14.5.2006

Nueva monumentalidad y unidades vecinales

Publicado en el suplemento Culturas de La Vanguardia.

Nuestra primera mirada sobre una ciudad nos deja una percepción imborrable. Cuando Walter Benjamin quería conocer una a fondo, se paseaba por los suburbios, por sus límites, antes de entrar a conocerla; así, su mirada era más real. Al llegar a Brasilia, al igual que sucede al hacerlo a Chandigarh, la primera sorpresa que se tiene, totalmente contrapuesta a la imagen preconcebida de ciudad moderna y abstracta, fría y sin vida, en el medio de un páramo desierto o de una jungla agobiante, es encontrarse en un lugar que conjuga modernidad y naturaleza, abstracción y vida. Ambas son ciudades que reciben a los visitantes con los brazos abiertos. En ambas, la amplitud y el orden derivados de haber sido proyectadas contrastan con la realidad urbana más caótica de otras ciudades de sus respectivos países.

El plan de ordenación de Brasilia (1956-1960) fue proyectado por Lucio Costa (1902-1998)como resultado del concurso que ganó en 1957. La propuesta parte de la concepción por partes de la ciudad racionalista, aunque podemos encontrar diferentes herencias con las que se configuró el proyecto definitivo. En primer lugar, la forma axial, simétrica y clásica del eje monumental este-oeste, que aporta un sentido simbólico y que culmina con la pieza escultórica del Parlamento y sus dos torres. Todo ello se contrapunta con la forma levemente curva del eje residencial norte-sur. Este primer gesto de una especie de cardo y decumanus, que se amolda a la forma del territorio, se complementa con la idea de ciudad lineal que es implementada por la infraestructura viaria para el transporte individual que discurre de norte a sur siguiendo la topografía, sobre la que se desarrollaran las áreas residenciales, conjugando las ideas de unidad vecinal y ciudad jardín con la arquitectura moderna.

El Plan Piloto de Lucio Costa no puede entenderse sólo por él mismo, ni por una herencia meramente académica y profesional, sino que mantiene una estrecha relación con el contexto: la fértil llanura donde se sitúa y que define una gran área verde, y la forma alargada del lago creado en la parte este mediante una represa y en el que confluye el agua de cuatro ríos. En Brasilia encontramos la síntesis de diversas propuestas urbanas. Por un lado, el espacio máquina, repetitivo, genérico, igual a sí mismo, que enfatiza el campus formado por el conjunto del Congreso, la plaza, el Palacio Presidencial y el de Justicia (los tres poderes de la República), todos ellos proyectos de Oscar Niemeyer (1907). Y por otro, la organización en unidades vecinales, a ambos lados del eje monumental y a lo largo del eje norte-sur, que aporta una buena síntesis proyectual entre la escala monumental y la doméstica, aunque ambas no mantengan ninguna relación visual ni peatonal.

El Plan Piloto de Brasilia ha sido una de las mejores muestras de la capacidad y energía humana para construir en pocos años una nueva capital, configurando una de las más completas síntesis del urbanismo contemporáneo: el racionalismo francés expresado en la Ville Radieuse de Le Corbusier, con la separación de funciones propugnada por la Carta de Atenas; hay algo también del urbanismo organicista de la ciudad-jardín, que arranca del empirismo inglés y que culmina en propuestas como la Broadacre City de Frank Lloyd Wright, tan admirado por los arquitectos brasileños, y que se expresa en esta ciudad tan verde y bien situada en el paisaje; la ciudad repetitiva y anónima, atravesada por amplias autopistas, tal como era la Ciudad Vertical de Hilberseimer, que aquí queda plasmada en las dos hileras simétricas y repetitivas de los ministerios, todos iguales, a ambos lados del eje monumental; incluso, como hemos dicho, la idea de ciudad lineal, que predomina en el eje verde y rodado que de norte a sur recorre los barrios de unidades vecinales. Sin embargo, se trata de un caso extremo de ciudad basada en la exclusión del peatón y en la segregación social. Brasilia es una ciudad para circular exclusivamente en automóvil, casi sin semáforos ni pasos de peatones. Y no se puede interpretar Brasilia sin entender su situación en el entorno, tanto por la relación con el paisaje como por la periferia y por la sistemática expulsión de las clases trabajadoras y los marginados hacia una serie de ciudades satélite (como Taguatinga, creada en 1959, o Ceilandia, iniciada en 1966) que doblan en población a los residentes en el Plan Piloto y que se sitúan más allá y alrededor del anillo de protección del valle.

