15.5.2013

Museo de Ciencias Naturales Perot, en Dallas, Texas

El nuevo Museo de Naturaleza y Ciencia Perot, ubicado en el Parque de la Victoria, va a aumentar la presencia de la institución en Dallas y enriquecer el tejido cultural de la ciudad.

Los museos, como experiencia social colectiva y expresión cultural, representan nuevas formas para entender al mundo. No solo contienen conocimientos, preservan la información y transmiten ideas, sino que además estimulan la curiosidad, sensibilizan y crean oportunidades para el intercambio. Como instrumentos de educación y cambio social, los museos tienen el potencial para dar forma a nuestra comprensión de nosotros mismos y del mundo en que vivimos.

A medida que nuestro medio ambiente se enfrenta a retos cada vez más importantes, una mayor comprensión de la interdependencia de los sistemas naturales se torna cada vez más esencial para nuestra supervivencia y para la evolución del mundo. Los museos dedicados a la naturaleza y a la ciencia juegan un papel clave en la expansión de nuestra comprensión de estos complejos sistemas.

El Museo Perot busca alcanzar los más altos estándares de sostenibilidad posibles para un edificio de este tipo. El diseño de alto rendimiento y la incorporación de las más avanzadas tecnologías harán que el nuevo edificio minimice su impacto sobre el medio ambiente. Sus instalaciones crean un entorno inmersivo e interactivo que involucra activamente a los visitantes. Rechazando la idea de la arquitectura de museo como un fondo neutro para los objetos expuestos, el nuevo edificio en sí se convierte en una herramienta activa para la enseñanza de las ciencias. Mediante la integración de la arquitectura, la naturaleza y la tecnología, el edificio muestra los principios científicos y estimula la curiosidad por nuestro entorno natural.

La experiencia inmersiva de la naturaleza dentro de la ciudad comienza con el acercamiento de los visitantes al museo, que lo conducen a través de dos ecologías propias de Texas: un bosque de grandes árboles nativos y una terraza del desierto natural. La terraza desciende suavemente hasta conectar con el emblemático techo de piedras del museo. La masa total del edificio se concibe como un gran cubo que flota sobre el zócalo paisajístico del sitio. La ondulante tipología de la cubierta, compuesta de rocas y pastos resistentes a la sequía, refleja la geología indígena de Dallas y muestra un sistema vivo que evolucionará naturalmente con el paso del tiempo.

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La intersección de estas dos ecologías define la plaza principal de entrada, un lugar de encuentro que es a la vez un área de eventos y un espacio público al aire libre para la ciudad. Desde la plaza, la cubierta ajardinada se levanta para atraer a los visitantes a través de un espacio comprimido hacia el vestíbulo de entrada más amplio. La topografía del techo ondulado del vestíbulo refleja el dinamismo de la superficie del paisaje exterior, borrando la distinción entre interior y exterior, y la conexión de lo natural con lo artificial.

Al pasar el espacio comprimido de la entrada, la mirada del visitante se enfoca hacia arriba a través del volumen abierto del atrio con su cielo iluminado, el espacio de circulación principal del edificio que alberga las escaleras, las escaleras mecánicas y los ascensores. Los visitantes llegan desde allí a una alta terraza acristalada con vistas a la ciudad de Dallas. Desde este balcón abierto, los visitantes bajan en un recorrido en espiral a través de las galerías. Esta dinámica procesión espacial crea una experiencia visceral que involucra a los visitantes y establece una conexión inmediata con el medio ambiente inmersivo arquitectónico y natural del museo.

El camino desciende desde la planta superior a través de las galerías del museo entrando y saliendo del atrio principal de circulación del edificio, conectando alternativamente al visitante con el mundo interior del museo y con la vida exterior de la ciudad. El visitante se convierte en parte de la arquitectura. El museo es, por lo tanto, un edificio fundamentalmente público – un edificio que se abre y pertenece activamente a la ciudad. En última instancia, el público es tan esencial para el museo como el museo lo es para la ciudad.

 

Original Text in English

The new Perot Museum of Nature and Science in Victory Park will create a distinct identity for the Museum, enhance the institution’s prominence in Dallas and enrich the city’s evolving cultural fabric.

Museums, armatures for collective societal experience and cultural expression, present new ways of interpreting the world. They contain knowledge, preserve information and transmit ideas; they stimulate curiosity, raise awareness and create opportunities for exchange. As instruments of education and social change, museums have the potential to shape our understanding of ourselves and the world in which we live.

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As our global environment faces ever more critical challenges, a broader understanding of the interdependence of natural systems is becoming more essential to our survival and evolution. Museums dedicated to nature and science play a key role in expanding our understanding of these complex systems.

The new Perot Museum of Nature and Science in Victory Park will create a distinct identity for the Museum, enhance the institution’s prominence in Dallas and enrich the city’s evolving cultural fabric. Designed to engage a broad audience, invigorate young minds, and inspire wonder and curiosity in the daily lives of its visitors, the Museum will cultivate a memorable experience that will persist in the minds of its visitors and that will ultimately broaden individuals’ and society’s understanding of nature and science.

The Museum will strive to achieve the highest standards of sustainability possible for a building of its type. High performance design and incorporation of state of the art technologies will yield a new building that will minimize its impact on the environment.

This world class facility will inspire awareness of science through an immersive and interactive environment that actively engages visitors. Rejecting the notion of museum architecture as neutral background for exhibits, the new building itself becomes an active tool for science education. By integrating architecture, nature, and technology, the building demonstrates scientific principles and stimulates curiosity in our natural surroundings.

The immersive experience of nature within the city begins with the visitor’s approach to the museum, which leads through two native Texas ecologies: a forest of large native canopy trees and a terrace of native desert xeriscaping. The xeriscaped terrace gently slopes up to connect with the museum’s iconic stone roof. The overall building mass is conceived as a large cube floating over the site’s landscaped plinth. An acre of undulating roofscape comprised of rock and native drought-resistant grasses reflects Dallas’s indigenous geology and demonstrates a living system that will evolve naturally over time.

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The intersection of these two ecologies defines the main entry plaza, a gathering and event area for visitors and an outdoor public space for the city of Dallas. From the plaza, the landscaped roof lifts up to draw visitors through a compressed space into the more expansive entry lobby. The topography of the lobby’s undulating ceiling reflects the dynamism of the exterior landscape surface, blurring the distinction between inside and outside, and connecting the natural with the manmade.

Moving from the compressed space of the entry, a visitor’s gaze is drawn upward through the soaring open volume of the sky-lit atrium, the building’s primary light-filled circulation space, which houses the building’s stairs, escalators and elevators. From the ground floor, a series of escalators bring patrons though the atrium to the uppermost level of the museum. Patrons arrive at a fully glazed balcony high above the city, with a bird’s eye view of downtown Dallas. From this sky balcony, visitors proceed downward in a clockwise spiral path through the galleries. This dynamic spatial procession creates a visceral experience that engages visitors and establishes an immediate connection to the immersive architectural and natural environment of the museum.

The path descending from the top floor through the museum’s galleries weaves in and out of the building’s main circulation atrium, alternately connecting the visitor with the internal world of the museum and with the external life of the city beyond. The visitor becomes part of the architecture, as the eastern facing corner of the building opens up towards downtown Dallas to reveal the activity within. The museum, is thus, a fundamentally public building – a building that opens up, belongs to and activates the city; ultimately, the public is as integral to the museum as the museum is to the city.

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