13.9.2008

Perdidos en la transición

Publicado el sábado 13 de septiembre de 2008 en ABCD las Artes y las Letras.
La participación de España en la presente Bienal de Arquitectura de Venecia, comisariada por Soledad del Pino y Ángel Fernández Alba (AFA Arquitectos), tiene por intención realizar un análisis intelectual que parte desde presupuestos que evidencian un interés de los comisarios por plantear lecturas e interpretaciones desde lo conceptual, lo que aproxima a la arquitectura a los límites de la dimensión creativa donde se formula su esencia y su valor.

Perdidos en la transición Bajo el título ‘De lo construido a la arquitectura sin papel’ se integra la obra de cincuenta arquitectos, que se presentan divididos como representantes de dos generaciones distintas. El criterio de distinción entre ellos es que unos pertenecen a una generación que comenzó ‘dibujando su obra en papel y tiralíneas’ y otra, ‘que sólo ha conocido la pantalla del ordenador’.La muestra se divide en dos secciones: ‘Sin nombres, lugares’, que muestra seis edificios recientemente construidos firmados por Juan Navarro Baldeweg, Lluís Clotet e Ignacio Paricio, Josep Llinás, RCR Arquitectos, Víctor López Cotelo y Juan Manuel Vargas Funes, IMB Arquitectos. La selección se fundamenta en juicios poéticos, la consideración de que se trata de obras que muestran ‘distintas respuestas vanguardistas a la modernidad’. La segunda, ‘Arquitectura sin papel’ expone mediante animaciones quince proyectos de estudios cuyo lenguaje arquitectónico se desarrolla mediante el empleo de medios digitales, ‘tentativas de explorar nuevas vías de creatividad’ y en cuyas piezas participantes mezclan arquitectura con otras artes. Colectivo Cuarto y Mitad, Dosmasuno, UP Arquitectos, Coll-Leclerc, María Langarita y Víctor Navarro, David Tapias y Nuria Salvadó, Picado de Blas, Antonio Jiménez Torrecillas, Suárez Santas Arquitectos, Eddea Arquitectos, CUAC Arquitectos, Barozzi Veiga, Murado & Elvira Arquitectos, Estudio Motocross y Solid Arquitectura.

El concepto de la exposición parte de la premisa de que en el momento actual la complejidad de la realidad ha aumentado de manera exponencial, merced a la digitalización de la sociedad. Bajo este criterio se ha optado por esta división de la temática entre lo que los comisarios consideran edificios sucesores del Movimiento Moderno y guías en un periodo de transición para, los arquitectos del segundo bloque, que los comisarios interpretan como representativos de la nueva era y cuya diferencia fundamental respecto a los primeros es marcada dentro del catálogo por el hecho de destacar gráficamente la url de la página web de cada estudio -como haciéndola símbolo crucial para subrayar ese carácter ‘novedoso’ con el que se les quiere distinguir y que hace tres lustros hubiera sido efectista y verdaderamente probando una actitud avanzada, pero que hoy evidentemente ya no lo hace. Este detalle sería relevante únicamente si dentro del ámbito de un determinado estudio la web fuera un medio de interacción y de producción arquitectónica en red.

La exposición sin duda va a evidenciar el valor ya constatado internacionalmente de la arquitectura española hecha por arquitectos nacionales, pero – desde la obligatoria lectura interna – abre amplios interrogantes acerca del modo en que el pensamiento y el debate están articulándose para formular un auto-análisis crítico que defina el estado actual de la arquitectura en España y analice sus aproximaciones ideológicas a todos los niveles (sociales, estéticas, políticas, económicas…).

