27.11.2023
De lo Brutal
"No conozco a muchos colegas que se prodiguen en la lectura del pensador rumano, pero estoy convencido que dejarse mecer por el desgarro Cioranesco, bañándose en las aguas de su lúcida ironía, y apretujándose chic to chic contra su sarcasmo, es un ejercicio de arquitectura tenaz y revelador."
Hunstanton School de los Smithson, Norfolk, de 1949–54 | Fuente: criticundertheinfluence.wordpress.com
Ernesto Parra escribía el 30 de agosto de 1978,
«Cioran, como Nietzsche, Baudelaire o Dostoievski, es un maestro en el arte de pensar contra sí mismo, que admite y advierte la necesidad de dejarse llevar por la soberanía de la ausencia».
Desde hace muchos años que cultivo la lectura de Cioran como una especie de ejercicio trascendental de lucidez que me permite volver en parte a un cierto origen, a la esencia del mundo ininteligible que nos rodea, y a volver también a apreciar como el recurso de la ironía y el sarcasmo se llega a convertir, una vez se suma el gran talento del escritor rumano, en una especie de salvavidas de la cordura.
Cioran es un refugio incomodo, pero enormemente gratificante. Es gratificante porque su lectura te devuelve al instante una sensación de acompañamiento. Tras leer a Cioran, uno se siente reconfortado con el hecho de no estar solo con tus paradojas. Otros anteriormente ya veían la angustia en un mundo que había torcido la mueca, acelerando su incomprensión hasta convertir la realidad en una contradicción permanente. Esa sensación de alivio que se obtiene de las lecturas de Cioran, son a la vez el registro de nuestra incapacidad por dotar a todo lo que vemos de un relato complaciente.
«El desdoblamiento entre el yo público, como escribió Bergson y el yo profundo, es un fenómeno cultural que se agudiza en este tiempo de extraordinarias y velocísimas mutaciones».2
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