6.6.2016

Gustavo Guayasamín Calero, modernidad e identidad en la arquitectura ecuatoriana

Los protagonistas de la expresión formal son el ángulo recto y la horizontalidad, a la que concurre el plano, elemento de la composición de las fachadas, para delimitar formas puras. La horizontalidad se manifiesta en la Casa Valenzuela en el vigor de la losa y el antepecho del piso alto que unifica todo el frente, acentuada por el peso de los muros y reiterada por el remate apergolado que producía potente sombra.

La vasta obra de Gustavo Guayasamin Calero (1925-2007) ameritó el recorrido y reconocimiento de su activa participación en el ejercicio liberal de la profesión y de la huella que dejó en la configuración de la imagen de Quito. Una huella que conjugó modernidad y búsqueda de identidad, en un trabajo constante, en respuesta a requerimientos de diversos sectores de la sociedad. Pudimos conocer de su personalidad a lo largo de numerosos encuentros, en los que siempre estuvo presente la incidencia de fuertes raíces culturales, la valoración cultural étnica, sus orígenes y su vida familiar en el tradicional barrio de La Tola, la vida en la casa de patio del Centro Histórico, las costumbres, las sombras de los aleros de tejas sobre los muros ciegos y blancos; todo amalgamado estrechamente fue el tamiz por el que pasó el racionalismo y el funcionalismo. Aunque no se lo propusiera, a través de la repetición de sus rasgos esenciales, delineó un tipo claramente diferenciado que motiva este texto. Lo hizo junto obras singulares de gran potencia arquitectónica.

A finales de los 40, ingresó a la Escuela de Arquitectura de la Universidad Central del Ecuador, concurrió desde 1948 hasta 1953, cuando egresó. Presentó su tesis de grado en 1956, donde aplicó los principales preceptos de la arquitectura moderna en “Un Hotel para Esmeraldas” que antecedió al Hotel Quito. Obtuvo el título en 1957. Esos preceptos lo impulsaron a realizar propuestas de edificios en altura para solucionar demandas de vivienda y a difundir, en numerosos artículos, el urbanismo y la arquitectura moderna. Su experiencia en el Municipio de Quito le permitió alcanzar el dominio de las normas municipales y un conocimiento de la ciudad en su proceso de expansión.

La década de los 60 se caracterizó por ser un ámbito especial de desarrollo de numerosas propuestas que buscaban una adaptación de los modelos del movimiento moderno internacional y elaborar alternativas en concordancia con nuestra realidad. Gustavo Guayasamin aunó sus experiencias de vida y trabajo, con las enseñanzas de la Escuela de Arquitectura y el conocimiento de realizaciones relevantes, como el urbanismo y la arquitectura de Brasilia. Analizó y difundió en la capital los valores de esa nueva arquitectura que también reflejaba un vigor y características propias de Brasil y resaltó el talento que descubrió y admiró en sus creadores como generadores de un nuevo lenguaje plástico.

La ciudad capital, tendrá en la década de los 60, a un arquitecto dedicado plenamente al diseño y a la construcción. En el centro norte de la ciudad aun existen numerosos testimonios arquitectónicos diseñados por él. Guardaba en carpetas los trazados de composiciones formales y sus detalles, que evidenciaban al arquitecto trabajador incansable, persiguiendo el uso apropiado de materiales hasta en los mínimos detalles, cualidades funcionales y espaciales en respuesta a los requerimientos de los usuarios. La casa unifamiliar encontró en el sedimento de su trabajo características tipológicas de un espacio para habitar acorde con la modernidad urbana que la acogía; casa funcionales, “donde todo estaba próximo y conectado, y se procuraba con principios racionales establecer una clara diferenciación de funciones, en relación a su carácter social o privado, de trabajo y de descanso”. Bosquejaba numerosas alternativas, variantes de la organización funcional y formal. Diseño y construcción fueron concebidos en forma unitaria, fue constituyendo un equipo de arquitectos y estudiantes de arquitectura que reconocen lo aprendido, “los aspectos prácticos que debe conocer un arquitecto y que no enseñaban en las aulas: normativa municipal, sistemas estructurales y constructivos, organización de la obra, trato con los trabajadores, soporte técnico durante la construcción”. Conformó un equipo de constructores, maestros mayores, carpinteros, electricistas, cerrajeros; estableció un trabajo conjunto y un trato siempre considerado con los trabajadores. Procuraba optimizar tiempo y costos, y concretar residencias sólidas y duraderas. Esto se constata al visitarlas, algunas se conservaban casi sin cambios, y en otras todavía vivían los mismos dueños o sus descendientes, orgullosos de su espacio para habitar.

Muchas de las viviendas realizadas han persistido, en razón de sus valores funcionales, constructivos y formales, a pesar de los profundos cambios en la estructura física de la ciudad que han reemplazado viviendas por edificios en altura, conforme a la lógica de una mayor renta del suelo. Cualquiera de sus diseños podría ejemplificar esos valores, sin embargo, fue la casa Valenzuela la que se hizo acreedora al Premio Ornato Municipal en 1963. En 2006, pudimos conocerla antes que fuera derrocada para construir un edificio.

La residencia Valenzuela fue una obra emblemática, que el arquitecto consideraba “como un resumen de mi producción arquitectónica de esa década (la del 60) en la que se pueden determinar constantes como los antepechos llenos con cenefas de vidrio corrido retranqueadas, paños de piedra laja natural en fachadas, elementos volados como las terrazas y remates superiores apergolados; todos ellos elementos nuevos en las décadas del 50-60”.

