18.6.2013

Casa D, en Brittany, Francia

Enclavada en la orilla del estuario, donde las aguas dulces se encuentran con las mareas, la casa D plantea contradicciones. Puede ser un refugio o un lugar de recepción, un espacio íntimo o el lugar para una fiesta. Impulsado por las corrientes opuestas, su carácter varía en función de los estados de ánimo de sus ocupantes y de los ciclos naturales.


Al descubrir la casa, lo primero que divisamos es la sección sobresaliente. Gracias al muro de contención, aparece a continuación un espacio hueco. La vida se organiza alrededor de la chimenea, las escaleras y la isla de la cocina. A su alrededor, y desde el piso superior, se alcanzan vistas panorámicas de las malezas y de la otra parte del río. La luz pasa a través del piso superior y el cielo participa del paisaje. En el suelo, desaparece la piedra y los ángulos de las ventanas se desvanecen. Vivimos dentro de la madera.

Arriba, una sucesión de pequeños espacios crean un ambiente silencioso completamente diferente. Cruzamos una serie de habitaciones contiguas, iluminadas a través de celosías de madera que filtran la vista y la luz tenue. Desde las habitaciones, se puede acceder afuera para tener aire fresco o tomar sol por encima de la sala de estar. La naturaleza está por todas partes. Las fachadas opuestas reflejan la dualidad de estos espacios. En formas muy diferentes, ambas adoptan la misma estrategia de camuflaje: las reflexiones de las hojas de las superficies acristaladas, o el revestimiento de tablones sin tratar que imitan la naturaleza que lo rodea y cuya textura se funde en el ambiente del bosque. La sofisticación y rusticidad, la abstracción y la materialidad, la arquitectura de la casa se recrea con juegos dialécticos, al igual que un paisaje extrayendo su fuerza de la confrontación de los elementos.

Original Text in English

Beached on the estuary’s banks, where fresh waters meet rising tides, the D house cultivates contradictions. It can be either a shelter or a reception place, an intimate space or the place for partying. It is driven by opposite currents and its character varies depending on its occupants’ moods and natural cycles.

When discovering the house, the first thing we catch sight of is the overhanging section. Thanks to a retaining wall, a hollow space appears below. Life is organised here around the hearth, the stairs and a central cooking island. All around you, panoramic views of the undergrowth and beyond the river are offered by the upstairs floor. Wells of light passing through the upstairs floor invite the sky into this blended landscape. On the ground, the stone disappears, the windowed angles fade. We live inside the wood.

Upstairs, a succession of small spaces creates a completely different hushed atmosphere. We cross a series of adjoining rooms, lit through wooden trellises which filter the view and dim the light. From the bedrooms, you can access outside closed‐in spaces to get fresh air or sunbathe above the living‐room. Nature is all around and envelopes you. The contrasting façades reflect the duality of these spaces. In very different ways they both adopt the same strategy of camouflage : the reflections of the leaves on the glazed surfaces, or the cladding made of untreated planks which imitate the surrounding nature and whose texture merges in the woody environment. Sophistication and rusticity, abstraction and materiality, the architecture of the house plays with dialectical sets, just like a landscape drawing its strength from the confrontation of the elements.

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