29.3.2021
El arquitecto místico (I)
Louis I. (Isadore) Kahn era el arquitecto con menos glamour del mundo. De niño se cayó sobre el brasero de su casa, y tenía toda la cara llena de cicatrices. Los ojos eran pequeños, muy cerrados, y a menudo tenían legañas. Los orificios de la nariz eran grandes y solían mostrar humedad. Tenía el pelo desordenado y no muy limpio. Vamos: Un Adonis.
Louis I. Kahn
Y, sin embargo, los hombres y, sobre todo, las mujeres, le adoraban.
Vivió simultáneamente con tres mujeres (casado con una de ellas, visitaba asiduamente a las otras dos), y tuvo tres hijos (dos hijas y un hijo), uno con cada una de ellas.
Era irresistible.
Fue profesor en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Yale, y sus clases levantaban casi tanta expectación y tanto entusiasmo como los que levantarían los conciertos de The Beatles diez años después.
Los alumnos (tanto los suyos como los que venían de todas partes) llenaban la gran aula, y esperaban ansiosos el comienzo de la clase. El profesor hacía su gloriosa aparición entre suspiros contenidos de la masa. Se dirigía al auditorio… y se quedaba callado.
Respiraba. Meditaba.
(Los alumnos no respiraban).
Entonces el Maestro decía:
“El espacio…” (y se quedaba en silencio unos segundos) “…es”.
Los jóvenes temblaban.
“Ooooohhhh”.
El aire coagulado del aula se podía trocear.
-¿Has oído?
-¡Sí! ¡Sí!
-¡Qué hombre! Estoy temblando.
-Yo también.
Dos o tres minutos después, el Maestro volvía a hablar, muy despacio:
-La luz…
-…
-…
-…
-… es.
Bueno. Aquello era la bomba. La repanocha.
-Creo que me voy a desmayar.
-No me extraña. Desmáyate.
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