27.4.2009

Capacidad de diálogo

Dialogar: Conversar dos o más personas intercambiándose el turno de palabra. Discutir puntos de vista para lograr un acuerdo. "Una buena conversación debe agotar el tema, no a sus interlocutores". Winston Churchill

En el actual contexto social, la palabra «diálogo» se ha puesto curiosamente de moda, utilizándosela a efectos de describir, no sólo escenarios posibles de comprensión y entendimiento, sino para delimitar la capacidad racional de convivencia entre pares.
Las palabras forman parte de nuestra calidad humana. Cuando dialogamos ponemos de manifiesto miles de matices respecto de la capacidad de expresión, la cual, ejercida con ánimo positivo y constructivo, contribuye al entendimiento entre las partes.
El gran enemigo del diálogo, y de toda búsqueda abierta de la verdad, es la «voluntad de poder». Dicho poder debe reconocer en su esencia una estructura parlamentaria, dialogante.
María Dapello de Verteréis, experta en el tema, manifiesta: «El diálogo planteado de modo constructivo, ya sea porque poseemos las habilidades o porque nos lo proponemos lograrlas, es en sí una virtud moral. A partir de su práctica equilibrada y constante aprenderemos a utilizarlo y si lo aplicamos de manera positiva nos ayudarán en la resolución de conflictos y contribuirá al mejoramiento de las relaciones interpersonales».
En la capacidad de diálogo subyace una esencial y necesaria tolerancia, la cual se mantiene incluso, en la más extrema expresión de las oposiciones. Un diálogo serio y adulto implica un intercambio de argumentaciones. No debe consistir en un mero canje de monólogos, en los que cada una de las partes intenta justificar su propio punto de vista, y el otro «oye» pero no termina de «escuchar» -ni de aceptar- la posibilidad de que esté escuchando la verdad o parte de ella en el discurso del otro.
Ello implica contar con la apertura interior necesaria y suficiente para comprender al interlocutor y poseer una disposición interior firme en cuanto a corregir las posiciones propias, flexibilizando -no cediendo- posiciones en busca del acuerdo.
Debemos incrementar nuestros votos para profundizar la voluntad de diálogo en todas las etapas de la vida, pues resulta lógico y necesario poner en práctica esta postura en aquellos ciclos más críticos. Cuando las problemáticas se extinguen, la capacidad de diálogo se diluye en el tiempo, producto de nuestra soberbia y egoísmo colectivos, que en el largo plazo, se tornan en nuestra propia contra.
En síntesis, es muy bienvenido siempre que el diálogo se fortifique de manera franca y abierta, perdurando en el tiempo, y poniendo de manifiesto que somos conscientes que frente a nosotros tenemos a un semejante que nos brinda la oportunidad de demostrar cuán humanamente nos comportamos, cuán abiertos estamos a dejar que el otro nos marque su impronta personal, y sobre todo, cuánto podemos contribuir a mejorar las relaciones con los demás, y a partir de ello, construir un círculo virtuoso de paz, tolerancia y armonía.

Ing. Civil Luis E. Perri
Presidente del CPIC

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