24.11.2009

Puerto de la Música, Rosario

Hay ciudades de cruce, urbes mediterráneas, ciudades con playas donde rompe el mar... Hay ciudades que nacieron con destino de puerto, navegadas por barcos, habladas por el lenguaje de la "carga y descarga", habitadas por inmigrantes de otras lenguas y de otras leguas. Son ciudades con ríos capaces de dar abrigo y de proyectar hasta el infinito la imaginación y la esperanza... Rosario es el Paraná atravesado en silencio por los buques y nombrado en el amor por la cultura y el trabajo. Justo en el extenso borde de esta ciudad que mira al agua, Rosario ha encontrado una síntesis hecha paisaje y memoria, producción y poesía, ciudadanía y arrebato, anticipación y persistencia.

El puerto guarda huellas de sudor y cantos, baúles de otras banderas, ruidos de anclas y oleajes. Es terminal e inicio, y faro de toda la ribera donde se desgranan parques, juegos, centros culturales, museos contemporáneos, galpones jóvenes renacidos, playas y ferias. Parece que lo público, lo «de todos» se hubiera convertido en camino-río para encontrar el porvenir.
Por eso a Rosario de Santa Fe, al Paraná de Belgrano, se le ensancha esta manera de entender la vida donde el agua, las islas y el cielo se sueltan de todos los límites para pensarse en el futuro.
Y así le nace este destino de Puerto-producción y trabajo. Puerto-cultura en movimiento, Puerto-usina de las nuevas generaciones, Puerto de la sensibilidad y la igualdad.
Como canción de cuna del siglo XXI, como antropología de lo que vendrá, el Puerto de la Música, convoca a renovar la ciudad entera, a volver a tararear sus cimientos, a poner en sonidos la historia del «nosotros».
Y tenía que llegar de un visionario, un hombre venido del mañana, con una vida tan extensa y palpitante como su talento y capacidad de volver edificio y razón de ser la condición humana, el modo de incluir, el vínculo. Entre naturaleza y cultura, silencio y experimentación musical, Oscar Niemeyer viene a Rosario a construir un espacio-ícono, la voz de los que no tienen voz sonando más allá de los oídos, en la piedra, en el agua, en el arte de combinarlo todo, en esa forma de comunicación sin fronteras que significa la música creciendo.
El arquitecto de la «otra forma de mirar» trae a Latinoamérica consigo, su hormigón es una portunidad única de igualdad y trascendencia.
El Bicentenario de este país eligió a Rosario para su Puerto de la Música, y Niemeyer la eligió también para su creación perdurable. Todo nos lleva a casa y, a su vez, a recibir al mundo…
La cultura transita hacia el Puerto. Desde ahora somos navegantes de un sueño clavado en la tierra, escrito en el agua. Somos viajeros de nuestra propia identidad abierta al mundo, somos hombres y mujeres musicales como el cuerpo y las palabras, como la canción ardiente y luminosa que enseñaremos en secreto a nuestros hijos.

Puerto de la Música. Explicación necesaria
Al proyectar este teatro para Rosario, en Argentina, mi preocupación fue mantener dos soluciones arquitectónicas que vengo adoptando cuando se trata de un teatro. Primero, garantizar que el espectáculo no se limite sólo a los que están en la platea, sino que también alcance a los de afuera, veinte o treinta mil, pudiendo participar del mismo. Solución que me espanta no haber adoptado hace más tiempo, garantizando al teatro otra importancia.
La otra solución, que no me canso de repetir en todos mis proyectos, consiste en llevar al espectador directamente al foyer y a la sala de espectáculos, lo que evita obligarlo a una circulación más larga e innecesaria. También me preocupa dar al nuevo teatro una forma diferente, creando sorpresa arquitectónica con la que busco caracterizar mi arquitectura.
Me acuerdo que al dibujar el corte transversal del proyecto, la curva sobre la platea pedía una solución más favorable a la acústica; al contrario que en el escenario, donde se necesita justamente mayor altura. El aspecto exterior del proyecto estaba así definido de forma nada arbitraria, sino ligado al problema estructural que surgía.
El interior del proyecto estaba resuelto y crear dos palcos laterales nos pareció apropiado, recordando cómo son usados y cómo son necesarios en ciertos eventos especiales.
Dejamos el trabajo de lado por dos o tres días, interesados en examinarlo de nuevo por última vez. Todo nos pareció correcto y es optimista que estemos presentando a ustedes este proyecto.

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