la inauguración.

– ¿Cómo habéis resuelto el tema de espacio público?

La escala urbana fue organizada entorno a grupos del orden de entre 15 y 25 familias: el tamaño de familia extensiva. Este es un tema extremadamente importante en los entornos frágiles. Es muy caro ser pobre porque, normalmente, son familias extensivas con primos, tíos, abuelos, que tendrían que tener alguna conformación en el espacio, pero no tan grande, que los acuerdos sociales no se puedan mantener. Por lo tanto, algo más que 20 familias es el tamaño máximo en el que la gente sabe quien es quien.

– Parece que de esta manera ofrecéis a las familias mucho más de lo que podían esperar…

Por el mismo dinero con el que los demás construían unas mediaguas en la periferia nosotros teníamos que construir en el centro de Iquique. La arquitectura no está en la caja. Es una caja muy parecida a la que ofrece el mercado, pero hemos logrado densidades suficientemente altas para que se puedan pagar suelos caros y que, a su vez, posibiliten el crecimiento.

– ¿Cómo fue recibida vuestra propuesta por los políticos?

Estas viviendas son de lo políticamente más incorrecto que uno puede imaginar. Para un político es muy difícil entregar una vivienda que no tiene pavimentos, no está pintada y que los tabiques son prácticamente de nada. Sin embargo, con las familias era muy fácil establecer el acuerdo. Estaban encantados de que, todo lo que ahorremos en cosas difíciles de hacer por ellos (como la estructura o el suelo), les permitiese hacer un proceso de intervención individual posteriormente.

Autores de la entrevista en exclusiva con Alejandro Aravena: Stepienybarno con la colaboración de Teresa Meana
Todas las fotografías que acompañan la entrevista han sido cedidas por parte del equipo de Elemental
Fuente > www.laciudadviva.org/blogs/?p=6963

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