27.12.2010

Premio SCA-Clarín, Mención Honorífica

Los visitantes de los museos son expertos en el arte cerámico, visitantes ocasionales, turistas mezclados con ciudadanos autóctonos hi-lifers, adultos y niños, televidentes adictos y lectores infatigables. Son todos y nadie en concreto y la resolución espacial del proyecto revela la voluntad de creación de un museo que resulte agradable sea quien sea el visitante y lo que busque en él.

Un museo de arte cerámico debe plantearse como un ámbito de producción cultural. Frente al uso tradicional de mero contenedor – mostrador de objetos, debe configurar un espacio educativo abierto, sirviendo a la interpretación de las diversas modalidades y formatos de las expresiones artísticas actuales. La concepción del debe ser manifiesto concreto de la complejidad y diversidad de los nuevos contextos de producción y sentido. Un espacio para el arte contemporáneo debe en definitiva permitir recorridos libres y múltiples, que en su calificación y organización incluyen las obras en interacción con el propio paisaje natural – artificial propuesto por la arquitectura. En estos recorridos el visitante no es un mero espectador de objetos sino un sujeto constructor de imágenes, alimentadas por la producción artística y el propio espacio arquitectónico en diálogo.

El contexto

La localización elegida, en el barrio de Montserrat, ubicada entre las calles Santiago del Estero, Av. Independencia y Estados Unidos. La propuesta urbana respeta las decisiones básicas del programa, definiendo dos componentes básicas:
– Una manzana pública unificada, conteniendo el museo y los futuros equipamientos sugeridos, configurando la fachada de borde, que se conecta a su vez con la avenida y se proyecta en la ciudad.
El museo se decide en contraste con su entorno físico inmediato, un referente distintivo en un tejido de baja densidad donde priman los vacíos rodeando viviendas discontinuas. Por el contrario, construye las tres fachadas del lote, invirtiendo las relaciones exterior / interior presentes en el contexto. El edificio cumple con su escala al constituir una unidad de tejido completa, una manzana con limitantes concretas y virtuales definidas.

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La organización
Los ámbitos se disponen como consecuencia del flujo propuesto. La plaza techada, se piensa como un espacio de eventos públicos abiertos, ámbito natural de esculturas e instalaciones, protegida de los vientos por la losa del auditorio que la cubre a determinada altura. Desde allí, en conexión directa con el museo propiamente dicho, vinculando el espacio público con el centro exacto de la planta principal. En la misma planta se dispone el auditorio, permitiendo un ingreso particularizado desde el espacio público o subordinado desde la planta superior, según los requerimientos de uso. La planta principal se entiende como una organización libre, en direcciones radiales desde su hall central, circunscribiendo los espacios a salas de exposición controladas. El hall contiene los servicios básicos (confitería e informes) y se ramifica en conectores, intersticios entre las salas, buscando y descubriendo las visuales externas. Las salas y los patios se constituyen como grandes alvéolos en un tejido continuo y a la vez heterogéneo. Mediante cerramientos perimetrales flexibles sus usos específicos se incorporan o separan alternativamente del continuo espacial, permitiendo infinitas organizaciones expositivas, tanto en planta como en corte, con diversas modalidades de iluminación según los requerimientos. El espacio comprimido asciende rampante hacia la terraza topográfica, espacio público de expansión dominado por las perspectivas del paisaje.

Los sentidos
La búsqueda de nuevas formalizaciones en esta propuesta no surge de una abstracción apriorística sino de la necesaria apuesta a la construcción de nuevos sentidos e imaginarios. Se trata de constituir patrimonio futuro, una nueva arquitectura, contemporánea, para albergar en coherencia el arte local, también contemporáneo. En definitiva es resultado de prefigurar una institución cultural pública, pensada como un espacio abierto y complejo de producción e interpretación, enmarcado por un paisaje específico y original.

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El programa
El programa se organiza a partir de un criterio muy claro en dos sectores bien diferenciados. En planta baja, aparecen los usos más públicos (auditorio, confitería, tienda y talleres integrables), facilitando el funcionamiento fuera de horario y una mayor fluidez funcional con el exterior. Una tira de servicios se apoya en la medianera, tomándose de toda su extensión. Se conforma con núcleos de circulación diferenciados (uno para el público del museo, uno para el hotel, y un montacargas. También se ubica la rampa vehicular, la cocina de la confitería y los sanitarios. Dos núcleos compactos y dos escaleras resumen las circulaciones verticales.

La plaza de acceso: continuidad de la calle
Anticipando el carácter museístico del edificio, una pequeña plaza de acceso pública, que toma todo el ancho del terreno, penetra en el interior del edificio sin barreras físicas generando una gran superficie libre para exposiciones al aire libre.

El hall y los patios miradores
El hall fue concebido como un espacio único de exposición, apto para exponer en doble altura e integrarse con las salas. Explota centrífugamente hacia los patios de esculturas permitiendo la entrada de luz natural indirecta y generando visuales que enmarcan situaciones paisajísticas totalmente diferentes:.

Auditorio | Microcine – Confitería – Tienda
Los programas públicos organizados en planta baja están articulados por el vacio central del hall de acceso, que permiten la entrada de luz natural, y espacios en doble altura, estableciendo una relación interior -exterior fluida. El microcine es apto para la realización de diversos eventos dada su condición de gran salón y tiene una cara semitransparente (hormigón calado) que controla la entrada de luz natural indirecta con posibilidades de oscurecimiento.

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Las salas
Las salas se conciben a partir de un máximo de flexibilidad y aprovechamiento de la iluminación natural. Una sala grande, en la cual dos grandes lucarnas en el techo bañan de luz natural indirecta dos caras interiores generando por reflejo un ámbito óptimo de exposición. Tres salas que pueden convertirse en un gran espacio único de exposiciones.

La terraza de exposiciones
Como culminación del recorrido, una gran terraza sobre el hall permite exponer al aire libre en una suerte de “recinto sin techo” que invita a la experiencia casi abstracta del contacto con el cielo.

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