3.9.2010

Filosofía del Desierto

Desde 2006 y emplazados en Almería, Eva Luque y Alejandro Pascual operan con el seudónimo de ‘LosdelDesierto’: los que han elegido situarse en ‘tierra de nadie’, tomando la idea del desierto como una “des-ubicación” en la que el propio hecho de “no lugar es pre-disposición”.

Tras esta formulación se articula la determinación para construir la búsqueda de una manera propia de entender qué significa ser arquitecto y hacer arquitectura. De alguna manera, las connotaciones de la crudeza y aridez de lo desértico subyacen en la formulación de lo que consideran su actitud, que definen a fondo a través de la noción de ‘arquitecto Hard-core’, marcando un énfasis en el deseo de independencia y libertad que surge del hecho de situarse en la distancia y de la necesidad de concentrarse en desarrollar un conocimiento que les capacite para saber cómo y cuándo utilizar los diferentes recursos instrumentales que van poniéndose a su disposición – un factor que toman del ‘bricoleur’ descrito por Levi-Strauss en El Pensamiento Salvaje- . Luque y Pascual, que recientemente han recibido el galardón Arquitectura Plus al Estudio Joven de Arquitectura Más Prometedor, reivindican esta situación y actitud como formas de poder ‘liberarse de criterios asumidos, y no desfallecer ante los ritmos rimbombantes que azotan a la arquitectura’. Su predisposición parte del rechazo a todo ‘arquetipo supuestamente bello’ y en el que se presta atención a todo artefacto tecnológico que actúe como ‘colonizador de territorio’, el arquitecto se transforma en un ‘parásito’ que ‘capta e interpreta el entorno (no-lugar) para generar un nuevo paisaje’, un planteamiento que queda bien ejemplificado en su Pabellón en Garrucha, con el que se analizan cómo el ideal moderno de espacio homogéneo, fluido y transparente puede ser desarrollado a partir del modelo de los sencillos y característicos invernaderos del campo almeriense, garantizando además unas condiciones elevadas de ahorro energético. “No descansar, ni limitarse a realizar las cosas pre-supuestamente consignadas a la labor de arquitecto” afirman en su ‘Manual del Arquitecto Hard-core’, un ideario de acción – manifiesto en el que se hace patente su reconocimiento y reivindicación de un nuevo statu quo en la arquitectura, en el que el principal sujeto a transformarse debe ser el arquitecto: su posición ante la realidad y el modo en que debe estar atento a la configuración y dinámicas de sus procesos mentales (quizás también instintivos) ante ella, capaz de saber adaptar e integrar medios y formatos procedentes de otros territorios y que son constituyentes para la comprensión de este presente (visualización de datos, programación, mercado industrial, sistema mediático…).

La actitud hard-Core argumentada Luque y Pascual no alude a una dureza estética ni a una radicalidad agresiva sino de preservar con intransigencia el más puro sentido ético del hacer arquitectónico, asumiendo una actitud contemporánea que propone una posibilidad de acción para la arquitectura, entendida como cercanía y servicio. Esto se constata en edificios como su guardería en Velez Rubio, concebida como una ‘casa grande’ para los pequeños, dotada de multitud de colores y formas; o su centro de salud en esa misma localidad, un esfuerzo por dotar de identidad a un edificio con esta función, reconfigurando la estrategia habitual de suma de piezas con que éstos son planteados para generar un sistema flexible, que se solidifica en un cuerpo compacto amorfo, planteando un exterior de apariencia confusa pero en la que vibran cromatismos y conceptos relativos a la sensorialidad del lugar. LosdelDesierto reivindican un arquitecto capaz de hacer rendir los medios desde la máxima eficacia, el mínimo coste y el máximo resultado, concentrado en construir un edificio específicamente hecho para su uso inmediatamente determinado, consciente de que un proyecto y un edificio son una situación virtual, un ‘estado temporal en el espacio’, una condición que despoja al edificio de la dimensión objetual a la que se le ha estado otorgando preeminencia durante el tiempo reciente, para dotarlo de una dimensión que más tiene que ver con la dimensión mutante y de incertidumbre del tiempo en que actualmente vivimos.


Fotografía: David Frutos
Publicado en suplemento ‘Cultura/s’, La Vanguardia, Barcelona – Número 428

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