14.9.2020
Josep Llinàs y su obra reciente. Experiencias de un arquitecto septuagenario
Josep Llinàs, renombrado arquitecto español y ya un septuagenario, da razón, a través de estas líneas e imágenes, de sus más recientes experiencias de vida, que han dado lugar a algunos proyectos de arquitectura como el Edificio de la Facultad de Ingenieros del Campus de Bogotá de la Universidad nacional de Colombia. De cómo llegó a concebir este edificio, y de su actual cosmovisión nos habla Llinàs en la siguiente nota:
1 Septuagenarios
Sentado frente a la cámara, David Lynch aparece en la pantalla; mira por la ventana, observa el cielo y aventura un pronóstico del tiempo…parece que va a hacer un día con nubes que irán desapareciendo…etc.
Peter Handke camina por un jardín, divaga sobre las abejas, sobre su estado, sobre los vecinos, bendice la acción de la naturaleza con comentarios por escrito tan hermosos como “qué alivio, en cambio, en lugar de ´obra´ y ´propiedad´, la llamada ´obra de la naturaleza´. Durante el último cuarto de siglo se había estado cavando, rellenando, nivelando, aplanando, en todos los terrenos de la región. Sólo yo, en todo caso, de nuevo en mi imaginación, había dejado, gracias a mi pereza o gracias a lo que sea, el suelo del jardín tranquilo. Y he aquí el resultado: …».
Martin Scorserse dedica una parte significativa de su última película, El irlandés, a observar cómo la vejez transforma a los asesinos a sueldo y a los mafiosos en ancianos medicalizados, desvalidos, caprichosos.
En su última grabación Bob Dylan, en lugar de cantar, parece leer pausadamente periódicos atrasados, libros o listas de recuerdos – puedo imaginarlo – a medida que los recupera, los reordena y los guarda de nuevo.
Cuatro septuagenarios haciendo, presentándose en el mundo desde esa condición común. Puede que ello sea posible, en parte, porque los conocimientos médicos actuales permiten alcanzar esas edades (no a todos, pero seguramente a una proporción de personas mayor o mucho mayor que la de hace décadas) con una notable integridad física y mental.
Si es así, se podría hablar de una cultura específica vinculada a esa edad, de la misma manera que se habla, por ejemplo, de una cultura o de comportamientos propios de la adolescencia.
Septuagenarios que se sientan junto a una ventana y miran hacia fuera, que pasean y miran con atención el estado y la evolución del jardín, que recopilan historias vividas con intensidad a lo largo de los años o se reúnen con antiguos compañeros de escuela.
Nada especialmente diferente de lo que haría cualquier otro septuagenario; solo que en esas cuatro personas que señalé, el comportamiento premioso, flotante podría decirse, propio de esa edad, da lugar a la aparición de obras maestras.
Sus obras – las de los septuagenarios – a los que el paso del tiempo ha convertido también en individuos, abren una senda serpenteante, de tierra y cunetas llenas de hierbas y animales, paralela a la carretera principal, asfaltada y bien iluminada que va como una flecha hacia el futuro.
Cómo inscribirse en esa senda cuando, por una parte, uno mismo ya ha alcanzado esa condición hace tiempo y sabe que debe dejar de repetir lo que ha aprendido a hacer, y por otra, que eso mismo que ha aprendido a hacer no parece ser considerado ahora mismo de especial utilidad…
2 La casa Mañach, BCN.1911
Hace cinco o seis años cuando estaba estrenando mi condición de septuagenario, tuve mala suerte, encargos fallidos, algún propietario sicóticamente obsesionado por conseguir el máximo beneficio, con quien no pude lidiar, y la llegada de la crisis económica.
En esas circunstancias volví la cabeza hacia una obra de Josep Mª Jujol que siempre me había intrigado, la Casa Mañach, una pequeña tienda, una ferretería ya desaparecida, de la que se conservan escasas fotos en blanco y negro, situada en el centro histórico de Barcelona y construida en 1911, es una obra resuelta y posee un despliegue extraordinario de recursos plásticos, de mensajes, de inspiración cuasi-delirante que excedía en muchísimo la arquitectura que necesitaba ese local para poder vender sus productos…Dediqué unos meses a estudiarla e interpretarla y todo ello se recogió en un libro,»Sospecha de estiercol», editado en el año 2016 por Ediciones Asimétricas.
Casualmente, al finalizar ese estudio, la Trienal de Milano me invitó a participar en una exposición de arquitectura, «Architecture as Art» en la que era obligado exponer una obra a escala natural. Les propuse, y aceptaron, la realización de la fachada de la Casa Mañach de la que solo llegué a realizar el rótulo.
Milano
Más tarde, cuando me devolvieron el rótulo a Barcelona, decidí finalizar la fachada en mi despacho, con todas las limitaciones que ello significa, por ejemplo, la insuficiente altura de que disponía. Es así que tuve que situar el rótulo por debajo de lo que realmente le correspondía.