Al ser ejemplo destacado de un tipo de espacio para habitar, de manera similar que las otras, se implantaba en un barrio residencial, en este caso en El Batán. Estas casas fueron hitos inspiradores de otras viviendas y una imagen reconocible en diversas zonas urbanas. En su emplazamiento, las casas cumplían con los retiros establecidos por las normas municipales.

La implantación de la casa Valenzuela reflejaba, además, la adaptación a la topografía en pendiente de El Batán; se levantaba en dos pisos con jardines delantero y posterior, contenidos por muros de piedra. En este tipo de casa moderna y funcional que se alejaba del esquema tradicional de patio y galerías, siempre estaba presente la relación de sus espacios con áreas verdes, reafirmando el tipo de casa jardín. Si bien, en algunos casos recurrió a los planos inclinados y las formas curvas, en esta casa dominaban el ángulo recto y los planos horizontales.

El arquitecto acostumbraba a realizar bocetos en planta para definir la distribución funcional y la conformación de los espacios. La organización funcional respondía a una clara diferenciación entre los espacios para la vida social, estar, estudio, y los de descanso y estar íntimo, trabajo y servicios. En la residencia Valenzuela las escalinatas conducían a la terraza de ingreso; los accesos a las áreas social, de servicio y vehicular eran independientes. En planta baja se ubicaban las áreas sociales y de trabajo. En planta alta, los tres dormitorios disponían de baño privado, lo que variaba en otros casos. Buscó el asoleamiento de los dormitorios por las mañanas y procuró garantizar a todos los ambientes, visuales, luz y ventilación. Otorgaba igual definición y estudio a todos los espacios, pero en el interior el de mayor significación era el social que vinculado al moderno jardín se transformaba en eje de la casa.

En la estructuración espacial interior, en esta casa utilizó el plano texturado como organizador espacial, generando subdivisiones virtuales en un espacio continuo. La importancia de este plano residía en su autonomía formal y en su aporte a la configuración del espacio interior. El plano estaba enriquecido por la textura de diferentes materiales y procedimientos constructivos. Este elemento que fue uno de los más notables valores de la arquitectura moderna internacional, estaba presente en la casa Valenzuela y en la mayoría de sus residencias. El arquitecto Gustavo Guayasamin se refería en sus apuntes a la “dislocación” disposición por la que las líneas y planos perpendiculares no se tocaban pasando unos sobre otros, dando una sensación de libertad estructural y compositiva. Los vanos jugaban un papel especial para fortalecer los planos blancos, buscaba que sean amplios y en esta casa las ventanas corridas dejaban pasar el sol, el aire y captaban el verde de los jardines y del paisaje natural.

Los protagonistas de la expresión formal son el ángulo recto y la horizontalidad, a la que concurre el plano, elemento de la composición de las fachadas, para delimitar formas puras. La horizontalidad se manifestaba en la casa Valenzuela en el vigor de la losa y el antepecho del piso alto que unificaba todo el frente, acentuada por el peso de los muros y reiterada por el remate apergolado que producía potente sombra. Estos elementos significativos que se repiten en sus diseños, serían como los “patrones” que definió Chisthopher Alexander. Elementos “invariantes” en términos tipológicos que Guayasamin consideraba permanecían en la memoria colectiva: el muro blanco, el muro de piedra, que combinaba con la entrada frontal cubierta como tránsito entre lo público y lo privado, la pérgola como elemento integrador, los aleros, los grandes vanos vidriados, y los trazados de hierro forjado. En todos plasmaba la impronta moderna y la creatividad personal. Recurría al blanco porque enfatizaba la pureza de las formas y buscaba en las texturas y los colores apreciar la riqueza de los materiales. En todos, vinculaba las búsquedas de la arquitectura moderna y los saberes artesanales y tradicionales. Plasmó sus ideas en múltiples dibujos donde remarcó las motivaciones de sus recursos formales.

La idea de solidez y verdad constructiva marcó la elección de la estructura y del sistema constructivo. Utilizó hormigón armado en las losas, la mayoría planas, como en esta casa. La estructura le permitió abrir las fachadas de piso a techo. En su larga experiencia, logró optimizar tiempo y costos. La calidad constructiva se evidencia en las obras que han subsistido por décadas. La madera era el material invitado en los planos interiores por su calidez y el cerámico utilizado por su color y expresividad. Estudió en detalle las carpinterías y elementos de hierro, con criterio modular y estético moderno, alcanzando elementos de rica composición formal, repetidos como modelos en construcciones similares.

En conjunto todos los aspectos tienen que ver con la composición de la totalidad, estudió las diversas escalas resultando que la calidad y persistencia del tipo están íntimamente ligadas al diseño y la construcción. La casa Valenzuela era, como lo señaló su diseñador, una síntesis de los vigorosos postulados funcionales, formales, estructurales y constructivos que afianzó durante su práctica profesional. Fue lamentable que nada pudiera hacerse para preservar esta casa como una respuesta de gran calidad de diseño y construcción y un ejemplo de sobriedad y optimización de recursos.

Para poder subir obras es necesario acceder con una cuenta ARQA

Para poder solicitar la creación de un grupo es necesario acceder con una cuenta ARQA

Para poder guardar en favoritos es necesario acceder con una cuenta ARQA

Para poder valorar obras es necesario acceder con una cuenta ARQA

Para poder agregar a este usuario a tu red de contactos es necesario que acceder con una cuenta ARQA

Para poder enviarle un mensaje a este usuario es necesario que acceder con una cuenta ARQA

Ir a la barra de herramientas