9.10.2007
Militancia ecológica + lucha social
Chico Mendes, obrero del caucho, cayó asesinado a fines de 1988, en la Amazonia brasileña, por creer lo que creía: que la militancia ecológica no puede divorciarse de la lucha social. Chico creía que la floresta amazónica no será salvada mientras no se haga la reforma agraria en Brasil.
Eduardo Galeano
En la actualidad, el impacto de la edificación del mundo occidental, tanto en su construcción como en su utilización, es responsable del 50% de las emisiones nocivas que generan el recalentamiento mundial. Además, los grandes problemas aún no están resueltos. No sólo la catástrofe medioambiental, también la pobreza, la falta de viviendas, las deficiencias en educación y salud y la pérdida de cosmicidad del habitar urbano siguen azotando la región.
En nuestros días la arquitectura se ha convertido en una observadora pasiva, alienada de los procesos culturales. Los arquitectos y urbanistas colaboran de manera importante con el desastre medioambiental, contribuyendo profesionalmente a la destrucción del planeta, sin importar el impacto ambiental de los edificios y ciudades.
Por otra parte, en la historia del urbanismo se manifiesta una tendencia que enarbola la bandera de los temas medioambientales, pero con el alejamiento del logro de una relación equilibrada entre ciudad y naturaleza. Muchas propuestas verdes desconocen los valores de la urbanidad, asociando ciudad con contaminación, sólo priorizan el encuentro con la naturaleza. Escape de la ciudad, evasión y alienación. Desconocimiento de la naturaleza inherente al hombre como ser social. Por otro lado, la conocida propuesta decimonónica de la “ciudad jardín” se convirtió en el terreno de los hechos en las ciudades dormitorio, barrios privados, countries, sin las mínimas características de ciudad, generalmente devienen ghettos de la burguesía enriquecida.
En la actualidad estas propuestas se relacionan con la ecología neutral, simplificadora de la compleja realidad en la que vivimos. Predomina un enfoque frívolo y superficial, que se convierte en instrumento acrítico y eficiente del mercado, insensible ante las injusticias sociales, donde el agua limpia, el aire puro, la comida sana y el silencio son sólo para los privilegiados del sistema.
Es necesario cargar de significado nuestros discursos y proyectos, para que la arquitectura pueda hacer un importante aporte ante la frágil situación medioambiental, así como también ante los grandes desajustes sociales. La arquitectura, más que ningún otro arte, trasciende y repercute en la cultura donde surge. La increíble desmesura de nuestra función es dar forma a nuestro modo de vivir en el mundo. Tal vez la misión sea concebir una arquitectura creativa, con compromiso social y ecológico.
El diálogo entre arquitectura y naturaleza existió desde los primeros tiempos de la arquitectura misma. Ese íntimo vínculo había perdido su potencia a partir de la Segunda Guerra Mundial. Anteriormente los aspectos funcionales y estéticos de la arquitectura se encontraban profundamente ligados a la naturaleza.
La actual arquitectura ecológica significa la reinvención de esa relación arquitectura-naturaleza, así como la construcción de nuevas expresiones y formulaciones. En los últimos años, importantes arquitectos que se habían mantenido ajenos a la causa medioambiental se han comprometido con ella, y han generado un cuerpo de ideas, proyectos y obras con este espíritu. Muchos arquitectos en todo el mundo trabajan en esta línea, preocupados por la ubicación de sus edificios, el clima, la tecnología disponible y la cultura de una región.
Otra vertiente en auge es la de una arquitectura como mercancía, sin significado, que está destruyendo sin piedad nuestro hábitat. Si esta corriente prevalece, los arquitectos habrán fracasado por seguir ciegamente al mercado y no haber estado a la altura de las circunstancias, alienados de los procesos socioculturales, despreocupados por las urgencias medioambientales, alejados irresponsablemente de la búsqueda de un futuro mejor. Sería maravillosa tarea para los arquitectos comprometerse y trabajar con su imaginación, trascendiendo la exclusiva preocupación por la forma y el lenguaje de los edificios, para así concebir y luego diseñar una arquitectura con compromiso social y ecológico.
“Una ingenua naturalización de la arquitectura (añadir “verde”) o un comportamiento eficaz que no deja huella en su organización, imagen o espacialidad”. Juan Herreros
Por otro lado cada vez es más frecuente escuchar hablar de sostenibilidad. Se ha instalado en el lenguaje cotidiano y todos la mencionan. Es el concepto de moda entre muchos arquitectos y políticos. Muchas de las veces su banalización y consumo es útil para salvar las conciencias sin poner en crisis las tradicionales prácticas sobre la ciudad y la arquitectura obedientes al mercado. Todo lo contrario, ven el negocio en ese término, utilizándolo mezquinamente como instrumento de marketing.
Se entiende por sostenible a un proceso que puede mantenerse por sí mismo. La sostenibilidad sería la cualidad de sostenible, la sustantivación de este adjetivo. La bastardización de esta palabra deviene esquematización y caricaturización de una visión auténticamente comprometida con una conciencia medioambiental.
Proliferan los slogans publicitarios relacionados con lo verde, con un alto grado de superficialidad y un bajo impacto en el mejoramiento de la vida de los destinatarios. Alejados de la verdadera naturaleza arquitectónica y cultural de la sostenibilidad, dos vertientes pervierten esa visión. Por un lado, la manipulación publicitaria y banal del término, traducida en mera arquitectura comercial, sin un aporte alternativo. Por otro, una arquitectura con sensibilidad medioambiental, pero ajena al proyecto, basada en aspectos puramente técnicos, científicos y económicos.
Creo necesaria una síntesis entre la arquitectura ecológica y la buena arquitectura, que no se distinga a una de otra. Demostrar que propuestas intuitivas pueden ser tan valiosas y adecuadas como otras basadas en cálculos racionales e innovaciones científicas.
Tal vez el desafío sea para los genuinamente comprometidos con lo sostenible, pretender además no renunciar a la expresión y la exploración del potencial arquitectónico y paisajístico.