Las viviendas se organizan en unidades vecinales que se repiten con muy pocas variaciones y siguen una normativa muy estricta: cada manzana está formada por unos diez bloques alargados colocados en dos direcciones, paralelos y perpendiculares entre ellos, con unas bandas perimetrales arboladas de 20 metros de ancho. Cada bloque tiene seis pisos de altura y dispone de unas preciosas plantas bajas sobre pilotes, totalmente libres, de suelos cerámicos brillantes de color blanco y paredes del núcleo de escaleras con azulejos con diseños geométricos en dos colores, rodeados de jardines y nutridos de equipamientos: una guardería, un parque infantil, un kiosco y una parada de taxi. A esto se la denomina supercuadra y tiene unos 3.000 habitantes, y cada cuatro supercuadras conforman lo que es la unidad vecinal, que es esencialmente peatonal, tiene unos 12.000 habitantes y comparte un eje comercial, un eje de campos de deporte, y una intercuadra formada por una iglesia, una escuela, un cine y un centro comunitario. La propuesta de unidad vecinal fue teorizada por Clarence Arthur Perry en 1929 y había sido experimentada por primera vez en el esquema urbano de Radburn (1928), New Jersey, por Clarence Stein y Henry Wright. La idea de la unidad vecinal provenía de las Company Towns, las colonias industriales norteamericanas, y se basaba en el establecimiento de una escuela primaria en cada una. Lucio Costa retomó la esta propuesta, que ya había sido revisada por Josep Lluís Sert, e inventó este mecanismo de un sistema dentro de otro, de una supercuadra con equipamientos mínimos dentro de una unidad vecinal formada por cuatro supercuadras, con un alto estándar de comercios, espacios libres y edificios públicos.

Volviendo a la parte monumental de Brasilia, Niemeyer confirma en ella su capacidad para proyectar edificios representativos y sistemas de campus. Sus conjuntos urbanos, como los pabellones del Parque de Ibirapuera en São Paulo (1953) o el proyecto para la Exposición Internacional en Trípoli, Líbano (1962), consisten en sistemas de objetos abstractos, de formas libres, sensuales y curvilíneas, que sintonizan con las morfologías orgánicas de los jardines y pinturas de Roberto Burle Marx; pero que a veces son demasiado ensimismados, situados sobre unas plataformas frías y sin atributos. El centro monumental de Brasilia no adopta la forma estricta del sistema de campus, sino que tiene una estructura direccional y axial que culmina con el Palacio de Congresos, con sus dos torres colocadas asimétricamente y con las dos partes de esfera la del Senado y la del Congreso? colocadas de maneras contrapuestas. A diferencia del de Chandigarh, totalmente ausente, el centro de gobierno de Brasilia, al estar en el eje central, sobre una plataforma orientada hacia el lago, aunque no se vea desde las unidades vecinales, está siempre presente. También las dos ciudades son distintas en la medida que Brasilia está casi terminada y es intocable, al estar protegida como patrimonio modélico de la arquitectura moderna, y Chandigarh va creciendo y transformándose. El urbanismo moderno tiene en Brasilia su aplicación más pura y radical, mientras que Chandigarh consigue ser moderna y a la vez viva.

En el proyecto del conjunto del Palacio de Congresos, Niemeyer supo definir una forma escultórica que se ha convertido en la imagen pública del Brasil moderno y metropolitano. A su primera idea de gran edificio con dos torres gemelas y dos grandes salas de reunión en cada extremo le introdujo el cambio trascendental de rebajar la cota de apoyo; así la cubierta coincide con el nivel de la explanada, destacando las dos torres gemelas y las dos cúpulas. Todo ello consigue que el Congreso esté estudiado desde la visión lejana y monumental, como figura en el fondo urbano y paisajístico. Y, a la vez, sea un edificio preciso y liviano en sus formas, una obra maestra por sus espacios modernos y cinemáticos: sus vestíbulos, foyers y salas, hechos de transparencias y reflejos, pensados desde la escala de las personas que acceden a través de grandes paramentos de cristal, atraviesan recintos, debajo de lucernarios, sobre suelos relucientes, junto a patios recubiertos de cerámica y vegetación, llenos de naturaleza, luz y energía.

Chandigarh y Brasilia construyen ciudades en el sentido latino: polis-urbscivitas. Representan lo público y lo simbólico con un nuevo lenguaje. Son ciudades cuya voluntad y significado son auténticamente modernos, a diferencia de Seattle o Vancouver, auténticamente posmodernas, en las que son las torres privadas de los rascacielos y el nuevo tejido de la producción de intangibles los que caracterizan lo urbano.

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