23.4.2020
Descubrir y aprender
Carl Gustav Jung (1875-1961), junto a otros, nos ayudó a comprender que el inconsciente tutela o motiva por caminos impredecibles nuestros actos. Ese inconsciente, según el mismo Jung, tiene también una dimensión colectiva, que comparten sociedades enteras.
El extremo de una de las alas en cruz desplazada, con el famoso balcón suspendido sobre el suelo
Hay otro concepto manejado por Jung, que me impresionó mucho en lecturas tempranas y se refiere al “espíritu de los tiempos” (“zeitgeist” en alemán, palabra que se usa también en inglés) la atmósfera intelectual que se da en determinados períodos históricos y se impone sobre la marcha de las ideas haciendo a veces imposible confrontarla a contracorriente.
Estos conceptos son invalorables para tratar de entender “la marcha de las cosas” arquitectónicas. Pareciera por ejemplo que nuestro “zeitgeist” privilegia irresistiblemente en nuestra disciplina la novedad formal prescindiendo de cualquier ética superior a ella. La novedad, aparente o no, es el supremo valor ético. Y lo cierto es que la novedad es como la estupidez, no tiene límites. En arquitectura cualquier cosa es justificable en nombre de la novedad si hay dinero sobrante de por medio. Asunto bastante alejado por cierto de lo que uno pudiera llamar lo constitutivo de nuestra disciplina, que es la racionalidad constructiva, si entendemos, claro, la buena arquitectura como un “saber construir”.
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