Todo este proceso de interpretación y posterior realización de la fachada de la Casa Mañach me ayudó a despejar el enigma sobre esta tienda, pero sobre todo me permitió el descubrimiento de un mundo y de una arquitectura a los que no habría llegado nunca haciendo uso únicamente de lo que me habían enseñado. Copiar, que es lo que hacía en última instancia cuando con mis propias manos estaba cortando y plegando la plancha metálica del rótulo, mirando al mismo tiempo su foto en blanco y negro ampliada hasta llegar a la escala 1:1, me situó, pienso, en la senda serpenteante llena de animales y de plantas de mis admirados septuagenarios y me ayudó a moverme entonces en un lenguaje narrativo, lleno de recursos ligados a la manualidad y a la acción, hasta entonces inalcanzable para mí.
3 Bogota. Campus UNAL
Como es sabido cualquier trayectoria es susceptible de retrocesos y avances y, hace unos años, en mi caso, convivían en el despacho la carretera asfaltada y la senda sinuosa.
En el año 2017 recibí un encargo extraordinario de la Universidad nacional de Colombia, UNAL, para hacer el proyecto de restauración de un edificio de la Facultad de Ingenieros del Campus de Bogotá, obra de Leopoldo Rother, arquitecto asimismo del Campus universitario y de muchos de sus edificios.Una hermosísima arquitectura racionalista del año 1942, construida con medios locales. El edificio inicialmente destinado a Ensayos de Materiales, iba a cambiar de uso, en gran parte, para ser destinado a labores sociales, reuniones, auditorio, descanso, cafeterías, restaurante, etc.
En un momento determinado del proceso de proyecto pensé que la exuberancia y prodigalidad de la naturaleza en Colombia podría manifestarse junto al orden y la serenidad de la arquitectura racionalista de Leopoldo Rother y pregunté a los responsables del proyecto sobre la posibilidad de introducir ese juego. Para ello utilice una gran foto de Perejaume del fragmento de un retablo barroco de un pueblo de la Cataluña central, para, a partir de ella, desarrollar una arquitectura que respondiera a aquellas características que el retablo contenía, en cuanto a celebración de la abundancia y de la generosidad de la naturaleza (eran retablos que se encargaban los años de grandes cosechas). Situé la foto del retablo barroco en el patio del edificio y pedí permiso a los amigos del UNC para utilizarla como guía de lo que íbamos a construir en el antiguo patio de operaciones por el que circulaban los camiones inicialmente.
El resultado tras estos años:
[Mirá la galería 1 al final de la nota para visualizar todas las imágenes]
Creo que al tomar la foto del retablo como modelo de la copia que queríamos reproducir en el patio, como una construcción habitable, podría decirse que lo que hice fue trasladar el proyecto a la senda serpenteante transitada por los amigos septuagenarios, donde se encuentra ahora mismo a la espera de solucionar trámites administrativos.
En esta senda sigo actuando sobre él, con dibujos manuales que complementen la forma deducida del retablo barroco, con usos colectivos propios del descanso para estudiantes y profesores e implementados en una construcción sencilla, ligada las practicas locales.
4 Conclusión. El tiempo sin acontecimientos. El día a día
El tiempo, el tema recurrente para iniciar una conversación entre desconocidos, tratado con protocolos científicos en los partes meteorológicos de la televisión, reconvertido por David Lynch en parodias cargadas de humor, tratado justamente desde la posición de quien puede detenerse a mirar por la ventana a cualquier hora con curiosidad.
Tener tiempo y leer pausadamente listas de músicos que se recuerdan, noticias de otros tiempos, para hacer de ello una canción interminable, Murder most foul, que dura diecisiete minutos, la misma melodía constantemente, ritmada por pautas para respirar, tomar aliento o descansar.
Tener tiempo para reunirse cincuenta años después con antiguos compañeros de escuela o del equipo de fútbol y hacer de ello una película. Vistos ahora por Martin Scorserse desde detrás de la cámara: matones y asesinos a sueldo al mismo tiempo que ancianos que solo piensan en el helado del postre.
Tiempo para pasear por el jardín y demorarse en la contemplación de las plantas, de los árboles, del suelo, de los setos, de los insectos y mezclar la descripción de lo que se ve con reflexiones contemporáneas, precisas, sobre la naturaleza las casas, los pueblos y el paso del tiempo.
Finalmente (doy por sobreentendidas para los lectores todas y todavía más TODAS LAS DISTANCIAS que se considere necesario establecer) irse al campo un domingo con un caballete para pasar el tiempo pintando, COPIAR lo más exactamente posible lo que se ve y acabar convirtiendo la copia de ese paisaje tan querido en una construcción habitable.