10.1.2007

Plac Zgody. Vacío y ausencia

Antes de la Segunda Guerra Mundial, Cracovia era el centro social y cultural de la comunidad judía polaca. Una cuarta parte de su población estaba integrada por ciudadanos judíos que tras la invasión nazi en 1939 sufrieron las leyes discriminatorias que culminaron en su definitiva segregación para hacer de ella la ciudad más limpia del territorio polaco ocupado. La mayoría debieron abandonarla y unos quince mil fueron forzados en 1941 a trasladarse al gueto que fue levantado en el distrito de Podgórze, donde permanecieron hasta su definitiva liquidación en 1943. Los que no fueron deportados al campo de concentración de Belzec, a partir de diciembre de 1942 permanecieron confinados en él antes de acabar enviados a Plaszow y Auschwitz, donde perecerían. Los documentos gráficos conservados del 21 de marzo de 1941 les muestran caminando por las calles de Cracovia, hacia el gueto. Recuerdo el silencio que había durante este traslado. Un silencio que se transformó en lamentos y sollozos, testimoniaría una superviviente.

La Plac Zgody fue escenario de ejecuciones y enclave señalado por los nazis como Umschlagplatz, lugar donde los judíos debían congregarse para ser deportados. Allí mismo fueron trasladadas y acumuladas las pertenencias de los judíos que fueron llevados a los campos de exterminio. En la Plac Zgody se deteriora una incalculable cantidad de muebles, que se han llevado de acá para allá no se sabe cuántas veces escribió ante esa imagen Tadeusz Pankiewicz, propietario de la Apteka Pod Orlem, un no-judío autorizado a mantener su farmacia dentro del gueto debido al temor de los nazis de que se propagase en su interior una epidemia y que aprovechó esa concesión para proteger a los judíos y ocultar actividades clandestinas de resistencia. Esa imagen, extraída de las memorias de Pankiewicz, junto con las imágenes conservadas inspiraron a los arquitectos Piotr Lewicki y Kazimierz Latak su proyecto para la transformación en memorial de la antigua Plac Zgody, actualmente la Plac Bohaterów Getta (Plaza de los Héroes del Gueto), que perdió su presencia en la ciudad durante los años setenta.

Inaugurada hace ahora un año, aquella Plac Zgody es hoy un espacio deliberadamente concebido como un contenedor poético que transforma a ese lugar en una marca de lo ocurrido, en una forma de las ruinas que Victor Klemperer auguraba que surgirían tras la guerra. Era imposible hablar de esta tragedia desde la literalidad. Documentos y recuerdos de los que sobrevivieron nos daban a entender la historia del gueto como una sucesión de mudanzas. Las imágenes muestran a las gentes por la calle transportando cajas, muebles, arrastrando carros y carromatos. Una fila de niños desfila por la acera, cada uno carga una silla sobre su cabeza; una niña transporta su hatillo entre las patas de una silla con el respaldo hacia abajo. Decidimos narrar la historia de este lugar a través del diseño del espacio urbano de la plaza explican Lewicki y Latak. Tras la liquidación del gueto, a la plaza llegaron objetos desechados, que evocan la ausencia de sus propietarios. La memoria de los ausentes se manifiesta a través de objetos de uso corriente. Las sillas, el pozo, las papeleras, incluso las señales de tráfico, adquieren un carácter simbólico.

Los arquitectos han hecho surgir un espacio que no elude provocar un sentimiento de malestar ante la obligación de recordar. Una intervención contenida, en la que los elementos que integran el espacio, elaborados con materiales cuya expresividad cruda emerge de su vulnerabilidad al paso del tiempo bronce patinado, cemento, acero oxidado y galvanizado son a la vez escultura y pieza de mobiliario urbano de forma que no se crea un lugar intocable sino un espacio que aunque incómodo o perturbador puede ser ocupado y utilizado sin sentir que se comete una profanación a esa memoria solemne e ineludible. La actual Plac Bohaterów Getta es un espacio que hace presente a la ciudad el recuerdo del exterminio de una parte de su población y le hace afrontarlo no sólo desde su carácter de memorial donde rendir tributo a aquellas vidas ausentes directamente en el transformado interior de la antigua estación policial usada por los nazis sino mediante la interacción que la plaza tiene con las actividades cotidianas de la ciudad.

Hacer de la arquitectura metáfora construida de recuerdos y sentimientos de un tiempo convulso, de un recuerdo difícil de soportar y asumir, convierte a la tarea del arquitecto en una cuestión a resolver desde la implicación moral. Intentar no caer en referencias tópicas sino homenajear a las víctimas sin incurrir en la espectacularidad dramática o en la sublimación de la tragedia. Lewicki y Latak preservan la fuerte carga emotiva de un lugar sin desposeerlo del ritual del dolor, y sin hacer de él un lugar de cargas negativas que lo transformen en un espacio alienado a la manera en que lo fue aquel gueto. La tarea es exorcizar y hacer que en él surja un encuentro con la conciencia de que fue un escenario de una de las masacres que marcaron el siglo XX, convirtiéndolo en un lugar donde no sólo reflexionar sobre el pasado sino sobre el presente y condición humana. Esta plaza es construcción simbólica pero también herramienta de manifestación de la memoria histórica en el espacio público de Cracovia y de dignificación de cada una de las vidas cuyos destinos fueron trágicamente anulados cuando sus pertenencias se quedaron en la Plac Zgody.

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