18.7.2009
Los shopping evolucionan como neocentros urbanos
El fenómeno de los shopping centers en la Argentina está ingresando en una nueva etapa. Se diversifican para atender diferentes perfiles de público y atenúan su concepto originalmente ligado a lo comercial para adquirir funciones de intercambio social que tradicionalmente cumplió el centro de la ciudad. En la zona suburbana, su rol como espacio social gana fuerza aceleradamente.
El fenómeno de los shopping centers da cuenta en Argentina un proceso que se reproduce en prácticamente toda ciudad de más de 500 mil habitantes. Sólo en Buenos Aires encontramos 17 malls y 15 son los que funcionan en los partidos del conurbano bonaerense. Asimismo, en el primer semestre del año en curso las ventas en estos centros comerciales, a pesar de la incertidumbre generada en el escenario económico, han aumentado un 1,5% sus ventas respecto del mismo período del año anterior.
El concepto de centro comercial cerrado o shopping center responde a la lógica de consumo propia de los 80 y 90 en sintonía con la ya consolidada reproducción de malls en Estados Unidos, que resultó de combinar las actividades de ocio y de compra en espacios cerrados en sí mismos. No obstante, desde la lógica de su instalación, generan variados intereses y disputas.
Las grandes superficies comerciales habían marcado una nueva tendencia de consumo y de ocupación del territorio y contribuyeron a una importante reconversión urbana debido a dos aspectos principales: por un lado, porque a través de ellos se impulsó una renovación de las técnicas del merchandising y, por otro, la importante cantidad de establecimientos construidos y el tamaño que adquirieron.
Presentan numerosas ventajas respecto de los centros comerciales tradicionales, es decir de aquellos insertos en la trama de la ciudad: poseen una estética cuidada, están protegidos de las condiciones climáticas, ofrecen horarios extendidos, tienen capacidad de gestionar descuentos de conjunto y de realizar campañas de marketing con el fin de atraer más visitantes, brindan sensación de seguridad tanto por la presencia de personal de vigilancia propia como porque las áreas de circulación internas no conviven con el tránsito vehicular.
Entre identificación local e intrusión externa
Básicamente, existen dos formatos de shopping centers por su localización, explica Rodrigo Salcedo Hansen, sociólogo y especialista en políticas urbanas: aquellos ubicados en áreas urbanas consolidadas, que representan un fenómeno urbano y se han adaptado, al menos en parte, a la identidad del país y a la cultura comercial preexistente.
Así, por ejemplo, el Abasto se parece más a una galería comercial bonaerense de clase media que a un mall de clase media norteamericano. Lo mismo se puede decir de lugares como Patio Bullrich, e incluso, en menor medida, Alto Palermo, que deciden mantener ese lujo avejentado del antiguo Buenos Aires en desmedro del concepto americano de «confort», por ser edificios reciclados y/ó por su carácter céntrico.
Asimismo, el shopping se ha adaptado a los ritmos y particularidades de dicha cultura comercial: el fast-food deja espacio para el café, la conversación y el encuentro tan propios de la urbe porteña. En cuanto a su impacto en la ciudad, han logrado en cierta medida recuperar vida urbana y movimiento en sectores de alto deterioro. El pequeño comercio que rodea al mall, contrariamente a lo que se cree, no desapareció sino que, adaptado a su nuevo vecino, tendió a progresar.
El caso del Abasto es paradigmático, ya que fue concebido no sólo como centro comercial, también como operación urbanística e inmobiliaria en la zona. Efectivamente, indujo una dinamización de las actividades urbanas y de atracción de inversiones en un barrio muy degradado.
Sin embargo, las iniciativas de reconversión, de fuerte carácter privatista, basados en funciones de esparcimiento que antes eran del espacio público, no lograron irradiar la recuperación que se esperaba. Más de 10 años después de su instalación, los contrastes son visibles: edificios, hoteles, supermercados y estructuras modernas contrastan con casas derruidas, veredas rotas y basura en las calles. Los carteles de venta y obras paralizadas se diseminan por el barrio.
Los shopping centers situados en los suburbios
Por otra parte, destaca Salcedo Hansen, se encuentran los shopings que se localizan en los suburbios, como aquellas construcciones más recientes destinadas a servir a los countries y barrios cerrados, localizados estratégicamente sobre rutas y autopistas, siguiendo la lógica del automóvil privado. Tienen una gran capacidad de generar nuevas centralidades y, por lo tanto, generan un vaciamiento del comercio céntrico o de barrio.
Los casos de Unicenter o Soleil, sobre la autopista Panamericana, dan testimonio de ello. El cambio cultural que producen -muy asociados con las formas de urbanización de las clases medias y medio-altas- significa el paulatino abandono del consumo como actividad funcional, que se desarrolla en un entorno de proximidad y de frecuencia diaria, para pasar a ser una actividad a la cual el usuario se dedica casi con exclusividad, trasladándose mayores distancias y buscando asimismo su recreación.
La competencia que genera en los centros comerciales tradicionales o comercios barriales tiene un fuerte impacto sobre sus posibilidades de supervivencia. Los que se mantienen funcionales -en general se trata de importantes ejes comerciales de escala regional o de fuerte carácter céntrico, asociados a terminales de trasbordo de pasajeros- se encuentran en clara desventaja, con un espacio público degradado y un espacio privado mal mantenido.
¿Amenaza u oportunidad?
En uno y otro caso, en cuanto a su inserción en la ciudad, indiscutiblemente la lógica de los shoping es la de la autosegregación sobre predios de propiedad privada, rompiendo aquella tradicional relación entre el espacio público y el privado y generando barreras urbanas que quiebran la trama regular de la ciudad abierta, cualidad que históricamente ha homogeneizado el desarrollo urbano de Buenos Aires.
Asimismo, la generación de grandes superficies comerciales cerradas influye en las circulaciones vehiculares y peatonales, implicando trastornos en el tránsito y en los servicios de transporte público; a lo que habrá que sumarle la gran afluencia de visitantes y compradores en autos particulares.
En las áreas urbanas tienen la capacidad de inducir densificaciones, proceso que tiene por una parte la ventaja del aprovechamiento de la infraestructura urbana existente y, por otra, la seria afectación al vaciamiento de otras centralidades tradicionales. En los territorios suburbanos contribuye a la consolidación de áreas difusamente ocupadas.
Ante este panorama, y dado que los shopings han venido para quedarse, el desafío que se plantea para la ciudad es el debate sobre claras reglas de juego, con políticas de desarrollo urbano definidas, construidas y consensuadas con la ciudadanía, que promuevan la recualificación del tejido urbano, que favorezcan la integración social y que orienten la localización de inversiones.
Arq. Guillermo Tella, con la colaboración de Alejandra Potocko
Publicado el 18 de julio de 2009 en Cronista.com