12.8.2013

Wawa Pullkay en Valle del Colca

Wawa Pukllay, que en lengua Quechua significa “los niños que juegan”, fue invitado por el Taller Social de América Latina 2013, que trabaja en el aprovechamiento de diferentes lugares en el Valle del Colca, Perú, para crear las condiciones que permitan el empoderamiento de unos usuarios especiales: los niños.

Durante un período de dos semanas, en abril de 2013, estudiantes de América Latina se reunieron en grupos de trabajo, con tutores de diferentes nacionalidades, para desarrollar y construir equipos permanentes.

El equipo de trabajo que se encontraba en el pueblo de Coporaque acordó un doble objetivo:

En primer lugar, reproducir las condiciones para reforzar y ampliar las relaciones sociales y las oportunidades de identificación con el espacio, que resulten atractivas para mayor cantidad de gente, incentivando su uso. Esto implica absorber e integrar las relaciones sociales y geográficas existentes, generando nuevos enfoques y espacios de reconocimiento, intentando transmitir la información local de forma transparente.

El segundo objetivo fue unir al estudiante asistente con las prácticas de fabricación, y, en consecuencia, el lograr el reconocimiento del potencial instrumental de cada individuo.

La experiencia se desarrolló a través de ejercicios específicos a escala real, acotados en términos instrumentales y materiales, para la promoción de la gestión y la asociación con un enfoque de colaboración. Esto, como una instancia de acción y aprendizaje.

El equipo trabajó la relación del objeto en la superficie a través de la materialidad del espacio (tierra y pastos), los materiales locales y la recuperación de los elementos existentes que ya eran conocidos por los usuarios. La intención era que el objeto original pase a un estado físico generando un diálogo totalmente actualizado de la lógica original vernácula, creando casi espontáneamente nuevos sistemas de interacción, lo que lleva a un soporte diferente.

De forma paralela, se identificaron y se incorporaron a los eventos culturales locales nuevas oportunidades que incitan a utilizar nociones diferentes, como ser: lo espontáneo, la alegría, lo cotidiano, lo simbólico, lo subversivo, lo pedagógico, lo accidental y lo ordinario, como base de un nuevo programa capaz de generar encuentros e incluso inventar nuevas prácticas.

De acuerdo con todo lo descrito, se plantea el desarrollo de una zona de juegos, un escenario que se mezcla con la naturaleza de los alrededores, un lugar hecho para el encuentro definido por las sensaciones del usuario, sin necesidad de ser leído, predispuestos a su recorrido, donde la topografía juega una papel crucial con sus elevaciones y depresiones que permiten una nueva comprensión de la superficie por parte del niño, una topografía que se adapta a los dispositivos de los juego existentes y logra un importante vínculo entre el anterior escenario y el nuevo parque.

La idea fue crear un bosque habitado de “chaclas” o mástiles de más de seis pies de alto, dispuestos en toda la extensión del lugar, donde el niño pueda explorar el paisaje del parque y experimentar su apropiación.

Este «bosque habitado» permite «arquitecturizar» la propuesta, convirtiéndola en un espacio donde la sombra, la luz y la altura (la verticalidad), permiten entender el parque de forma diferente por parte de cada uno de sus visitantes.

 

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