20.7.2009

Creatividad en tiempos de escasez

El espejismo del exceso se ha volatilizado finalmente frente a las evidencias de la crisis económica global. Nos hallamos ahora ante la necesidad y obligación de afrontar la reflexión acerca de las razones que nos han abocado a este estado en que corroboramos que el desenfreno y el despilfarro únicamente han sido productores de una suntuosa vacuidad, material e ideológica.

jani-leinonen.jpgLa constatación de la necesidad de un cambio real y trascendente (que no sea otro mero capricho de consumo enmascarado), de afirmarnos desde una postura de reacción que (citando las palabras de Jean Baudrillard en La Sociedad de Consumo) nos haga ‘abandonar la idea recibida según la cual una sociedad de la abundancia es una sociedad en la cual se satisfacen fácilmente todas las necesidades materiales y culturales’, dejar atrás esa disfuncional ‘lógica social que nos ha condenado a una carestía lujosa y espectacular’, impone la búsqueda de una transformación que sea una solución de sentido común no sólo para resolver esa urgencia inmediata de reformular y racionalizar nuestras actitudes de consumo desde una sensibilidad que abandona sus fundamentos de satisfacción en la multiplicidad de variantes de lo hedonista, generadas este estado de exceso, para pasar a sustentarse en una forma de sensibilidad ética que revierta la esterilidad que ahora comenzamos a ser críticamente capaces de reconocer en las estructuras de esa época del hiperconsumo y sus producciones.

Las señales de reacción contra este estado llevan un tiempo latiendo y las reflexiones que la toma de conciencia sobre este estado de la cuestión nos permite no deben quedarse en impostados mea culpa sino en reconocer y desentrañar cuáles son los nuevos modelos y experiencias que, dentro de este contexto, evidencian la gestación de un incipiente paradigma de comprensión y expresión de la realidad, que tome distancia de esa ficcionalización en que la ha sumido el delirio del exceso. Estamos en un tiempo de cuestionamientos pero, simultáneamente, de creación de soluciones que se funda en la reversión absoluta de lo que el término ‘escasez’ ha estado significando: súbitamente, la escasez se transforma en el principio propositivo que contiene el potencial a partir del cual articular conceptos verdaderamente activos en la construcción de la sociedad presente. Ésta idea ha sido el eje del seminario ‘Creatividad en la escasez’ celebrado el pasado día 9 de julio en Palma de Mallorca y organizado por la Fundación Arquitectura y Sociedad, que dirige José Tono Martínez: analizar si éste enfrentamiento a la austeridad, y la carga de dificultad e incertidumbre que conlleva, representa la posibilidad de producir soluciones transformadoras (y regeneradoras) para la sociedad contemporánea que abran verdaderamente un nuevo horizonte para el siglo XXI. ¿Decrecer para progresar positiva y coherentemente?

Recientemente, en la celebración del Primer Campus Utzama, la Fundación dejó patente su vocación de promover un debate enriquecedor y basado en la pluralidad de opiniones sobre el estado del presente entre los agentes comprometidos en su formulación. En esta ocasión, y dirigido por el ensayista Vicente Verdú, el seminario reunió cuatro intervenciones planteadas desde diferentes ámbitos de reflexión que convergieron finalmente en una mesa de debate moderada por el arquitecto Francisco Mangado. Analizando cómo la entrada en «una civilización en donde lo artificial ordena las relaciones entre la naturaleza y la cultura y borra la relación entre el sujeto y el objeto, así como todas las obligaciones antaño asociadas a la alienación económica, social o religiosa», en la que cualquier elemento vital y cultural será «ajustado al nuevo orden de las imágenes y de su difusión masiva y sin control», el sociólogo francés Patrick Tacussel reconoce un desafío con capacidad subversiva que «incita a explorar los caminos de una creatividad hasta ahora desconocida». El catedrático de Historia del Arte Juan Antonio Ramírez proponía una lectura alternativa a la Historia del Arte, desde una aproximación pauperista, para exponer cómo frente a los lujos desaforados, durante los siglos ha vibrado una tendencia hacia la ‘austeridad y el despojamiento, la búsqueda de soluciones baratas’ que evidencian que ‘la creatividad ha sido a menudo compatible con lo precario’.

Mediante una intervención que ahondaba en el estado de la cuestión en torno a la creatividad y responsabilidad arquitectónica, la arquitecta Inés Sánchez de Madariaga presentó una ponencia en la que proponía que «para mejorar la calidad de los espacios urbanos en su conjunto, se hace preciso reconsiderar la calidad y los procesos de aprendizaje de es otra arquitectura doméstica y cotidiana, que ahora consideramos como ‘menor’, y que debería ser pensada también como arquitectura ‘mayor’ de pleno derecho, tan importante como los edificios singulares que construyen reputaciones profesionales y que abren las puertas del ‘star system’ de la arquitectura. Lo cual exige ciertos cambios en las prácticas habituales de las instancias de reconocimiento y consagración profesional». Aseverando este enfoque, es preciso reconocer que es evidente, aunque algunos, tal vez muchos, se nieguen a aceptar de una manera u otra que el modelo arquitectónico existente se ha colapsado por insostenible y anacrónico.

La era postmoderna (ahora camuflada tras la hipertecnología), que pese a esa evidente necesidad de transformación profunda que nuestra civilización exige, muchos se muestran aún reacios o incapaces de abandonar, mutó en la construcción de edificios icónicos sin ningún tipo de sentido ni convicción, que han generado una profusión de deshechos en los últimos años en su obsesiva arquitectura de grandilocuencia , y el sueño, recurrente y persistente en casi todos los arquitectos, de lograr materializar un icono. En este sistema del exceso, esa arquitectura considerada ‘mayor’, se ha negado a aceptar y ha despreciado la arquitectura ordinaria, ha quedado en manos de toscos constructores, que sólo han aspirado a lucrarse con ella sin tener en cuenta al individuo. Esa propuesta de revaloración de la arquitectura ordinaria o ‘menor’, que hasta ahora había sido vulgarizada por manos de mercachifles, mientras los arquitectos ponderaban y sacralizaban la extraordinaria y su vocación totémica, supone la recuperación de una sensibilidad consciente hacia el papel de la arquitectura como auténtico agente creador en la construcción del escenario social, operando desde el pragmatismo y compromiso y acatando en toda su profundidad la necesidad, complejidad y esfuerzo del acto creativo vinculado al buen hacer y al potencial de las herramientas tecnológicas contemporáneas, como expresión de la emergencia de un nuevo modelo humanista.

Publicado en ABCD las Artes y las Letras – Número 911.

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