5.11.2024
El extranjero
«Soy un arquitecto romano porque soy paraguayo».

El extranjero | Borja López Cotelo © El primo Ramón
Solano Benítez zanjó con esta declaración la jornada Arquitectura y medio rural que, un año más, nos llevó a Callobre en pleno mes de julio. Aunque quizá no lo dijo y sólo fue una alucinación mía. Porque yo, he de reconocerlo, a esas alturas de la tarde llevaba horas luchando contra mi incapacidad para tolerar las temperaturas estivales del inland gallego. Conjeturé mientras escuchaba a Benítez que tal vez mi particular metabolismo sea consecuencia de repetidas inmersiones en las aguas gélidas de la ensenada de San Amaro. Luego, en uno de esos giros propios de las mentes febriles, recordé la creencia popular de que en el fondo rocoso de esa misma playa descansan los huesos de cientos de caballos, de los caballos que las tropas inglesas desplegadas en auxilio de España ante el avance napoleónico dejaron atrás cuando se embarcaron a toda prisa en su huida de los soldados franceses. Pero aquellos británicos que abandonaron la ciudad atropelladamente no olvidaron llevar consigo las llaves de la ciudad de A Coruña, que aún hoy son custodiadas en el castillo galés de Caernarfon.
En el viaje por carretera hacia A Estrada, incluso durante buena parte de la mañana, había conseguido mantener cierta lucidez. El calor solo había sido una ligera incomodidad durante unas primeras horas del día en las que João Mendes Ribeiro -un portugués que habló en esa lengua que compartimos- explicó su intervención en unas termas romanas. Me hizo pensar hasta qué punto los romanos sabían hace dos milenios que el Miño nunca sería frontera; deduje que por ese motivo Décimo Juno Bruto Galaico entendió que rendiría Gallaecia una vez que cruzó el Limia, ese río al que Roma otorgaba el sobrenatural poder de sumir en la desmemoria a todo aquel que tocase sus aguas: el legendario Leteo. Mendes Riberio habló bajito, con una delicadeza que no consiguió disimular la audacia de sus proyectos; mostró bocetos de líneas frágiles como pasos engañosamente dubitativos de un funambulista sobre el alambre, acompañándolos de unas palabras casi susurradas que -sin embargo- desvelaban valentía tras cada decisión y un compromiso profundo con cada lugar al que su arquitectura ha sumado un nuevo estrato. Citó un par de obras de Lina Bo Bardi, una arquitecta brasileña de Roma.
Leé la nota completa en > VEREDES