28.12.2020
La arquitectura de las relaciones
La escuela Montessori de Herman Hertzberger supuso una profunda revisión del programa educativo de aulas y corredores, proponiendo un sistema de relaciones capaz de estimular nuevas situaciones y entornos para el aprendizaje.
Montessori school Delft (1960-1966). Herman Hertzberger, Manfred Kausen, Roos Eichhorn | Fotografía: Johan van der keuken and Herman Hertzberger | Fuente: ahh.nl
La escala doméstica de la escuela propone en sí misma una cierta familiaridad, una empatía natural con el primer universo de los niños: la casa. La entrada, única, se presenta como una primera habitación exterior, un espacio de encuentro delicadamente establecido entre la diagonal de paso y sus rincones estanciales intramuros. La calle interior se aleja del simple corredor entre aulas y determina un espacio irregular y complejo, de menor altura que las clases y con juegos integrados en el propio suelo:
“un espacio adecuado para el uso colectivo por diversos grupos de alumnos, generando una mayor cohesión social y al mismo tiempo, mayor cantidad de lugares para pequeños grupos”.
La escuela como casa, la escuela como ciudad.
El espacio de transición entre la calle interior y el aula supone un momento de gran intensidad, diríamos casi un acontecimiento: por un lado, se genera un espacio para dejar los abrigos y mochilas, una habitación interior delimitada por muros a media altura que invita a entrar en el aula solo con lo necesario3; por otro lado, una serie de linternas a doble altura iluminan la puerta de entrada de cada aula y por extensión la calle interior, pozos de luz directa que introducen el sol en el “espacio público” frente a la iluminación más homogénea de la clase4; por último, una puerta vitrina expone los trabajos de los alumnos hacia la calle interior, convirtiendo el acceso a cada aula en un espacio social, un escaparate impredecible gestionado por los propios niños.
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