4.3.2022
Antropoparasitus
La Humanidad no deja de demostrar en cada uno de sus actos su capacidad creadora y destructora al mismo tiempo, pero también su inmensa impotencia para afrontar las consecuencias de todos sus actos.
Desierto Housing Block, Las Vegas | Fotografía de Alex Maclean
“La humanidad de hoy es como un soñador despierto, atrapado entre las fantasías del sueño y el caos del mundo real. La mente busca, pero no puede encontrar el lugar y la hora precisos. Hemos creado una civilización de Star Wars, con emociones de la Edad de Piedra, instituciones medievales y tecnología divina. Nos revolcamos. Estamos terriblemente confundidos por el mero hecho de nuestra existencia y un peligro para nosotros mismos y para el resto de la vida».
Edward O. Wilson
Ha conseguido su calidad de vida explotando y apropiándose de todos los recursos del planeta, la tierra, el aire y el agua, como si estos fueran de su más absoluta pertenencia. Toda la faz de la Tierra padece nuestra traza destructora hasta el punto de llegar a poner en peligro la vida en el planeta y nuestra propia existencia.
Hasta ahora, la Tierra siempre había encontrado la forma de recuperarse y regenerarse, demostrando así su resiliencia. Pero esta facultad ha quedado desbordada provocando que la Tierra se halle en un punto de no retorno y sin capacidad para encontrar su próximo estado de equilibrio. La Humanidad está obligada a ser parte de la solución como máximo responsable de este desequilibrio.
El futuro del planeta, sea cual sea, está en buena parte en nuestras manos, pero la visión de que inesperadamente un virus sea capaz de paralizar a toda la humanidad hace evidente nuestra indefensión y nuestras debilidades. La pandemia provocada por el Covid-19 nos ha permitido comprobar que no se pueden subestimar las fuerzas naturales y las acciones que los seres vivos son capaces de producir en este planeta compartido. De hecho, los principales seres vivos transformadores y reformadores de la Tierra han sido y siguen siendo las bacterias, conjuntamente con las inter-acciones e intra-acciones de todo tipo que se producen, incluso con los humanos, sus prácticas y sus tecnologías (Haraway, 2015). Esto nos tiene que hacer reflexionar sobre los límites de nuestra capacidad real de controlar nuestro entorno y el planeta.
El mundo está en constante transformación, a pesar de que nuestro antropocentrismo nos incapacita para verlo. El planeta cambia a través de la erosión provocada por las mareas, los ríos, el viento y el hielo (los glaciares), al mismo tiempo que los volcanes, las placas tectónicas o las fuerzas gravitatorias lo transforman y lo hacen crecer. El planeta Tierra nos acoge, pero no nos necesita. Formamos parte de él, pero somos prescindibles, y parece que somos incapaces de entenderlo.
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