El propio título ‘Sin nombres, lugares’ es ya un manifiesto contra la arquitectura de firma, contra la idea de la pieza impuesta en el lugar. La despreciativa negación contra ese hecho y sus consecuencias aparece aquí como expresión de la tendencia de cierto sector conservador que, obliterando la figura del arquitecto estrella o de la posición mediática de éstos -aun pese a la importancia global de este fenómeno y la específica trascendencia que ha cobrado en el contexto español, con su tendencia a rendirse a los pies de las grandes figuras- , rechazan tomar contacto y dedicarse a realizar el necesario análisis de éste y sus implicaciones. Discrepando con la lectura de Javier Maderuelo en el texto ‘Lugares, no nombres’ en el catálogo de la exposición de que cierta clase de arquitectos (a la que los arquitectos en esta exposición se hallaría opuesta) han devenido comparables a estrellas cinematográficas, con una analogía similar podría decirse que hablar de arquitectura hoy negando este fenómeno sería como hacer crítica de televisión sin encender el aparato, despreciando a priori el medio, aparece la necesidad de preguntarse dónde está el límite en lo que llamamos mediático, ¿o acaso no son mediáticos en el universo arquitectónico los gerundenses RCR o Navarro Baldeweg?

Lo necesario ahora ya no es denostar lo mediático sino definir qué es lo negativo de lo mediático, reconociendo la existencia inevitable y la fuerza del fenómeno y que el hecho de ser mediático no implica per se nada positivo ni negativo ni la supresión de las capacidades poéticas de la arquitectura en su relación con el lugar y el individuo. Y esto es algo que se debe explicar desde la adopción de nuevas perspectivas críticas, perspectivas que no se refugien en la seguridad de lo conocido y el aferramiento a él en pos de poder recuperar de alguna forma un protector sentido intelectual de orden y ortodoxia – hoy por hoy, imposible y sobretodo indeseable.

La exposición parece tal vez sentirse más segura en el campo de la afirmación de la pervivencia de la modernidad en nuestros días. Si esto fuese cierto, estaríamos viviendo un desfasaje espacio-temporal dada la relación intrínseca entre la modernidad y la cultura de la máquina cuando el paisaje actual se está convirtiendo en digital e informacional. Entender cómo se producen las formas de transición y de convivencia entre analógico y digital, a las que está dedicada la segunda parte, tal vez no es explicado o especulado con la necesaria claridad para comprender por qué unas obras se encuadran en un grupo o en otro. Cómo razonar porqué se incluye en el apartado ‘Arquitectura sin papel’, por ejemplo, la obra de Antonio Jiménez Torrecillas, cuya obra se inscribiría quizá con más coherencia en los criterios de ‘Lugares, no nombres’.

Otro de los posibles equívocos surge del legado de la primera generación de arquitectos y su soberbia, que dejó de lado el papel para construir modelos digitales y asumir el ordenador y sus prestaciones como herramienta todopoderosa y radicalmente transformadora. Que nunca aceptó que la arquitectura concebida a través de la nueva tecnología no sólo implicaba geometrías complejas sino de un cambio paulatino pero radical en la mente del arquitecto. Lo digital e informacional y las posibilidades reales que abre este nuevo tiempo para la conceptualización de nuevas perspectivas -tal vez sobretodo poéticas- para la arquitectura no pasa por una exacerbación festiva y lúdico-infantil de la creatividad, como se palpa en el bloque ‘Máscaras y nombres’, que poco aporta para brindar una profundización en la identidad de cada estudio participante y sus objetivos intelectuales – perfecto para la feria de vanidades que es la Bienal pero que incurre en esa banalización que el sustrato de la exposición plantea necesario desterrar.

La selección de obras es impecable. Tal vez el problema estribe en crear dos cajas contenedoras demasiado delimitadas y un tanto arbitrarias, y a través de ciertos conceptos desfasados no asumir de lleno que tanto a nivel local como global la arquitectura debe someterse a un debate importante donde se ponga en cuestión la crisis presente provocada por el estado de transición entre la era industrial hacia la era digital, y que se produce no por falta de ideas sino por falta de la sustancia de éstas.

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