13.12.2005

Casas Japonesas

publicado en ABC el 10 de diciembre de 2006.

A principios de los años treinta, advirtiendo de las dificultades con que cualquier cabeza de familia urbana se toparía cuando intentase armonizar la incorporación de adelantos como la electricidad, el teléfono, el gas o las instalaciones sanitarias con el más puro estilo doméstico japonés. Recién acabados los arreglos para una vivienda propia, Tanizaki se concentraba en explicar al lector de su ensayo el esmero con que procuró dotar a su nuevo retrete de la sofisticación que llevaba a extremos casi poéticos a esta estancia según su tradición, sabedor de la perplejidad que causaría en un lector occidental atribuir semejante refinamiento a esa pieza y de cómo éste era un ejemplo para hacer patentes las diferencias esenciales entre la mentalidad occidental y la japonesa a propósito del concepto de casa.

Adaptaciones
Concebida como una entidad efímera capaz de adaptarse con una flexibilidad total a las necesidades de sus ocupantes, tanto como éstos son capaces de adaptarse a su pequeño tamaño, la casa japonesa actual es reflejo de la adaptación de esta cultura a las realidades contemporáneas y del mantenimiento de sus tradiciones históricas.
Tal como señala Naomi Pollock, autora del libro Modern Japanese House (Phaidon, 2005), la especial idiosincrasia nipona con respecto a lo doméstico, tanto a nivel conceptual como material, es el principal factor para explicar la proliferación de proyectos en los que los arquitectos locales no temen llevar adelante considerables riesgos creativos y técnicos, ya que, por las características de negocio de la construcción en el país, encuentran óptimas condiciones a su favor para experimentar cuando reciben el encargo de un cliente, algo que no ocurre constantemente, dada la gran popularidad comercial de las viviendas prefabricadas reproduciendo modelos de casas suburbanas norteamericanas o de casas inglesas con jardín.
Que la vida media de una casa nipona sea de unos veinte años implica que ni se considere la posibilidad de establecer un vocabulario arquitectónico compartido homogeneizador entre las residencias de una misma vecindad, lo que libera a los arquitectos a la hora de experimentar tanto con formas como con materiales ligeros tales como derivados plásticos, el cristal o el aluminio, resistentes, fácilmente reciclables y que permiten la construcción de estructuras más dinámicas: «Las casas unifamiliares forman parte de un ciclo inagotable de demolición y reconstrucción» explica Pollock, cuyo libro compila diferentes proyectos construidos durante la última década en Japón. Se tiran abajo y se levantan prácticamente de un día para otro. De estas circunstancias se deriva un caos visual: como la casa de al lado puede ser demolida inesperadamente, el arquitecto no se siente obligado a establecer ningún tipo de compromiso con el contexto. El próximo vecino puede ser un edificio poco agradable visualmente, y, para defenderse de eso, el arquitecto puede optar por proteger su edificio con un muro. Los postes del tendido eléctrico podrían considerarse los únicos elementos estables dentro del paisaje de una zona residencial.

Asimilación de procesos
A través de los ejercicios arquitectónicos actuales más arriesgados en el territorio de lo doméstico, en la arquitectura japonesa contemporánea puede leerse cómo la asimilación de técnicas y procesos constructivos válidos a escala global ofrece respuestas perfectamente adecuadas para el tratamiento de cuestiones locales tan específicas como son las inherentes a la relación física y psicológica de cada individuo con su habitar, operando desde el manejo conceptual de su significado; no desde un punto de vista mimético de lo tradicional, sino desde la misma esencia del proceso creativo, el atemporal y el testarudo arraigo de los conceptos domésticos, en palabras de Pollock, que late en la psique de cada cultura.
No debe obviarse la influencia que los maestros de la modernidad han tenido sobre los arquitectos japoneses y la inspiración que, recíprocamente, la tradición japonesa ha ejercido sobre conceptos fundamentales de la arquitectura moderna. Sin embargo, para los japoneses, el paradigma de casa no guarda relación con las nociones de solidez y de estabilidad física y simbólica occidentales, evidencia clara de una sensibilidad distinta en la que prima el nivel de confort espiritual que un espacio doméstico, por reducido que sea, brinda sus inquilinos antes que la cantidad de lugar disponible para almacenar pertenencias. El orgullo de posesión de un hogar no se funda en la apariencia externa de la estructura, sino en el sentimiento de posesión de un espacio privado que es intensamente compartido por todos los miembros de la familia, un aspecto que casi se radicaliza en la austeridad ascética del purísimo bloque blanco de Kazuyo Sejima, una arquitecto que trabaja desde la conciencia de que la arquitectura genera espacios para que habiten el cuerpo y la mente de las personas, que oculta un complejo trabajo de diseño para lograr la distribución de 22 estancias confortables bien dotadas de iluminación natural.

Echar mano de lo antiguo
Se trata de orquestar un espacio donde articular la presencia de creencias espirituales ancestrales como la que demanda la presencia del exterior vinculada al interior con las necesidades pragmáticas cotidianas. El arquitecto japonés contemporáneo adopta soluciones prácticas derivadas de modelos domésticos antiguos, tales como las casas rurales o las casas de mercaderes urbanos para construir jardines interiores. O para hibridar el lugar de trabajo con el espacio del hogar, preservando lo privado de lo público. Ejemplos interesantes de exploración del potencial creativo que puede plantear una casa de estas condiciones son la esbelta edificación de varios pisos en cuya planta baja se encuentra un local de venta de verduras, proyectada por Yoko Inoue, y la inquietante y perfectamente simétrica vivienda-estudio para un artista de ikebana, de Hiroshi Nakao y Hiroko Serizawa.
Estas casas surgen casi como excepcionales propuestas modélicas de arquitectura doméstica que hacen patente cómo la búsqueda del arquitecto de formas de plantear y replantear el diseño espacial, el manejo de la luz, los contrastes entre tradición y actualidad en los usos domésticos autóctonos y la aplicación de la tecnologí¬a constructiva avanzada permiten el desarrollo sensible de la dimensión humana del acto de habitar, demostrando la necesidad de que el arquitecto se halle inmerso y comprenda hasta el último detalle medular del hecho de vivir en un lugar y mantenga su esencia.

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