23.12.2015
U N A C A S A, por Cekada-Romanos
En los últimos tiempos se han producido cambios culturales que afectaron el comportamiento y la estructura de las organizaciones sociales. Junto al desarrollo de nuevas tecnologías, como fenómeno más significativo, se han modificado nuestras necesidades, costumbres y el modo en que nos relacionamos.
El concepto básico de familia, sintetizado en una estructura vertical simple y de relación jerárquica, ha quedado obsoleto ante esta dinámica social. Por el contrario, entendemos la familia contemporánea como un sistema complejo, dinámico y cambiante, donde coexisten nuevos tipos de intereses, preferencias y expectativas de sus integrantes. Encontramos así, un universo de configuraciones de las más plurales y diversas.
Ante esta coyuntura, se puede decir que la vivienda tradicional responde a modelos de familia de concepción única y de poca variabilidad, singular y cerrada. Ponemos en crisis su lógica distributiva y estandarización dimensional de sus espacios, que no hacen más que predeterminar de forma estricta sus modos de uso e imposibilitar nuevas alternativas vivenciales y espaciales acorde a las demandas vigentes.
Proponemos entonces:
Conceptualizar la vivienda contemporánea como un organismo flexible capaz de contener y articular los usos demandados por una multiplicidad de individualidades en igualdad de jerarquías. Capaz de contemplar nuevos tipos de prácticas que tradicionalmente no correspondían al ámbito doméstico y que hoy exigen una respuesta. Por ejemplo, la posibilidad de capacitarse y trabajar a distancia, ha puesto en evidencia la necesidad de nuevas configuraciones espaciales que posibiliten la convivencia de las actividades reproductivas y productivas.
Estos nuevos requerimientos demandan cierta autonomía, por lo es necesario lógicas distributivas que posibiliten la utilización de los mismos de manera independiente y/o colectiva. Para promover estos ambientes de manera equitativa, debemos evitar grandes jerarquías espaciales mediante una dosificación más democrática de sus dimensiones. En consecuencia, alentamos la inclusión de espacios exteriores en relación a ellos para permitir sus eventuales expansiones y mejorar sus calidades espaciales.
El ambiente de carácter social de la vivienda es entonces consecuencia de la interacción e integración de todos los espacios que la conforman.
Desde su composición programática versátil, planteamos un organismo que deja de funcionar como una casa, para posibilitar la aparición de varias casas.