7.6.2023
La casa Wittgenstein
Esta casa se conoce como síntesis física de los rígidos principios del discurso estructuralista, habitualmente leída como “lógica encarnada en casa”, un intento por dotar de orden metalingüístico al elenco material y técnico que es un proyecto de arquitectura.
“Se llevó con él la mitad de mi vida. El diablo se llevará la otra mitad”, escribió el filósofo Ludwig Wittgenstein (26 de abril 1889 – 29 de abril 1951) a Bertrand Russell en una de sus cartas de 1920 sobre la muerte de David Pinsent, un matemático y amigo de quien el filósofo había estado profundamente enamorado. La Primera Guerra Mundial los separó y frustró su reencuentro. Muy a su manera, Wittgenstein alcanzó a dedicar a Pinsent su primera gran obra, el Tractatus Logico-Philosophicus, misma que encontraría varias dificultades en años posteriores para verse publicada. El Tractatus es, filosóficamente hablando, una de las obras que representan un antes y un después. Concebidas durante la guerra, influidas por las palabras de Tolstoi y por los pensamientos que el filósofo albergó en la oscuridad de la noche del Río Vistula que se tragaba al Goplana (la embarcación militar a la que estuvo asignado), palabras que cimentaron al lenguaje como espejo del mundo real tuvieron una fría recepción.
Gretl Wittgenstein, la hermana de Ludwig Wittgenstein, denominó “lógica encarnada en casa” a la construcción que su hermano le diseñó junto con Paul Engelmann desde 1926 y cuya construcción terminó hasta 1928. Wittgenstein había dejado atrás los poblados de Trattenbach y Otterthal y su posición como maestro de educación básica, una de las experiencias más abrumadoras de su vida luego de diversos problemas con los alumnos y sus padres debido a la severa disciplina que imponía el filósofo en clase. Gretl esperaba que el proyecto de diseñar la casa pudiera servir a su hermano como una manera de interesarlo en el mundo nuevamente. Y así fue. Wittgenstein puso su concentración total en la construcción de la casa, deteniéndose poco o casi nada a pensar en las comodidades que debía tener para los que habitaran en ella. El ejercicio de llamarse “arquitecto” ayudó al filósofo a salir de su encierro y a colaborar con otros, aunque al principio fuese tan sólo para pelear. Detalles sencillos, como el diseño de las perillas de las puertas, tomaron tan sólo un año y ello habla no únicamente del detalle con el que trabajó Wittgenstein, sino también de su estado mental.
Wittgenstein, el extraño prodigio de Cambridge, explicó poco su trabajo filosófico, e incluso hoy nos vemos en un terreno movedizo para interpretarlo; sin embargo, su aportación es inconmensurable. Entender el lenguaje como “modelos” de la realidad habla de este vínculo entre lo real y lo figurativo, incluso lo poético (y esto es una aproximación sumamente escueta a la tesis central del Tractatus). Mientras que en las Investigaciones Filosóficas, Wittgenstein corrige de base muchos de los conceptos de su primer trabajo, encontramos otra referencia a esta intención figurativa del lenguaje como ciudad, cuando se refiere a las palabras nuevas como edificaciones nuevas en una gran ciudad de estructuras antiguas. La casa de la Kundmanngasse permanece allí, como vínculo terrenal.
La casa que el filósofo Ludwig Wittgenstein (26 de abril de 1889 – 29 de abril de 1951) construyó para su hermana entre 1926 y 1929 en Viena es más conocida por la confrontación interpretativa sobre la misma que por la casa en sí. Entre la casa ideal que un catedrático de Cambridge levantó para su hermana en Corrección de Thomas Bernhard, y la casa que describe Claudio Magris en su viaje por El Danubio, se ha generado una imagen idealizada de casa inhabitable, en el límite entre una verdadera casa y el ideal de la misma. Esta casa se conoce como síntesis física de los rígidos principios del discurso estructuralista, habitualmente leída como “lógica encarnada en casa”, un intento por dotar de orden metalingüístico al elenco material y técnico que es un proyecto de arquitectura.
Mediante una investigación doctoral, la casa es estudiada documentalmente y se descubren textos inéditos que evidencian las contradicciones de una edificación que no es sólo arquitectura, sino un proyecto de filosofía realizado con técnicas de proyecto arquitectónico. Al ser descubierta contrasta con lo que hasta llegar a la misma opinamos de ella, un proceso de proyecto que, por complejo, es hoy más vigente que nunca. Se presenta así una arquitectura moderna, concebida como volumen, con predominio de la regularidad en la composición, evidencias superficiales que provocan la acusación posmoderna del origen moderno del palais. Sin embargo, una vez experimentada, el reduccionismo global del proyecto es superado por la vivencia atmosférica de sus espacios, inaugurando un goce fenomenológico en el habitar espacial y temporal redescubierto ahora, desde la anulación contemporánea de categorías del estilo.
Autora: Aura Cruz Aburto
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