7.4.2009

Al servicio de monsieur le Président

Publicado el 4 de abril de 2009 en ABCD las Artes y las Letras – Número 897

En septiembre de 2007, en el marco de la inauguración de la Cité de l’Architecture et du Patrimoine, Nicolas Sarkozy anunció su intención de llevar a cabo una consulta internacional acerca de cómo plantear un nuevo proyecto de disposición integral del Gran París, que ha sido bautizada con el nombre ‘Le grand pari de l’agglomeration parisienne’. Esta consulta trata de lograr fundamentar el corpus para una ‘reflexión territorial’ que, centrada en el específico caso parisino, pueda constituir un modelo referencial para la ciudad del siglo XXI. Los dos ejes de reflexión propuestos son, por un lado la afirmación de una toma de conciencia y compromiso con el protocolo de Kyoto para convertirse en una ciudad que contribuya al equilibrio medioambiental que reduzca los niveles de calentamiento del planeta. Por otro lado, plantea la necesidad de concebir cómo la ciudad es transformada en la era de la información y cómo se hace preciso redefinir su escala humana y escalas, preguntándose a partir de qué parámetros es preciso llevar esto a cabo: de estrategia programática, armadura territorial, lógica energética o equilibrio ecológico. Por otro lado, el análisis tiene asimismo como objetivo tratar de resolver problemas crónicos que París padece, ligados a su perímetro y modos de gestión. La ciudad debe reevaluarse, del mismo modo que otras ciudades europeas como Londres, Berlín o Madrid lo están haciendo, y debe hacerse no sólo a nivel de organización territorial sino también de gobierno. Urge la creación de nuevos dispositivos espaciales que permitan integrar las exigencias de flujo, movilidad y población.

Christian de Portzamparc; Richard Rogers; Atelier Lion-Groupe Descartes; MVRDV; l’AUC, Agence Grumbach et Associés; un equipo integrado por Jean Nouvel, Michel Cantal-Dupart y Jean-Marie Duthilleul; Studio 09; LIN y Atelier Castro Denissof Cassi fueron los diez estudios seleccionados. Presentaron sus propuestas ante Nicolas Sarkozy el pasado 13 de marzo, tras haber dispuesto de un periodo de siete meses y medio de trabajo.

Las primeras síntesis presentadas coinciden en una serie de posibles frentes de acción de urgencia concretos; pero se percibe en general en todos ellos una aproximación aún excesivamente esquemática sobre un tejido urbano complejo y problemático, y para el cual habría resultado más coherente y provechoso demandar en la primera fase de la consulta un análisis exhaustivo de esas problemáticas antes que imaginar para él soluciones que a menudo ignoran la existencia de esas problemáticas.

Sea por esta conciencia o por un conocimiento más detallado e implicación en la realidad parisina, son las propuestas de los estudios franceses las que se han realizado con mayor esfuerzo y de manera más exhaustiva y enfocadas hacia un desarrollo realista. Por el contrario, las elaboradas por estudios extranjeros aparecen como divagaciones en torno a un decálogo de ideales que tratan de sustentarse en nuevas retóricas, terminologías para una genérica ciudad informacional post-Kyoto. Rogers presenta una propuesta a la manera de un programa de campaña; MVRDV recurren a la auto-cita y ajustan a París en sus propios esquemas de pensamiento para resolver el trabajo proponiendo literalmente un juego como medio de análisis y concluir que existe una disimetría entre las dimensión local y global de la ciudad.

Surge no obstante cierta impresión de que, pese a esa superficialidad encubierta, sea en estas propuestas de conceptualidad elemental sobre una ciudad ecológica, sostenible, más democrática… aquéllas en las que un político hábil puede encontrar los conceptos más útiles para construir para su propio provecho una retórica política atractiva sobre intenciones de progreso.

Los estudios franceses expresan la situación crítica, el estado de enfermo crónico del tejido parisino y su periferia, y formulan la necesidad de plantear una nueva identidad para el territorio a partir de la reconstrucción de paisajes naturales en lo urbano, plantear un desarrollo intensivo antes que extensivo y la perentoria mejora de la red de transportes públicos y mapa de comunicaciones. «Pensar el metaespacio público», plantea l’AU, una dimensión sobre la importancia de la identidad simbólica de la ciudad que está también presente en el análisis de Nouvel- Duthilleul -Cantal-Dupart, que asume que la idea del Grand Paris debe abordarse como una cuestión cultural para la que son precisos nuevos imaginarios que no resulten utópicos ni perturbadores. Portzamparc propone basarse en el «rizoma como figura de análisis para desarrollar una sintaxis de intervención pública», y ofrece como primera solución la instalación de una red de transporte anular metropolitana y una estación central que comunicara París con las principales capitales norte-europeas; un factor que Agence Grumbach et Associés, con una cita de Napoleón I para fundamentar su convicción en que la solución radica en la gran escala, interpreta desde el tal vez pomposo objetivo de lograr hacer de Francia la «interfaz atlántica de Europa».

La crítica fundamental que debe hacerse a todo este escenario planteado por el gobierno de Sarkozy es su torpe anacronismo, no sólo porque la actual crisis económica impone la necesidad de otras pautas sino también porque el tiempo de hacer o dejar impronta política mediante fantasías de grandes emprendimientos ya hace mucho que carecen de cualquier sentido. La crítica subsidiaria se dirige hacia los equipos de arquitectos participantes y en su incapacidad para posicionarse políticamente para explicar al presidente francés que las soluciones de grandilocuencia han fracasado en el urbanismo generado durante el siglo XX. Lo fallido del punto de partida de esta consulta es que subyace bajo ella en primer lugar la voluntad de hacerla un gesto que sirve para el enaltecimiento del gobierno en el poder, plantearlo como la visión de compromiso de un presidente, lo que ha permitido que las soluciones que se han planteado de momento hayan incurrido en todos los tópicos desarrollados durante el siglo pasado, conscientemente actualizadas a las condiciones de lo políticamente correcto para nuestro tiempo: ecología, sostenibilidad, mezcladas con proyectos pseudo-faraónicos que se alejan de los problemas y la ciudad real de los habitantes, propiciando un desarrollo urbano gestado desde las alturas.

En estos últimos meses hemos presenciado una retahíla de críticas hacia la arquitectura icónica y los arquitectos estrella , una crítica cargada de hipocresía y oportunismo hecha antes con la función de poner a la arquitectura dentro de las nuevas dinámicas económicas que de hacer una revisión profunda de la crisis endémica de la capacidad del pensamiento arquitectónico contemporáneo. Sin caer en los facilismos y en tomar de nuevo banderas oportunistas, la arquitectura debe cargarse de nuevo de contenidos de densidad y el arquitecto debe tomar un papel militante, dejando atrás frivolidades y el conformismo irresponsable de los últimos tiempos, que tan útil ha resultado para sustentar apariencias de prestigio político.

Estos resultados de ‘Le grand pari’ han sorprendido no sólo a Sarkozy, sino también a los arquitectos que han tomado parte en esta consulta, en medio de este incipiente debate y probablemente todos ellos demuestren que nos encontramos ante la inercia de un tiempo que nos resistimos a cambiar pese a ese aparente contexto de reacción y la posibilidad -que Sarkozy brinda a gloria de su megalomanía- de poner sobre la mesa una discusión sobre cómo generar nuevos modelos liberándolos de errores atávicos.

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